Un grupo de 29 ciudadanos con pasaporte español ha salido este miércoles de Gaza. Con ellos, ya son 143 los evacuados y el Ministerio de Asuntos Exteriores español da por concluida la operación de evacuación de la Franja. Está previsto que un avión del Ejército del Aire los recoja en El Cairo para su retorno a España. Exteriores admite que pueden quedar algunos hispanopalestinos más en el enclave palestino que no han querido salir o no estaban en condiciones de hacerlo en este momento. El Gobierno español, alega, no se desentiende de ello y facilitará su salida, que ya será de manera individual, no colectiva como esta semana.
A Islam Hamdan, una doctora en nutrición hispanopalestina de 32 años y madre de dos hijos, incluida una niña de tres meses, le invadió una sensación agridulce cuando recibió la noticia de que finalmente podría salir de Gaza y entrar en Egipto el pasado lunes, más de un mes después del inicio de la ofensiva militar de Israel sobre la Franja. Por un lado, iba la alegría de saberse un poco más cerca de la salvación, y en paralelo corría la angustia de no poder hacerlo de la mano del resto de su familia y la aflicción de todo lo que se quedaba atrás. “Fueron sentimientos encontrados, porque reíamos y estábamos felices, pero a la vez llorábamos”, evoca Hamdan en una conversación con EL PAÍS.
El suyo es un sentir compartido por muchos de los españoles y sus familiares directos que entre el lunes y el miércoles de esta semana han podido abandonar Gaza por el paso fronterizo de Rafah en el marco de las operaciones de evacuación de titulares de pasaporte extranjero. En el caso de los ciudadanos españoles y sus parientes, lo han hecho repartidos en tres contingentes. Asistidos por las autoridades españolas, los primeros grupos se trasladaron a un hotel de la capital egipcia, donde han esperado a reagruparse para viajar a España.
Entre ellos comparten experiencias traumáticas, de pánico con el comienzo de la ofensiva militar israelí, el sonido incesante de aviones de combate y una destrucción de proporciones insólitas. También decisiones atropelladas de dejarlo todo e irse sin nada, refugiarse en cualquier lugar que abriera sus puertas, en muchas ocasiones con niños pequeños y gente mayor, y la incertidumbre de si finalmente podrían acabar saliendo de la Franja a tiempo.
Kholoud Atalah, una académica de 42 años y madre de tres hijos que llegó a El Cairo la madrugada del miércoles como parte del segundo contingente de hispanopalestinos que entró en Egipto, explica que ellos tuvieron que huir de casa a la semana de empezar la ofensiva israelí porque vivían en uno de los barrios más castigados de Ciudad de Gaza, la capital de la Franja y epicentro de los combates. Inicialmente se refugiaron en Deir El Balah, una localidad en el centro del enclave, donde compartían un salón pequeño con un solo baño entre 21 personas. “No hay ningún lugar seguro, pero [al menos] era más tranquilo que en el norte [de Gaza]”, señala.
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Riad Elaila, un profesor de Ciencias Políticas de 71 años y padre de tres hijos que también salió de Gaza el martes, se vio obligado a abandonar su casa y a dejar atrás su coche y todas sus pertenencias en los primeros días de la ofensiva porque vivía en el campamento de refugiados de Yabalia, en el extremo norte de la Franja. En su caso se desplazaron rápido hasta la ciudad de Rafah, cerca de la frontera de Egipto, y fueron acogidos por un antiguo alumno. “Hemos vivido una situación horrible”, apunta, “yo salí corriendo con [solo] un maletín”.
Hamdan, que junto con su familia fue de las primeras personas en huir del norte de Gaza a Rafah, en un trayecto que ahora decenas de miles de personas se ven forzadas a recorrer a pie, nota que la vida en la Franja se está volviendo cada día más insostenible. “Cualquier cosa que quisieras hacer era un reto. Un día antes de salir de Rafah ya no había sal. Ibas al supermercado con dinero y no había sal ni levadura, ni ningún tipo de combustible; no hay agua corriente, no hay agua potable. Hemos tenido que beber agua no potable para sobrevivir. Tienes que apañártelas”, afirma.
Abarrotamiento en el sur de la Franja
La hispanopalestina también describe un creciente abarrotamiento en el sur de Gaza a medida que Israel sigue desplazando a la fuerza a los ciudadanos del norte. “Estás en una situación de guerra y todo mundo acoge a todo el mundo y hace lo que puede para ayudar. Pero las casas están llenas y cuando hay amenazas de que puede pasar algo cerca de una casa con 100 personas, ¿a dónde se van? Los colegios están llenísimos, no hay forma de que entres”, asegura. “Y cada vez hay más gente yendo a Rafah, no sé a dónde van a ir”.
Para los españoles y sus familiares directos, que no empezaron a recibir autorización para salir de Gaza y entrar a Egipto hasta casi dos semanas después de que comenzaran las operaciones de evacuación, la espera ha supuesto una tensión adicional. “La situación era estresante, porque en una situación normal te sientas y esperas, pero estábamos muy desesperados porque estábamos en una guerra”, cuenta Hamdan. Cuando al fin recibieron el aviso de que podrían cruzar, Atalah describe “emociones contrarias”: “estabas feliz por salir, pero al mismo tiempo no lo estabas por dejar [atrás] a tu familia en esta situación”.
Entre quienes hablaron con este periódico en El Cairo dominaba el agradecimiento por la labor y el trato recibido por parte de las autoridades españolas en Jerusalén, con quienes han estado en contacto constante para coordinar su evacuación, y de los miembros de la misión diplomática española en Egipto, que se desplazaron al paso fronterizo de Rafah y organizaron su desplazamiento y estancia en El Cairo.
De cara al futuro, planea ahora la incertidumbre propia de quien lo que perdido todo y no va a poder volver pronto a lo que consideran su hogar. “La situación va a ser muy difícil, no va a ser como en los anteriores ataques y guerras [de Israel] contra la franja de Gaza; [esta vez] va a costar mucho levantarla de nuevo”, avanza Elaila, que, como el resto, espera que las autoridades españolas les ayuden para poder empezar de nuevo. “Nuestro objetivo es continuar con nuestra vida en España. Pero nosotros no tenemos nada [allí], ni tenemos nada después de la guerra”, señala. “Solo queremos vivir una vida digna”, sentencia.
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