Túnez ha reactivado su colaboración como agente de fronteras de la Unión Europea. La decisión del país magrebí llega tras los desplantes de principios de otoño, cuando el presidente, Kais Said, tildó de “irrisoria” una ayuda financiera de 127 millones de euros relacionada con el pacto de lucha contra la migración irregular suscrito unos meses antes con Bruselas. El jefe de Estado canceló entonces una visita institucional de la Comisión Europea. Los desencuentros con la UE se tradujeron también en un menor control migratorio de la guardia costera tunecina.
Pese a las tensiones por la puesta en marcha del Memorando de Entendimiento con la UE, firmado en julio y patrocinado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, el pasado octubre la guardia costera tunecina reanudó sus actividades. Al mismo tiempo, el presidente Said limaba asperezas con Bruselas. Los datos demuestran que los guardacostas se relajaron en verano, justamente cuando más personas se lanzaban al mar.
Mientras durante los últimos ocho años la policía tunecina solía interceptar una media del 48% de todos los migrantes que salían de las costas del país, en julio, cuando se firmó el Memorando de Entendimiento entre Said y la UE, la cifra se redujo a un 15%. En agosto, las interceptaciones cayeron todavía más, a solo un 4%, y en septiembre volvieron a subir al 21%. En estos dos últimos meses, casi 20.000 personas llegaron a Italia desde las playas tunecinas y la ruta migratoria entre el país norteafricano e Italia se convirtió por primera vez en la más transitada del Mediterráneo central. De las más de 150.000 personas que han surcado el Mediterráneo Central en embarcaciones precarias desde el pasado enero, el 62% salió desde las playas de Túnez, según Frontex, la agencia de fronteras de la UE. Durante el pasado verano, cuando se batieron todos los récords, supusieron hasta el 87%. El resto partió de Libia, que antes era la ruta mayoritaria.
Semejante parón en la labor de los guardacostas tunecinos durante el verano rompió la tónica anterior, señala Matteo Villa, investigador principal del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Italia (ISPI), que desde hace años analiza el fenómeno migratorio entre ambos países. “Túnez ha sido muy activo en tratar de prevenir salidas irregulares. Si se miran los datos, habitualmente alrededor de la mitad de los que salen son devueltos”, afirma.
Sin embargo, en octubre, los porcentajes se invirtieron de nuevo y Libia volvió a ser el punto de origen principal. Los guardacostas tunecinos detuvieron al 82% de las más de 10.000 personas que intentaron emprender el viaje. En noviembre, al 54%. La reactivación coincidió con los planes anunciados en una carta de Von der Leyen al Consejo Europeo en la que anunciaba un proyecto para emprender nuevas asociaciones contra el tráfico de personas con Túnez antes de que finalice 2023 con el apoyo de las agencias Europol y Eurojust. Además, en un anexo se menciona que la UE ha proporcionado “combustible para apoyar las operaciones contra el contrabando” y que a mediados de septiembre se llevó a funcionarios tunecinos a la sede de Frontex para una “visita de familiarización”.
Además, la policía ha adoptado una política más agresiva contra los traficantes, según Romdhan Ben Amour, investigador especializado en migración del Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES). “Aplican una nueva política de perseguir a los talleres de fabricación de las barcazas. El objetivo pasa a ser sellar el mar”.
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El enojo de Said
El acuerdo no arrancó con buen pie. Said devolvió incluso 60 millones de euros transferidos por la UE, el excedente de un fondo asignado inicialmente a la lucha contra la covid-19. Esta decisión suponía una protesta por el retraso en la entrega de 150 millones de euros del acuerdo firmado en julio, que prevé en total unos 1.000 millones de euros en ayudas para frenar la inmigración irregular hacia Europa y para la recuperación financiera del país magrebí. Túnez atraviesa una delicada situación económica, motivada sobre todo por un elevado déficit público y la escasez de divisas. El anuncio de Bruselas a finales de septiembre de una primera ayuda de 127 millones llevó a Said a afirmar, en un comunicado, que se oponía a recibir esos fondos por considerarlos un acto de “caridad”. Días después, el Gobierno del país norteafricano canceló la visita de la delegación de la Comisión Europea.
Una fuente conocedora de las conversaciones entre Túnez y la UE asegura que el Gobierno de Said “recibirá los 150 millones de euros antes de final de año”, tal como figuraba en el compromiso alcanzado en verano.
El descenso de la vigilancia fronteriza durante las tensiones con la UE recuerda a las estrategias de presión a las que han recurrido terceros países como Turquía, Marruecos o Libia en el pasado para lograr determinados acuerdos o favores a cambio de controlar las fronteras, apunta Ben Amour. “Se puede ver una relación entre el estado de las relaciones entre Túnez y la UE, y el celo de los guardacostas”, sostiene. Coincide Francis Ghiles, investigador sénior del Centro Internacional de Documentación de Barcelona (CIDOB): “Los tunecinos están utilizando la migración como medio de presión. Lo hizo Marruecos hace tres años para que España cambiara su posición sobre el Sáhara”.
Un informe interno de Frontex también menciona ese marcado descenso en la llegada de embarcaciones clandestinas registrado a partir de octubre y lo achaca a la labor de los guardacostas. “Las actividades preventivas de las autoridades tunecinas han dado lugar a una disminución considerable de las salidas hacia Italia. Cualquier relajación de estas medidas provocaría un fuerte repunte del flujo migratorio tunecino”, se lee en el documento de Frontex. Con esta visión coincidió también la secretaria de Estado de Migraciones de la UE, Ylva Johansson, durante una rueda prensa a finales de noviembre.
Para Francesco Pasetti, investigador principal del área de Migraciones del CIDOB, la reacción de Said fue el resultado de unas políticas europeas “soberbias” e “irresponsables” hacia un Estado soberano. “En el memorándum se hablaba de 1.000 millones de euros, de los cuales solamente el 10% se dedica al control migratorio. El 90% eran medidas macroeconómicas para sanar la situación económica del país, pero hasta ahora lo único que ha llegado a Túnez es para el control migratorio, así que ahí se entiende su postura cuando Said dice que no son el gendarme de Europa. Pretenden que hagan lo que para Europa es una prioridad, cuando la situación del país de realidad les interesa poco”.
El acuerdo contempla la concesión de 1.000 millones de euros en ayudas vinculados a que el Gobierno realice las reformas impulsadas por el Fondo Monetario Internacional. Este es otro elemento de discordia con la UE, pues Said se resiste a firmar el crédito por una cuestión de soberanía nacional.
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