Hilda Tenorio, torera y abogada mexicana, una incansable y constante lucha contra la adversidad | El toro, por los cuernos | Cultura

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“Yo estaré loca…, pero feliz”. “Debo regresar porque no me gustaría que la historia dijera de mí que me retiró un toro”. “Alguien me mandó decir que estaba perdiendo mi vida en los toros, pero yo pienso que no, que estoy viviendo mi vida en los toros”.

A Hilda Tenorio, una abogada mexicana que dejó su trabajo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación para perseguir su pasión, una mujer menuda, con voz queda, pero de apabullante determinación, se le nota eufórica porque este sábado, 21 de octubre, va a protagonizar un hito trascendental en su vida: mañana reaparece en la plaza de toros de Morelia, su ciudad natal, cuatro años y medio después de que, a primeros de mayo de 2019, un toro le partiera literalmente la cara cuando lo recibió de rodillas junto a las tablas.

Horas antes de su vuelta a México, después de varios meses de estancia en España en los que no ha conseguido torear como era su objetivo, Tenorio repasa su vida, enumera las continuas lesiones en sus rodillas y las dos cornadas en el rostro -las únicas que ha sufrido, y la primera de ellas, en sus inicios, le afectó al nervio facial por lo que no puede levantar la ceja izquierda- que han ralentizado su carrera, pero no mermado su pasión por ser torera.

“Creo que me queda algo por hacer en los toros”, comenta la torera, “y ahora vuelvo a mi país para empezar de nuevo, porque así ha sido mi carrera: volver a empezar varias veces”.

La vida taurina de Hilda Tenorio está cimentada en un rosario de lesiones; hasta siete veces ha pasado por el quirófano por problemas en sus rodillas

La verdad es que la vida taurina de Hilda Tenorio está cimentada en un rosario de adversidades. Tomó la alternativa el 28 de febrero de 2010 en la plaza Monumental de México, -la primera mujer que recibía los trastos de matadora en la capital del país-, y siete de los trece años transcurridos ha estado de baja, y entregada a la recuperación de los tropiezos sufridos.

Ha toreado poco, entre 60 y 65 corridas según sus cálculos, pero sigue convencida de que debe volver a intentarlo. Y el punto de partida es mañana, en la plaza de Morelia, con toros de Begoña para los rejoneadores Andy Cartagena y José Funtanet, y las toreras Paola San Román e Hilda Tenorio, un festejo a beneficio del Centro Estatal de Atención Oncológica y la lucha contra el cáncer de mama.

Hilda Tenorio nació en el seno de una familia preocupada por el estudio, -su padre es médico y sus dos hermanos mayores, biólogo uno y abogado como ella el otro-, dice que fue una alumna aplicada, y cuando quiso aprender el oficio taurino, a la edad de 12 años, se encontró con un manojo de 100 entradas que debía vender para costear el becerro necesario para el aprendizaje.

Ni ella era buena vendedora ni sus vecinos creían que aquella niña pudiera ser torero, de modo que era su padre quien costeaba la vocación de la hija; hasta que un anunció en la prensa le permitió formar parte de la ‘cuadrilla de niños toreros’, junto a Joselito Adame, El Payo, Arturo Saldívar y Pepe Murillo, con los que llegó a participar en 48 festejos menores, antesala de su debut con picadores en la Plaza México el 10 de octubre de 2003.

“Siempre he contado con el cariño del público, y a la gente le sorprendía que fuera la única mujer que ponía banderillas, lo que, sin duda, me ayudó en mis comienzos”, afirma Tenorio.

Hilda Tenorio, en una imagen reciente, durante su estancia en Madrid.

Lideró el escalafón novilleril durante dos años, fue la triunfadora durante dos temporadas en Plaza México, lo que le valió para que la empresa le ofreciera la alternativa en el ciclo 2005/6, sin fecha concreta.

Pero el destino le tenía preparado un plan muy diferente: en las novilladas preparatorias sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, y ese fue el comienzo de un rosario de lesiones que la tuvieron tres años alejada de los ruedos.

“De tener 20 novilladas firmadas en 2005 y la alternativa en puertas al olvido de 2008; es duro, y pensé seriamente en abandonar”, recuerda la torera.

Pero Hilda Tenorio siguió adelante, volvió a triunfar en la México y en su ruedo accedió al escalafón superior el 28 de febrero de 2010, y un mes después acabó la carrera de Derecho.

Ha vivido varios meses en España, pero no ha conseguido su objetivo de torear, al menos, en un festival

Finalizó los estudios, pero se abonó a continuas lesiones en las rodillas que le obligaron a pasar siete veces por el quirófano. Ella cuenta que solo en una ocasión la causa fue un golpe durante la lidia, y las demás las achaca al entrenamiento extremo al que se sometía para destacar con las banderillas y a algún erróneo consejo médico.

A pesar de esos duros contratiempos se encerró con seis toros en la plaza de Tepotzotlan el 15 de mayo de 2016 lo que revitalizó su cartel y le facilitó seguir toreando. Así hasta el 3 de mayo de 2019, cuando en la plaza El Relicario de Puebla se encontró con el toro ‘Querido viejo’, al que quiso recibir de rodillas pegada a tablas y sufrió una tremenda cornada en la cara que le produjo hasta 17 fracturas, de modo que tuvieron que colocarle 18 placas y 2 mallas que le sostienen los ojos.

“En un primer momento, no se le dio la debida importancia”, comenta, “quizá porque tengo muy alto el umbral del dolor, pero una tomografía reveló que el pitón se quedó a un centímetro del bulbo raquídeo, que fue lo que me salvó la vida”. “No llegué a perder la conciencia, y recuerdo la insistencia de la enfermera para que no me durmiera, y yo tenía mucho sueño y tranquilidad, que para mí era como la antesala de la muerte”.

“Después, pensé que si hubiera muerto, cuántas cosas me hubiera faltado por vivir”, prosigue la torera. “Quizá, por eso, ahora no me privo de pequeños gustos”.

Y uno de ellos ha sido probar suerte en España de la mano del empresario y apoderado Manuel Martínez Erice, a quien Hilda Tenorio considera su amigo y protector. Aquí ha vivido varios meses, pero ha ido poco al campo y no ha podido participar, siquiera, en un festival.

Ya no pone banderillas porque el sufrido mapamundi de sus rodillas se lo impide, pero mantiene intacta la ilusión. “Esta es mi vida”, ha repetido más de una vez, “yo tomo las riendas y asumo los riesgos que conlleva hacer lo que me gusta. El toro es el que me está dando vida”.

Pregunta. ¿Ha pensado en volver a la abogacía?

Respuesta. “Esa posibilidad siempre está ahí, pero para ser torera solo hay una edad. Creo que tengo el oficio suficiente para intentarlo de nuevo. Las leyes pueden esperar”.

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