Joe Biden redobla su presión para sacar adelante la ayuda económica y militar de su país a Ucrania, que se encuentra en punto muerto en el Congreso desde hace semanas. Mientras Rusia arrecia su ofensiva en el este del país invadido, el presidente de EE UU recibe este miércoles en la Casa Blanca a los líderes demócratas y republicanos en el Capitolio para tratar de arrancar el visto bueno a una asistencia que Kiev requiere de modo cada vez más urgente.
A la reunión, cuyo comienzo estaba previsto a las 15.15 (21.15 hora peninsular española), están convocados el líder de la mayoría demócrata, Chuck Schumer, y de la minoría republicana, Mitch McConnell, en el Senado; así como el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, y el jefe de la bancada demócrata en este foro, Hakeem Jeffries. También se ha extendido la invitación a los presidentes de las comisiones respectivas sobre Seguridad Nacional.
“La reunión va sobre Ucrania. Es en lo que nos vamos a centrar”, declaraba el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, en la rueda de prensa diaria de la Casa Blanca. “Seguimos negociando de buena fe con los dos partidos, con el Senado, con republicanos y demócratas en el Capitolio, sobre la partida extraordinaria”.
Biden había pedido en octubre al Congreso una partida extraordinaria de 110.500 millones de dólares para destinar 64.000 millones a la ayuda a Ucrania, 14.000 millones para apoyar a Israel en su guerra en Gaza y 6.000 millones para reforzar la seguridad y acelerar las tramitaciones de asilo en la frontera con México. Pero la oposición republicana, donde la resistencia a destinar más dinero para Ucrania no ha hecho más que ampliarse en el último año, reclama una reforma migratoria mucho más dura en el control de la línea divisoria como condición sine qua non para dar luz verde a la asistencia a Kiev.
Un grupo de parlamentarios de ambos partidos negocia desde hace semanas para tratar de llegar a un acuerdo, pero sin grandes progresos. Las conversaciones se ven complicadas por la situación de la Cámara de Representantes, donde el ala republicana más extremista disfruta de una influencia desproporcionada a su tamaño: hoy por hoy, las bajas por enfermedad o renuncia han reducido la mayoría de este partido a solo tres escaños, que la semana que viene podrían recortarse a solo uno. En estas circunstancias, cada voto cuenta.
Y los republicanos del ala dura exigen, para ceder, algo que los demócratas no están dispuestos a dar: la aprobación en el Senado y promulgación de un proyecto de ley conocido como HR2, que impone durísimas medidas de control migratorio, y que la Cámara de Representantes ya aprobó el año pasado.
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Pero el hecho de que se celebre la reunión, y que incluya a los presidentes de las comisiones, apunta a la posibilidad de progresos. Schumer aseguraba, antes de desplazarse a la Casa Blanca, que “estamos más cerca de lo que nunca hemos estado. Por primera vez, las posibilidades de sacarlo adelante son mayores que las de no sacarlo”.
Biden ha indicado, indirecta y muy directamente, que está dispuesto a hacer concesiones en la cuestión fronteriza para sacar adelante la asistencia a Ucrania, una de sus grandes prioridades en política exterior y de la que Washington es el principal donante, con más de 75.000 millones de dólares aportados solo en colaboración militar. Para el presidente, en los campos de batalla de la antigua república soviética se juega la pelea por la supervivencia de la democracia occidental; retirar la ayuda daría alas a autócratas como el presidente ruso, Vladímir Putin, y enviaría el mensaje a regímenes similares de que no se paga ningún castigo por violar la soberanía nacional y los principios de la Carta de la ONU. Algo en lo que concuerda con el republicano McConnell.
“Creo que necesitamos cambios importantes en la frontera”, ha declarado el inquilino de la Casa Blanca. “He presionado por ello. Estoy dispuesto a hacer cambios significativos en la frontera, y se han desarrollado negociaciones durante las últimas cinco semanas, así que tengo esperanza de conseguirlo”.
La posición de Biden incluye una dosis de cálculo político: las encuestas apuntan sistemáticamente a la cuestión migratoria como una de las grandes preocupaciones de los votantes de cara a las elecciones de noviembre. Las cifras de la patrulla de Control Fronterizo apuntan que el año pasado volvieron a batirse récords y entraron en el país 2,5 millones de migrantes de modo irregular. Además, numerosos alcaldes demócratas de grandes ciudades alejadas de la frontera reclaman medidas para responder a las oleadas de autobuses repletos de solicitantes de asilo que los Estados republicanos fronterizos envían.
Algunas de las propuestas que se manejan incluyen medidas para hacer más difícil la solicitud de asilo en Estados Unidos, algo a lo que la Casa Blanca se muestra abierta. Mucho más espinosa es otra demanda republicana, el recorte de una herramienta conocida como libertad condicional humanitaria, que ha permitido la llegada de miles de personas que huyen de países como Afganistán o Ucrania, sacudidos por la guerra, la violencia o la miseria.
“Creemos que las negociaciones marchan bien, y queremos ver un acuerdo entre los dos partidos”, ha señalado la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre. “El presidente entiende que lo que vemos en la frontera, el sistema migratorio, está quebrado desde hace décadas”.
La piedra de toque en la reunión de este miércoles será la posición de Mike Johnson, el presidente de la Cámara de Representantes escogido para ese puesto por el ala dura republicana. Johnson se había declarado opuesto a entregar más ayuda a Ucrania antes de llegar al cargo el pasado octubre; una reunión inicial en la Casa Blanca, similar a la de ahora, inmediatamente después de tomar posesión, le llevó a comentar a la salida entonces que no había que olvidar el sufrimiento del país invadido. Desde entonces, sin embargo, no ha dado ningún indicio de querer someter a votación la partida presupuestaria en la Cámara que preside.
Antes de comenzar el encuentro, Johnson reiteraba a los periodistas: “antes de empezar a hablar de Ucrania le voy a decir el presidente lo que les estoy contando a ustedes ahora y que les hemos contado a los ciudadanos estadounidenses: la frontera, la frontera, la frontera. Tenemos que cuidar de nuestra propia casa. Antes de pensar en otra cosa, tenemos que garantizar la seguridad de nuestra frontera”.
Los demócratas guardan un argumento en la manga para tratar de persuadir a Johnson y a los republicanos más renuentes. Según alegan, el partido en la oposición debe aprovechar las concesiones que le ofrecen los demócratas ahora; si esperan a noviembre ―tras las elecciones y aunque ganasen la mayoría en ambas Cámaras―, no contarán con votos demócratas que apoyen sus propuestas; la reforma migratoria necesita una súpermayoría de al menos 60 de los 100 votos en el Senado.
En Davos (Suiza), donde se celebra la reunión anual del Foro Económico Mundial, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, se sumaba a los llamamientos sobre la urgencia de que se aprueben esos fondos. “Si alguien piensa que esto solo va de Ucrania, comete un error fundamental. Las posibles direcciones e incluso el calendario de una nueva agresión rusa más allá de Ucrania se tornan cada vez más claros”, sostenía en un encuentro con periodistas.
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