Hamás propone 135 días de tregua para canjear rehenes israelíes por presos palestinos y negociar el fin de la guerra | Internacional

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Tras dos semanas de espera, Hamás ha puesto precio a la entrega a Israel de los 136 rehenes que quedan en Gaza, 31 de ellos ya muertos. Según un borrador de su contrapropuesta consultado por la agencia Reuters, quiere 135 días de alto el fuego durante los cuales liberaría a los secuestrados de forma escalonada a cambio de la excarcelación de cientos de presos palestinos, la retirada de las tropas israelíes de toda la Franja, la entrada de más ayuda humanitaria, el comienzo de la reconstrucción del territorio y la negociación indirecta del fin definitivo de la guerra. Es el documento que Hamás entregó este martes a los mediadores y que el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, debatirá este miércoles con los dirigentes israelíes durante su visita a la zona.

El diario libanés Al Ajbar aporta detalles que figuran en un anexo y trascienden a la situación en la Franja. El movimiento islamista quiere que la tregua esté garantizada no solo por los actuales mediadores (Qatar, Egipto y EE UU), sino también por dos países más cercanos a los palestinos: Turquía y Rusia. Además, plantea el regreso en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén a la situación previa a 2003, cuando el Gobierno de Ariel Sharon volvió a permitir ―sin la luz verde de la fundación dependiente de Jordania que administra el lugar― la entrada a no musulmanes, que ahora aprovechan grupos judíos ultranacionalistas.

El pacto se implementaría en tres fases de 45 días. En la primera, Hamás entregaría a las mujeres, los hombres menores de 19 años y mayores de 50 años y los enfermos, a cambio de la excarcelación de mujeres y niños palestinos en un ratio que se fijaría más adelante. El ejército israelí, que justo opera ahora con intensidad en Jan Yunis, la segunda ciudad de Gaza, tendría que retirarse de las zonas urbanas. Luego sería el turno de los rehenes varones. Las tropas israelíes tendrían que abandonar todas las partes de Gaza. Esta segunda fase no comenzaría hasta que las partes acordasen a través de mediadores “los requerimientos necesarios” para poner fin a la guerra de forma definitiva.

Por último, Hamás entregaría los al menos 31 cadáveres que tiene en sus manos. Algunos los introdujeron ya sin vida sus milicianos durante el ataque del 7 de octubre, conscientes de que Israel ha pagado en el pasado un precio por traerlos de vuelta. Otros, en un número imposible de determinar, habrían perdido la vida en los propios bombardeos israelíes o de otras formas.

1.500 reclusos palestinos

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El grupo cifra además en su propuesta el número de reos palestinos que aspira a liberar a cambio durante este proceso: 1.500. No es posible saber qué parte del total son, porque Israel no proporciona cifras oficiales, pero las ONG de derechos humanos y de los presos los sitúan entre 9.000 y 10.000, tras la oleada de arrestos en Gaza y Cisjordania a raíz del 7 de octubre. Hamás quiere elegir un tercio de los nombres de entre quienes cumplen cadena perpetua.

Según el diario libanés, el movimiento islamista exige que los gazatíes tengan libertad de movimiento entre las distintas partes de Gaza durante el alto el fuego y que enfermos y heridos puedan salir a través del paso de Rafah para ser tratados en Egipto. También la construcción de casas temporales y grandes campamentos de desplazados con tiendas de campaña, a un ritmo de 50.000 semanales; que Israel se comprometa a reanudar el suministro de electricidad y agua (como le obliga el derecho internacional), y que, entre los excarcelados, haya también palestinos con ciudadanía israelí.

La propuesta fue trasladada en la víspera a Blinken, que se encontraba en Doha (Qatar), quien se reúne este miércoles en Jerusalén con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y dará una rueda de prensa a última hora del día en Tel Aviv. El presidente estadounidense, Joe Biden, la calificó anoche de “un poco excesiva” y Blinken admitió que “queda mucho trabajo por hacer”, aunque se mostró optimista. El primer ministro catarí, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, la llamó “positiva”, sin entrar en detalles.

El Mosad, el servicio secreto de Israel en el exterior, que participa en las negociaciones indirectas, evalúa el escrito “minuciosamente”, según señaló la oficina del primer ministro. Israel aún no ha respondido formalmente, aunque una fuente oficial citada por el diario Maariv se ha mostrado menos optimista que los mediadores: “Hamás ha dado su respuesta y es ‘no”.

Netanyahu viene rechazando con claridad terminar la guerra a cambio del regreso de los rehenes, al considerar que supondría cumplir solo uno de los tres objetivos de la guerra que lanzó tras el ataque masivo de Hamás el 7 de octubre y que ha dejado más de 27.000 muertos (en su mayoría mujeres y menores), creado una crisis humanitaria y dejado en escombros zonas enteras. Los otros dos objetivos son “destruir a Hamás”, tanto en lo político (gobierna la Gaza desde 2007) como en lo militar, y “asegurar que Gaza no vuelva a suponer una amenaza”. Desde hace días, repite dos ideas con frecuencia: “No retiraremos al ejército y no liberaremos a miles de terroristas […] Nada de esto sucederá. ¿Qué sucederá? ¡La victoria absoluta!”, manifestó el pasado 30 de enero. En el canje efectuado en última semana de noviembre, 105 rehenes y 240 presos palestinos recobraron la libertad.

El asunto pone en riesgo la estabilidad del Gobierno israelí en un momento en el que aumentan los llamamientos a elecciones anticipadas. Un 38% de la población quiere que se celebren “cuando acabe la guerra” y un 33% directamente en tres meses, el mínimo legal para organizarlas si se convocasen hoy, según el último Índice de la Voz de Israel, el sondeo difundido este martes por el centro de análisis Instituto Israelí para la Democracia.

Los aliados ultraderechistas de Netanyahu amenazan con abandonar el Ejecutivo si el canje sale adelante en los términos en los que se estudia. Por el contrario, la oposición presiona a Netanyahu a apostar por él. Lo hacen desde dentro aquellos que se unieron al Gobierno de concentración creado ex profeso para la guerra. Y, desde fuera, el anterior primer ministro, Yair Lapid, que ofrece día sí y día no a Netanyahu una “red de seguridad” sin condiciones para sacar adelante el canje, bien entrando a la coalición para compensar la salida de la ultraderecha, bien con sus votos en el Parlamento.

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