El general Prabowo Subianto, acusado de abusos de derechos humanos, se proclama vencedor en las elecciones de Indonesia | Internacional

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Indonesia se prepara para que Prabowo Subianto, de 72 años, tome el testigo de Joko Widodo como presidente del país, la tercera democracia más grande del planeta. Todo apunta a que la primera economía del sudeste asiático ha optado por continuar durante el próximo lustro con el legado de Widodo (apodado Jokowi) con el que fuera su rival en los comicios de 2014 y 2019. Prabowo, actual ministro de Defensa, se había presentado como el candidato que heredaría las políticas del popular presidente en ejercicio, quien no podía concurrir a la reelección tras agotar el máximo de dos mandatos. Para completar la fórmula y captar a la mayoría de los casi 205 millones votantes, Prabowo eligió como compañero de filas al hijo mayor de Jokowi, Gibran Rakabuming Raka, que se postula para el cargo de vicepresidente con tan solo 36 años. El vencedor de los comicios se enfrenta a acusaciones de violar los derechos humanos a finales de la década de los noventa.

Entre bailes y confeti, Prabowo se ha proclamado vencedor basándose en los recuentos no oficiales realizados por las agencias electorales indonesias, según las cuales se impone con entre un 57% y 59% de los votos. Sus contrincantes, Anies Baswedan y Ganjar Pranowo, aún no han reconocido la derrota. Aunque Prabowo ha pedido “calma” hasta que la comisión electoral anuncie el vencedor de manera oficial, en su discurso, ha afirmado que se trata de “una victoria de todo el pueblo indonesio”. Los recuentos rápidos se basan en el conteo real de votos en una muestra de colegios electorales de toda Indonesia. El oficial puede tardar hasta un mes, pero estos cálculos han proporcionado una idea precisa de los resultados en las cuatro elecciones presidenciales celebradas en el país de forma directa y mediante sufragio universal (2004, 2009, 2014 y 2019).

Prabowo había liderado todas las encuestas desde el inicio de la campaña y ha sabido sacar partido del reconocimiento que ya tenía por haberse presentado en dos ocasiones a los comicios presidenciales. A ello ha sumado una carta con la que antes no contaba: el apoyo explícito de Jokowi. Conocido por su ferviente nacionalismo y su fuerte temperamento, Prabowo ha ido moldeando esa imagen en los últimos meses para mostrar su lado más afable y carismático. En Instagram ha mostrado su día a día y el de su gato Bobby, y sus torpes bailes en TikTok se han hecho virales. Su gran presencia en internet en un país donde el 60% de los votantes se informan a través de las redes sociales (según datos del CSIS) le ha ayudado a ganarse un voto que, en esta ocasión, era crucial: el de los jóvenes. Por primera vez, más de la mitad del electorado (52%) era menor de 40 años.

Pero, a pesar del gran apoyo recibido, el tándem Prabowo-Gibran no ha estado exento de polémica. Sobre el antiguo general planean graves acusaciones de violación de los derechos humanos a finales de la década de 1990, que le costaron la destitución del ejército y un exilio en Jordania en 1998. Por su parte, la candidatura del primogénito de Jokowi no habría sido válida sin que el Tribunal Constitucional —presidido por su tío— dictaminase en octubre que los menores de 40 años pueden postularse a la presidencia o vicepresidencia si han ocupado previamente un cargo público, como es el caso de Gibran, quien hasta ahora ejercía como alcalde de Surakarta. “Hace unos meses no era nadie. Ahora Prabowo y yo estamos aquí”, ha expresado Gibran al celebrar la victoria en Yakarta, junto al vencedor de las elecciones. “Quiero agradecer a Prabowo que haya ofrecido a una persona joven como yo que sea parte del camino hacia la construcción de una Indonesia dorada”, ha añadido.

Algunas voces críticas han acusado a Widodo de intentar ejercer influencia una vez abandone el palacio de Merdeka y de construir una dinastía política, a pesar de ser el primer presidente que llegó al poder sin pertenecer a la élite política o militar desde el fin de la dictadura de Suharto en 1998.

No obstante, Ben Bland, director del programa Asia-Pacífico de Catham House, considera “poco probable” que la victoria de Prabowo suponga una amenaza existencial para el país, según escribía recientemente en un artículo publicado en Foreign Affairs. Bland señala que la nación tiene mecanismos para limitar el poder del presidente, por ejemplo, un sistema gubernamental descentralizado, además de una sociedad civil dinámica y medios de comunicación independientes. Asimismo, enfatizaba que “el sucesor de Jokowi estará sometido a una enorme presión para estar a la altura del historial [que deja el presidente saliente]”. En la última encuesta publicada por la empresa de sondeos Indikator Politik, con sede en Yakarta, el 80% de los indonesios se mostraba satisfecho con el liderazgo de Jokowi.

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Una década de crecimiento y modernización

La década de Joko Widodo (62 años) en el poder ha estado marcada por el rápido crecimiento económico y la modernización del país, gracias a las políticas impulsadas para atraer la inversión extranjera y las mejoras de las infraestructuras. Indonesia posee las mayores reservas mundiales de níquel, material esencial para la fabricación de vehículos eléctricos, paneles solares y otros productos clave para la transición ecológica, que han atraído a líderes del sector, como la china CATL y las surcoreanas LG y Hyunday. La economía indonesia también se ha beneficiado del encarecimiento de las materias primas en los últimos años, ya que el país es el mayor productor de aceite de palma, además de uno de los mayores exportadores de carbón, petróleo, gas, caucho y estaño, entre otros recursos.

El entusiasmo del electorado indonesio con Prabowo refleja la convicción de que el nuevo presidente será garante de ese legado. En su campaña, Prabowo adelantó que continuará con los grandes proyectos de infraestructuras de Jokowi, así como con el plan de trasladar la capital desde la congestionada, contaminada y cada vez más hundida Yakarta a Nusantara, una urbe completamente nueva y todavía en construcción en la isla tropical de Borneo. Prabowo también ha prometido que intentará que Indonesia entre en la cadena de valor del vehículo eléctrico, utilizando las enormes reservas de níquel y cobalto con las que cuenta el país, y restringiendo su exportación para atraer a más empresas extranjeras a invertir en suelo indonesio.

En cuanto a política exterior, el nuevo presidente ha indicado en varias entrevistas realizadas durante la campaña que Indonesia continuará “respetando a todos los países y las grandes potencias”. “Queremos mantener buenas relaciones con todo el mundo. No queremos unirnos a un bloque y estar en contra de otro. Nuestra posición es única. Somos amigos de todo el mundo. En cualquier conflicto o competición, somos los que todas las partes aceptan”, expresó hace unas semanas a Al Jazeera.

Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo, con más de 275 millones de habitantes, de los cuales el 90% son musulmanes, lo que lo convierte en la nación con la mayor población musulmana del planeta. Su ubicación estratégica en el sudeste asiático —con un vasto archipiélago de 17.000 islas que se extiende entre los océanos Índico y Pacífico— y su economía —la primera de la región, con aspiraciones a convertirse en la cuarta más grande del mundo para 2045— la colocan en buena situación para jugar un papel clave en las cada vez más tensas relaciones entre China y Estados Unidos, potencias con las que coquetea.

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