La guerra en la franja de Gaza ha alcanzado un peligroso pico de expansión regional que amenaza con contagiar las hostilidades por todo Oriente Próximo. Se cumplen tres meses de un conflicto marcado por la muerte de más de 22.000 palestinos y 1.200 israelíes, así como por la destrucción del enclave costero y el desarraigo del 90% de sus 2,3 millones de habitantes. Ahora la propagación de la escalada bélica hace temer un estallido en el sur de Líbano tras el asesinato, el martes, del número dos Hamás, Saleh al Aruri, y el cierre a la navegación de la estratégica vía del mar Rojo a causa del hostigamiento de los hutíes de Yemen a buques mercantes.
El ejército o milicia que cometa un error de cálculo al lanzar incursiones o replicar con represalias será señalado como responsable de una eventual nueva contienda. Por eso los bandos en liza, viejos archienemigos, se tientan las vestiduras.
Tras cuatro días de relativa contención, Hezbolá, considerada la organización paramilitar más poderosa de Oriente Próximo, disparó a primera hora de la mañana de este sábado más de 60 cohetes desde el sur de Líbano contra un puesto de observación de los servicios de inteligencia militares de Israel en Meron, así como contra otras áreas fronterizas en Metula y Margaliot, en uno de los ataques más intensos desde el inicio de la guerra en Gaza, tras los ataques de Hamás del pasado 7 de octubre.
El partido-milicia proiraní definió la andanada como una “respuesta preliminar” a la muerte en Beirut del número dos de Hamás en un ataque con un dron. Hezbolá ha acusado a Israel del aparente asesinato selectivo, cometido en uno de los feudos chiíes de la capital libanesa, pero el Gobierno de Benjamín Netanyahu no se ha atribuido la autoría de la acción, que lleva el sello de los servicios de inteligencia israelíes. El líder de Hezbolá, el clérigo chií Hasan Nasralá, había advertido el viernes de que su organización no dejaría “sin respuesta” el ataque contra Al Aruri. Desde el 7 de octubre asegura haber ordenado ya 670 operaciones contra Israel.
El ejército replicó en un primer momento con ataques de artillería y drones contra posiciones de la milicia chií en el sur de Líbano donde se situaban las rampas de lanzamiento de los cohetes. Una reacción habitual, pese a la magnitud de la oleada de cohetes disparada. Sin embargo, pocas horas después, las Fuerzas Armadas israelíes desencadenaron ataques por tierra y aire contra distintas posiciones de Hezbolá en el sur de Líbano situadas en Ayta Shab, Yarun y Ramyeh, según un comunicado castrense.
Israel se encuentra en un “estado de alerta muy alto” en la frontera con Líbano, había admitido el viernes el portavoz jefe, el contralmirante Daniel Hagari, en alusión al precedente de la guerra abierta librada por ambas partes en 2006. Entonces perecieron 1.300 libaneses, en su mayoría civiles, y 165 israelíes, casi todos militares, en 33 días de combates. Posteriormente, se desplegaron en la frontera 10.800 cascos azules de la ONU de 40 países, entre ellos 600 españoles.
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El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el alto representante de la UE para Política Exterior y Seguridad, Josep Borrell, han coincidido este sábado en sendas giras diplomáticas por Oriente Próximo que tienen el objetivo común de evitar que el conflicto de Gaza se desborde a escala regional. Blinken ha afirmado que Israel “no quiere una escalada del conflicto, pero tiene derecho a defenderse”, en referencia a los ataques de Hezbolá y Hamás. Durante su visita a Grecia como parte de su viaje a varios países de Oriente Próximo, ha asegurado también que Turquía está preparada para utilizar las relaciones que tiene con los “actores críticos de la región para desescalar el conflicto”. “Queremos asegurarnos de que los países de la región están utilizando sus vínculos y relaciones para asegurarse de que no vemos una escalada”, ha afirmado ante la prensa, citado por Reuters.
El jefe de la diplomacia de la UE dijo este sábado en Beirut que “es imperativo evitar una escalada regional en Oriente Próximo, y que Líbano se vea arrastrado a un conflicto regional”, en una comparecencia ante la prensa citada por Efe. También envió un mensaje a Israel: nadie saldrá victorioso de un conflicto regional. “Incluso la guerra tiene reglas y hay normas humanitarias internacionales que tienen que ser respetadas. Un horror no justifica otro”. “Debe haber otra forma de erradicar a Hamás que no suponga que muera tanta gente inocente”, enfatizó junto al ministro libanés de Exteriores, Abadalá abu Habib.
“Con el tiempo, se está reafirmando la baja predisposición de las partes a deslizarse hacia un conflicto regional en el frente del norte”, argumenta el analista israelí Daniel Kupervaser. “Se preocupan por manifestar su presencia sobre el terreno, pero evitan extralimitarse”, puntualiza. Considera que el intercambio de ataques de este sábado es un buen ejemplo. “Hezbolá alegó que se trataba de una represalia por el asesinato de Al Aruri”, explica Kupervaser, “a sabiendas de que sus cohetes no iban a causar daños significativos”. En el frente del norte operan además otros actores, como las milicias palestinas exiliadas en Líbano, afiliadas tanto a Hamás como al partido nacionalista laico Fatah.
Desde el comienzo de las hostilidades en Gaza, en el frente de la frontera de Líbano se han registrado al menos 177 muertos: 13 en Israel (nueve soldados y cuatro civiles) y 164 en Líbano (127 miembros de Hezbolá, 16 integrantes de milicias palestinas, un soldado libanés y 20 civiles, entre ellos tres periodistas), según informa la agencia Efe. Israel ha desplegado más de 200.000 soldados en su frontera del norte, donde más de 80.000 personas han sido evacuadas a causa de las hostilidades. En la parte libanesa de la frontera, más de 70.000 civiles se han visto desplazados de sus hogares.
“La decisión de Netanyahu de evacuar desde el principio de la guerra las poblaciones más cercanas a la frontera de Líbano, incluida Kyriat Shmona (60.000 habitantes), que después fueron ocupadas por soldados, ha permitido que Hezbolá las haya estado atacando a diario al considerarlas objetivo militar”, resalta Amos Harel, corresponsal de defensa del diario Haaretz. “El intercambio de ataques en el formato actual (de relativa intensidad) puede durar meses, mientras Estados Unidos sigue mediando para lograr una salida diplomática. La alternativa es una acción militar, sobre todo si la reacción a la muerte de Al Aruri desata una cadena de errores de cálculo”, alertaba este experto en su artículo semanal del viernes.
Netanyahu excluye detener los combates
En medio de la habitual inestabilidad que azota Oriente Próximo, el caos de una hambruna se cierne de modo inexorable sobre cientos de miles de civiles hacinados al raso en el sur de la franja de Gaza. La desnutrición y las enfermedades diezmarán a la población infantil si no se pone remedio con urgencia. No se vislumbra un alto el fuego. Netanyahu aseguró en la noche del sábado que no va a detener la guerra hasta “lograr todos los objetivos”. “Hace tres meses, Hamás cometió una terrible matanza”, dijo en un comunicado, “el Gobierno ordenó al ejército ir a la guerra para eliminar a Hamás, recuperar a nuestros rehenes y garantizar que Gaza nunca más vuelva a ser una amenaza para Israel”. El primer ministro advirtió de que no habrá inmunidad para Hamás.
A pesar del ardor bélico de Netanyahu, las Fuerzas Armadas de Israel han entrado de hecho en la llamada fase 3 de la guerra, que implica la desmovilización de las unidades de reservistas que han combatido en el enclave y una estrategia de operaciones enfocadas a objetivos muy concretos. A última hora del sábado, el portavoz Hagari ha asegurado que el ejército israelí había completado el desmantelamiento del “marco militar” en el norte de Gaza y centraba ahora sus operaciones en el centro y sur de la Franja. Los gazatíes, mientras tanto siguen muriendo en una guerra que lleva camino de superar de largo los 100 días. Al menos 122 personas han perdido la vida entre el mediodía del viernes y el del sábado, según datos difundidos por el Ministerio de Sanidad de la Franja, controlado por Hamás. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños.
Mientras no logre la liberación de los 136 rehenes que Hamás mantiene todavía en su poder en Gaza, previsiblemente a cambio de la excarcelación de cientos de presos palestinos encausados por “delitos de seguridad”, Israel no pondrá fin a las hostilidades ni permitirá el regreso masivo de los desplazados a sus viviendas —o lo que quede de ellas— en el norte de la Franja. En los tres meses de guerra que ahora se cumplen, han muerto en combate 175 militares israelíes frente a los 8.000 milicianos de Hamás que Israel asegura haber abatido.
Benny Gantz, exministro de Defensa y miembro del Gobierno de emergencia formado en Israel para la contienda, ya reconoció hace dos meses que su país está librando una “guerra multifrente” mientras combate contra Hamás. “Estamos luchando tanto en el norte como en el sur”, advirtió Gantz, quien dirigió en 2014 como general jefe del Estado Mayor la anterior contienda a gran escala registrada en la franja palestina.
Los ataques contra Israel, en su mayoría de milicias y grupos armados asociados a Irán, se extienden desde las fronteras de Líbano y Siria, hasta el mar Rojo. En este frente meridional, el jefe del Comité Supremo de la Revolución de los hutíes de Yemen, Mohamed Alí al Huthi, dijo el viernes a la cadena BBC que cualquier país que se encuentre involucrado en la coalición internacional encabezada por Estados Unidos en el mar Rojo “perderá el derecho a la seguridad marítima” de sus naves, que pasarán a ser consideradas como “objetivos”. Las principales compañías navieras internacionales evitan ya el paso por el mar Rojo en dirección al canal de Suez y se han visto forzadas a seguir rutas más largas bordeando África.
Desde el pasado noviembre, los rebeldes yemeníes han lanzado ataques contra barcos que se dirigían hacia Israel o que cuentan con propietarios israelíes. También han atacado el extremo sur del territorio israelí: la ciudad portuaria de Eilat, en el golfo de Áqaba, donde el Estado judío tiene salida al mar Rojo. Los lanzamientos de drones suicidas y de misiles de crucero y balísticos desde Yemen han redoblado la amenaza de las fuerzas proiraníes contra territorio de Israel, que ha recurrido al nuevo sistema defensivo Arrow para protegerse. Se trata del escudo anticohetes más avanzado con el que cuenta.
“Estamos ante un nuevo tipo de guerra multifrente”, aseguró recientemente el exgeneral Yossi Kuperwasser, que fue jefe de la división de investigación de inteligencia de las Fuerzas Armadas. Para este analista, los aliados de Irán ejercen presión en “una operación simultánea de las fuerzas chiíes”, a las que Teherán suministra armamento y financia con generosidad .
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