Murakami no tuvo tiempo de correr en Gijón: las diez claves de un movimiento unipersonal | Cultura

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El escritor japonés Haruki Murakami, el miércoles durante el encuentro con club de lectores en el teatro Jovellanos de Gijón.ÓSCAR CORRAL

Murakami suele correr allá donde va, salir con su chándal y deportivas a dejar descansar la cabeza mientras su cuerpo se esfuerza, se fortalece y adquiere bríos para sumergirse después en la intensa actividad que para él es escribir. Nos lo contó de sobra en De qué hablo cuando hablo de correr y lo ha contado estos días en Asturias, adonde viajó el lunes para participar en varias actividades previas a la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Pero en Oviedo, al menos hasta el viernes, el autor japonés aún no había corrido. Demasiada gente, demasiado lío alrededor. Lo que sí ha hecho es comer, comer pescado. Suponemos que no tanto como para escribir un nuevo ensayo bajo el título De qué hablo cuando hablo de comer, pero sí como para contárselo a la audiencia de 1.000 personas que se desvivió el miércoles por escucharle y aplaudirle en el teatro Jovellanos de Gijón. Al autor japonés ungido con el premio Princesa de Asturias de las Letras 2023 le ha encantado el pescado fresco y la cocina asturiana. No sabe nada, el hombre.

Murakami, nacido en Kioto en 1949, no es Meryl Streep, galardonada con el Princesa de Asturias de las Artes, que ha bailado al son de las gaitas y seducido a quienes se la han cruzado por Asturias, sino que cultiva los silencios, mide hasta el extremo las palabras, los posados, las comparecencias y administra sus respuestas con un laconismo que es el espejo inverso de sus prolijas y extensas novelas. Así lo demostró también el miércoles en su encuentro con 92 clubes de lectura llegados de muchas partes de España y que, quien esto firma, tuvo el honor de moderar. Demostró que es un fenómeno de masas.

El escritor de libros como Tokio blues, 1Q84, Kafka en la orilla, De qué hablo cuando hablo de escribir o la antes citada sobre su afición a los maratones, repasó los hitos que han compuesto el andamiaje de su obra. ¿Que le han considerado el padre del realismo mágico japonés? Murakami lo desmiente, huye de las etiquetas y de todos los ismos salvo de uno solo: el murakamismo. Es el único que admite para definir su literatura. “Ese es mi negociado”. Mi business, dijo en inglés. Ese universo comienza cada día a las 4.30 de la mañana de esta manera: “Me preparo el café, lo tomo, me siento delante del escritorio y me digo: ¿Cómo va a avanzar la historia hoy? Si supiera el final me aburriría”, aseguró. A partir de ahí comienza un trabajo y una obra de la que aquí vamos a intentar elaborar las claves. El decálogo de ese movimiento unipersonal:

1. Lo surreal, lo onírico. Murakami se ha especializado en abrir caminos paralelos a la realidad, en descubrirnos pliegues invisibles donde habitan fantasías que afectan a sus personajes y que van encajando con sus vidas comunes. Suele ocurrir poco a poco, sin que una hecatombe o desastre hayan provocado el cambio y eso lo hace más sorprendente. Muy eficaz. Los protagonistas de 1Q84, por ejemplo, se encuentran con que de repente habitan en un mundo donde salen dos lunas por la noche, algo que solo ellos ven mientras el resto de los comunes ven una. En el cambio de agujas que hace trastocar sus planes y los del mundo surgen fisuras peligrosas que obligan a replantear la vida entera. Y lo surreal se vuelve verosímil.

2. La imaginación de Murakami es desbordante y supera una y otra vez, libro a libro, las fronteras conocidas. Si George Orwell creó el Gran Hermano en 1984, él ha creado la Little People, seres diminutos que buscan la grieta para entrar en nuestro mundo y alterarlo. Y muchas criaturas más.

Haruki Murakami saluda a Felipe VI, durante la recepción de los Reyes a los galardonados en el hotel Reconquista de Oviedo este viernes.
Haruki Murakami saluda a Felipe VI, durante la recepción de los Reyes a los galardonados en el hotel Reconquista de Oviedo este viernes.ANDRÉS BALLESTEROS (EFE)

3. La congoja, el desconcierto, el vacío, el desarraigo son los sentimientos más presentes en sus personajes, abatidos en general por unas relaciones frías con su entorno en las que la soledad se abre paso entre las grietas de la incomunicación. Sin desmentirlas, el autor sin embargo prefirió en Gijón definirse con otra: el humor. Será el punto 10.

4. El abismo. Los personajes de Murakami, habitualmente jóvenes y en la treintena, suelen encontrarse ante encrucijadas que trastocan su vida y en las que deben elegir un camino. Alguno de ellos suele ser el abismo. Y ese peligro introduce siempre una zozobra incómoda que atrapa eficazmente al lector.

5. La cultura popular y occidental. Se dice que Murakami es el menos japonés de los autores de Japón y que conecta precisamente con los jóvenes y lectores en general de decenas de países por su capacidad para unir sus universos mentales con una cerveza Heineken, un Billy Jean de Michael Jackson, canciones de Louis Armstrong, el barroco de Bach o innumerables referencias al cine de Hollywood. Él mismo regentó un club de jazz y tuvo una tienda de discos con su esposa, con la que está casado desde hace 53 años. De lecturas muy versátiles, ha bebido de Brautigan, de Vonnegut, de Fitzgerald, de Salinger, de Dostoievski o de García Márquez. Y se nota.

6. La musicalidad. Murakami escribe como si tocara un instrumento, bajo un ritmo y un sonido interior que deja fluir como un concertista de jazz, suele decir. Persigue el destino de sus personajes como lo hace el lector. Con la misma curiosidad arrastrada por la melodía que ha sido capaz de crear.

7. Gatos, lunas, cuervos. Algunos elementos como estos se han hecho míticos del murakamismo. Son recursos que el autor utiliza para introducir otras posibilidades, para crear voces fantásticas que pueden ayudar a los protagonistas a seguir en su camino o para generar una mirada ajena sobre lo que está sucediendo.

8. Lo desagradable, lo cruel. Murakami disfruta escribiendo y en Gijón aseguró que nunca sufre al hacerlo. “Yo escribo cuando quiero escribir, solo en esos momentos. Cuando no me apetece no lo hago. Así que siempre que escribo, disfruto muchísimo”, aseguró. “Siempre escribo con mucha ilusión. El placer es tanto para el escritor como para los lectores”. Lamentó sin embargo el mal rato que les hace pasar cuando incluye descripciones detalladas de violencia, suicidio, abusos sexuales o incesto. Es la realidad del mundo.

9. Lo aleatorio, lo imprevisible, lo caótico. Precisamente porque nunca nada es lo que se espera en los libros de Murakami, la brújula injertada en ellos traslada al lector a lugares que no había previsto. Sus desarrollos son siempre arbitrarios, pero los hace creíbles.

10. El humor. El autor demuestra un sentido del humor automático en las relaciones cara a cara y asegura que esa ―el humor― es la característica de su literatura. Hacer llorar es fácil, suele decir, y hacer reír es mucho más complicado. El público de Gijón se rio a rabiar ante sus respuestas. “El sentido del humor es muy importante, más que la agonía. Si podemos usar el sentido del humor, todo irá bien”. El de su literatura, sin embargo, para quien esto escribe, está aún por descifrar.

Murakami terminó el acto de Gijón anunciándonos que en 2024 publicará en España su último libro, escrito en las difíciles condiciones de aislamiento de la pandemia y terminado cuando ya había empezado la guerra de Ucrania. “No salen la guerra ni el confinamiento”, aseguró, “pero están ahí”. Será La ciudad y sus muros inciertos y se publicará en Tusquets, como toda su obra. Habla de las murallas, nos adelantó, que nos acogotan. El hombre que ha leído cuatro veces Los hermanos Karamazov, amante de entregas extensas como las suyas, promete continuar. No sabe qué retos y proyectos abordará en el futuro, concluyó, pero llegarán. Le llegarán directamente a sus manos como siempre ha ocurrido, dijo. Y ahí estará levantado, con el café listo, para convertirlas en libros.

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