El último mensaje enviado en la mañana del miércoles quedó sin respuesta. “Buenas Refaat, solo quería saber cómo estáis tu familia y tú…”. Varios conocidos informaron el jueves a través de las redes sociales de la muerte en un bombardeo israelí en Ciudad de Gaza del profesor y escritor Refaat Alareer, de 44 años y padre de seis hijos. Un amigo íntimo confirmó a EL PAÍS que ese ataque tuvo lugar el miércoles en la vivienda donde se resguardaba y que junto a él perdieron la vida un hermano, una hermana y cuatro hijos de esta. Ya son más de 17.000 los muertos en Gaza, según las autoridades locales. La mujer e hijos de Alareer están a salvo, añadió la misma fuente.
El propio profesor informó el lunes, dos días antes de morir, de que estaba cambiando de refugio en medio de intensos bombardeos en el barrio de Shujayia, donde quedaban atrapados varios hijos y otros familiares, según su perfil de X (antes Twitter). “Están mandando a Gaza 100 años atrás”, denunciaba Alareer en una entrevista el 6 de noviembre, comparando el nivel de muerte y destrucción en la Franja con el de la II Guerra Mundial. Gaza, aseguraba entonces, “ha dejado de ser un campo de concentración para convertirse en un campo de exterminio”. Por los problemas de comunicación en el enclave, las preguntas fueron respondidas a través de notas de voz y con el sonido de las bombas y los drones israelíes de fondo.
En aquellos mensajes de hace un mes, este profesor de Literatura de la Universidad Islámica de Gaza, una de las muchas instituciones bombardeadas, advertía de la gravedad del empleo del “hambre como arma de guerra”, uno de los principales problemas que afronta la Franja mientras se adentra en el tercer mes de contienda tras el ataque de Hamás a Israel el pasado 7 de octubre, que causó, según Israel, 1.200 muertos. Así lo expresaba: “Los palestinos de Gaza están muriendo de hambre. Apenas tenemos ni comida ni agua porque Israel bloqueó todo. (…) Se trata de un exterminio sistemático, de la limpieza étnica de los palestinos en Gaza. Esta es la continuación de la limpieza étnica israelí que comenzó hace más de 75 años”, señalaba en referencia a la creación del Estado israelí en 1948.
La muerte de Alareer termina también con su actividad en las redes sociales y su intervención en diversos medios de comunicación. El mismo 7 de octubre, el profesor justificó la matanza en la cadena británica BBC refiriéndose a ella como un acto de resistencia “legítima”, algo que ha sido criticado en la prensa israelí, que también ha informado de su muerte. Su postura, no exenta de críticas y rifirrafes en las redes sociales, es la que supuestamente ha llevado a Israel a cometer un ataque “intencionado” contra él, opina el amigo que confirmó su muerte. Los países occidentales y árabes “quieren que los palestinos sean silenciados, que dejen de pedir y luchar por la libertad”, dijo el escritor en la entrevista.
Alareer describía la supervivencia bajo las bombas que le han costado al final la vida como una lucha diaria por lo más básico. “Nos quedan algunas latas que pueden durar probablemente una semana. Estamos comiendo menos de una cuarta parte de lo que solíamos. No me he duchado en 10 días para ahorrar agua”, detallaba. “Israel ha intensificado los ataques contra todo lo necesario para sobrevivir. Bombardea panaderías y ambulancias, mata a funcionarios de la ONU, ataca escuelas, universidades, hospitales, carreteras, líneas y postes de electricidad, tuberías de agua…”.
Alareer abanderó como editor la publicación hace una década del libro Cuentos de jóvenes escritores de Gaza, que recoge una quincena de relatos relacionados con la operación militar que desarrolló Israel en 2008 en la Franja y que se conoce como Plomo Fundido. También era uno de los fundadores de la plataforma We are not numbers (No somos números), que pone nombres a las víctimas que reflejan las estadísticas.
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Ronroneo de los drones
Por momentos, la voz se le quebraba y advertía del incesante ronroneo de fondo de los drones sobrevolando la vivienda, que describía como un martilleo psicológico. “Los niños son los que más sufren. Los gritos y el llanto… Quiero pasar todo el tiempo llorando. Soy padre. Soy profesor. Tengo 200 estudiantes por los que me preocupo. Trato de protegerlos, de proporcionarles todo lo que necesitan. Y no puedo proteger a esas personas. Estoy desesperado. He perdido mi sentido de la paternidad porque no puedo protegerme ni a mí mismo, ¿cómo puedo proteger a mis hijos? ¿A dónde se supone que debemos ir?”, se preguntaba de manera retórica, consciente de que no había respuesta.
“Los israelíes han prometido destruir Gaza, convertirla en un aparcamiento, en una ciudad de tiendas de campaña para empujar a los palestinos al mar, al desierto del Sinaí”, comentaba en referencia a la idea que algunas autoridades israelíes han barajado de echar a los gazatíes a territorio egipcio. La impresión de Alareer era que el ejército de Israel entró en Gaza a algo más que a acabar con Hamás: “Es sistemático. El 90% de las personas han sido asesinadas en sus casas mientras dormían y hospedaban a otras personas. Israel está empujando a la gente a otras áreas fuera de sus hogares para que permanezcan en las escuelas. Y luego Israel bombardea las escuelas para que permanezcan en los hospitales, e Israel bombardea los hospitales”.
“Esto no tiene precedentes”, insistía al remarcar la soledad y el abandono de los palestinos ante “el mundo entero”, con Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania apoyando a Israel. “Esto no es una guerra. Esto es exterminio. Hay que llamarlo genocidio, un perfecto ejemplo de genocidio de libro”, aseguraba. Según las autoridades gazatíes, más de 17.000 personas han muerto ya en Gaza.
Con el acceso a Gaza prohibido por Israel a los reporteros, el profesor Refaat Alareer es uno de los que, tras varios intentos de imposible conversación telefónica, accedió a contestar a las preguntas a través de notas de voz.
“Estoy refugiado con mi familia y con algunos parientes. En el último mes, hemos tenido que mudarnos a diferentes áreas. Hace dos semanas, Israel bombardeó nuestra casa, donde estábamos hospedando a unos parientes. Éramos unas 30 personas, 25 de ellas niños y mujeres. Tuvimos que huir” primero a una escuela y después a otros lugares, relataba Alareer al tiempo que afirmaba que algunos vecinos no tuvieron esa suerte. “Una madre y dos de sus hijas estaban preparando el almuerzo cuando el misil cayó en la cocina y las mató”.
Hay apenas un par de momentos en los que se apartaba de su sentimiento de “desesperación”. “Como español que eres, será bueno decirle a la gente que soy un fanático del Barça. ¡Visca Barça! El fútbol es mi pasión. (…) Sigo muy de cerca la Liga española. Incluso, de vez en cuando, observo las notificaciones durante los bombardeos y sigo los resultados”. Después, agradecía a aquellos que, a contracorriente, se atrevían en la esfera internacional a defender a los palestinos, como esos miembros del Gobierno de España “que ahora no puedo recordar”, señalaba en aparente referencia a las entonces ministras Ione Belarra e Irene Montero. Instantes después, un nuevo estruendo dio por terminadas sus respuestas con “aquí tenemos otro bombardeo de fondo”.
En su último post en su perfil de X, publicado el lunes, dos días antes de su muerte, insistía en la idea repetida varias veces en la entrevista, de que EE UU, el Partido Demócrata y el presidente Joe Biden son cómplices del “genocidio que Israel perpetra en Gaza”. Por encima de esa publicación, como una oscura premonición, sigue fijado uno de sus poemas, publicado el 1 de noviembre. Se titula Si tengo que morir.
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