Cuarenta años después de las “guerras de las galaxias”, el supuesto desarrollo de armamento para el espacio con el que la Administración de Ronald Reagan (1981-1989) aspiraba a forzar un gasto excesivo en defensa de Moscú y, con ello, la quiebra económica de la Unión Soviética, Rusia cuenta ahora con un novedoso “sistema de armamento antisatélite”. Así lo ha confirmado la Casa Blanca, un día después de que el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes alertara sobre una “grave amenaza de seguridad nacional”. La oficina presidencial ha tratado de restar importancia al proyecto, que se ha filtrado en momentos en los que Washington se encuentra inmerso en un profundo debate sobre a dónde debe dirigir su política exterior: si debe mantener una perspectiva global o si, como opina el expresidente Donald Trump, debe dar un golpe de timón hacia el aislacionismo.
La alerta “concierne a un sistema de armamento antisatélite ruso”, ha confirmado el portavoz para asuntos internacionales de la Casa Blanca, John Kirby, este jueves en una rueda de prensa en la que no ha aludido a que la nueva arma fuera nuclear, como habían planteado algunos medios estadounidenses. El alto cargo ha tratado de llamar a la tranquilidad: aunque los planes rusos son “preocupantes” —ha reconocido— ese sistema “no está activo” y “no hay una amenaza inmediata contra la seguridad de nadie. No estamos hablando de un arma que se pueda usar para atacar a seres humanos o causar destrucción física”.
“Tomamos la amenaza muy en serio”, ha agregado el portavoz, que asegura que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ha encontrado puntualmente informado del caso. El inquilino de la Casa Blanca ha ordenado una serie de pasos, incluidas sesiones informativas con los parlamentarios en el Congreso y contactos diplomáticos con Rusia y con los socios y aliados de EE UU, así como con otros países.
La existencia de los planes rusos es algo que los servicios de espionaje estadounidenses seguían de cerca desde hace meses, según ha precisado Kirby, y que recientemente se había comunicado a varios congresistas especializados en el área de inteligencia. El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, había convocado para este jueves una reunión con el llamado “grupo de los ocho”, los legisladores de mayor rango para asuntos de inteligencia en ambas cámaras, para abordar ese proyecto; un indicio de los rápidos avances de la tecnología militar rusa en los frentes bélicos del futuro: el espacio, la inteligencia artificial y las armas autónomas.
Según ha informado The New York Times, el proyecto ruso es un sistema nuclear que desde el espacio podría destruir satélites de comunicaciones civiles, de espionaje y vigilancia y de coordinación y control militar, tanto de Estados Unidos como de sus aliados. “Por el momento, Estados Unidos no cuenta con la capacidad de hacer frente a un arma así y defender sus satélites”, ha declarado un antiguo alto cargo al periódico.
La alerta sobre el caso saltó el miércoles, cuando el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el diputado republicano Mike Turner, emitió un críptico comunicado en el que avisaba de una “amenaza grave contra la seguridad nacional” estadounidense y pedía que se desclasificara toda la información relacionada con ella, para “poder abordar abiertamente las acciones necesarias para responder a la amenaza”. El lunes, el comité había aprobado casi por unanimidad divulgar los datos con los que contaba al resto de los legisladores en el Capitolio.
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El aviso de Turner causó un profundo malestar en la Casa Blanca, donde se puntualiza que desclasificar esa información pondría en peligro fuentes de inteligencia muy valiosas. Sullivan, que precisamente el miércoles comparecía ante los medios para tratar sobre otro asunto, la ayuda a Ucrania, mostraba su extrañeza ante el paso del republicano. “Me sorprende que el comité haya planteado la cuestión en público antes de una reunión conmigo, con los responsables de Defensa y de Inteligencia”, comentaba.
Turner ha justificado su decisión al asegurar que el comité “trabajó en consultas con la Casa Blanca para notificar al Congreso sobre esta amenaza de seguridad nacional” y la Casa Blanca está de acuerdo en que se trata de un asunto “serio”.
Pero su comunicado de prensa se daba a conocer en un momento especialmente delicado en el Congreso y en la política exterior de Estados Unidos. El Senado ha aprobado esta semana un proyecto de ley que asigna 95.000 millones de dólares (88.000 millones de euros) a la seguridad nacional, una cantidad en la que se incluyen 60.100 millones para Ucrania y 14.000 para Israel, tras cuatro meses de negociaciones. La medida ha pasado ahora a la Cámara de Representantes, donde su futuro es incierto: una mayoría formada por el grupo demócrata y legisladores moderados republicanos apoya el auxilio al país invadido. Pero una parte cada vez mayor de la bancada republicana lo rechaza, alineándose con las tesis de Trump, el previsible candidato republicano en las elecciones presidenciales de noviembre. El presidente de la Cámara, el republicano Mike Johnson, no tiene intención de presentar el proyecto de ley a la votación del pleno.
La disputa en torno a la ayuda a Ucrania encapsula un debate mucho más amplio, que estalló durante el mandato de Trump y que parecía resuelto en los primeros años del mandato de Joe Biden: cuál es el papel de Estados Unidos en el mundo y cómo debe responder a la amenaza que representan rivales como Rusia, China u otros países autoritarios. El expresidente republicano, que durante su mandato practicó, o amenazó con practicar, una política aislacionista, dejaba claro el fin de semana que su posición no ha cambiado. En unas declaraciones que han dado la vuelta al mundo —y sembrado la preocupación entre los socios europeos de la OTAN— apuntaba su disposición a dejar que Rusia “haga lo que diablos le dé la gana” con los miembros que no inviertan el 2% de su PIB en defensa. También se ha declarado en contra de toda ayuda al extranjero que no se produzca en forma de préstamos.
Por el contrario, Joe Biden ha calificado las declaraciones de Trump de “estúpidas” y “peligrosas”. El presidente demócrata defiende la implicación global de Estados Unidos como necesaria para la seguridad nacional de la primera economía del mundo. Y parte de esa implicación pasa por mantener la ayuda económica y militar a Ucrania en su lucha contra la invasión rusa.
En este contexto, varios diputados republicanos han reclamado a Johnson que abra una investigación sobre la decisión de Turner de emitir una alerta pública. El legislador por Tennessee Andy Ogles ha acusado a su colega de tratar de bloquear una reforma de los poderes de los servicios de inteligencia en la que trabaja la Cámara de Representantes. “Su acción, como mínimo, representó un error de juicio y, en el peor de los casos, un quebranto de la confianza, inflada por la búsqueda de objetivos políticos”, ha apuntado.
En Rusia, el Gobierno de Vladímir Putin se pronunciaba en términos similares y atribuía la alerta al interés de Washington en aprobar la ayuda a Ucrania. El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, sostenía: “Es obvio que Washington intenta forzar al Congreso a votar sobre el proyecto de ley de ayuda (a Kiev) sea como sea”.
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