La guerra de los niños | Opinión

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Da igual a donde miremos, en la guerra entre Israel y Hamás los niños están por todas partes. Son casi la mitad de los 15.000 muertos en Gaza bajo las bombas, y muchos de los amputados y de los sepultados bajo los escombros; al menos 29 murieron en los ataques de Hamás del 7 de octubre; están entre los rehenes israelíes liberados y los presos palestinos excarcelados por el Gobierno israelí. Los vemos saliendo de la Franja para no volver jamás a casa y en Israel esperando a sus familiares retenidos. El cirujano Ghassan Abu-Sitta, palestino británico, acaba de volver al Reino Unido después de trabajar en Gaza e insiste en que esta es una guerra contra la infancia.

Hace ya un mes, la ONG Save The Children dijo que en los ataques de Israel habían perdido la vida más niños que en todas las guerras del mundo juntas en los últimos tres años. Desde entonces, la cifra ha ido aumentando y a los trabajadores humanitarios se les agotan las metáforas: la Franja es una tumba inmensa de críos. Gaza es un infierno. No han visto nada igual. Sus padres no pueden protegerlos, sus escuelas ya no existen. Los médicos no tienen cómo curarlos.

Algunos menores se han convertido en símbolos internacionales, como Abigail Edan, la primera rehén estadounidense-israelí liberada por Hamás. Acaba de cumplir cuatro años y vio cómo la milicia islamista mató a sus padres antes de secuestrarla. El presidente estadounidense, Joe Biden, se centró en ella para presionar al Gobierno de Netanyahu por un alto el fuego temporal. Del lado palestino, las víctimas son tantas que paradójicamente el mundo no les pone cara. La excepción es Ahed Tamimi, que ya tiene 22 años y ha pasado por la cárcel varias veces. Este miércoles fue una de las presas liberadas a cambio de rehenes. Con solo 11 años, Tamimi llamó la atención de los medios internacionales por enfrentarse a los soldados israelíes con el puño en alto. Desde entonces es una de las activistas más conocidas contra la ocupación ilegal de los colonos y los abusos del ejército contra los menores palestinos. Porque aunque Israel haya liberado a algunos, cientos de niños y adolescentes siguen en la cárcel sin saber por qué, detenidos sin cargos ni juicio.

Mientras los políticos trabajan por extender la tregua, los chavales aprovechan y viven. Achuchando a sus mascotas en Israel, chapoteando en la playa de Gaza sin miedo a que les disparen. Hay que pensar en todos ellos para perfilar el día después. Israel tiene una infraestructura fuerte para acompañar a sus menores, pero los palestinos no. Un adolescente de 15 años de Gaza ha vivido ya cinco guerras entre Israel y Hamás. Aunque solo pensase en lo militar, la mejor estrategia de futuro para Israel es apoyar a esos niños, no abandonarlos.

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