Yulia Navalnaya, esposa de Navalni: “Putin será castigado. Ese día llegará pronto” | Internacional

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Yulia Navalnaya, esposa de Alexéi Navalni, se subió este viernes al escenario principal de la Conferencia de Seguridad de Múnich tres horas después de que los servicios penitenciarios rusos informaran de la muerte de su marido en una cárcel. Traje oscuro, ojos vidriosos, pero entera en el gesto y en la voz, habló durante unos pocos minutos después de recibir un profundo aplauso de la platea, repleta de líderes políticos, militares y diplomáticos. “Quiero que Putin y su gente sepan que serán castigados por lo que han hecho a nuestro país y a mi familia. Serán llevados ante la justicia. Ese día llegará pronto”, dijo.

Navalnaya pronunció esas palabras en el mismo escenario en el que Vladímir Putin, en 2007, articuló un brutal discurso que ha pasado a la historia, en el que vino a Occidente a decir que rechazaba el orden global vigente, en el que de facto reclamaba esferas de influencia para una Rusia que él había estabilizado, en el que desfogó su descontento y avisó de lo que poco a poco iría pasando si Occidente no cedía. Occidente no cedió, abrió la puerta de la OTAN a Ucrania y Georgia. Pronto llegó la invasión de Georgia de 2008, luego la de Ucrania en 2014, la operación en Siria en 2015, la guerra a gran escala contra Kiev en 2022. Todo, de la mano de una incesante espiral de represión interna, de la que el esposo de Navalnaya, Alexéi Navalni, ha sido uno de los objetos principales. La pata externa e interna del proyecto de reconstrucción de Rusia como gran potencia basado en el uso de la fuerza sin contemplaciones.

Putin, en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de 2007. Johannes Simon (Getty)

“Estoy segura de que, en mi lugar, en este momento Alexéi habría decidido subirse a este escenario. No sé si debemos creer las terribles noticias que recibimos solo de medios oficiales. Durante muchos años, han mentido constantemente. Pero si es la verdad, quiero que Putin y su equipo sepan que serán castigados por lo que han hecho a nuestro país y a mi familia. Serán llevados ante la justicia. Ese día llegará pronto. Llamo a toda la comunidad internacional a unirse, combatir esta maldad, este régimen horrible”, dijo la esposa del opositor.

La lista es larga, desde la periodista Anna Politkvoskaia hasta el político Borís Nemtsov. La represión, el estrangulamiento de la frágil democracia que trataba de arraigar después de la caída de la URSS, está a la vista de todos, con episodios brutales. Los líderes occidentales salieron a manifestar la repulsa ante la noticia. Justo antes de Navalnaya, había hablado en el mismo escenario Kamala Harris, vicepresidenta de EE UU, criticando la brutalidad de Putin. Muchos otros se expresaron en términos parecidos.

Comunidad internacional dividida

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Pero la comunidad internacional a la que se dirigió Navalnaya está dividida. Una gran mayoría de países condenó en la ONU la invasión de Ucrania, pero solo medio centenar ha impuesto sanciones al régimen de Putin. Es un mundo fragmentado, en el que la calidad democrática se erosiona, en el que la capacidad de atracción de esa idea parece menguante, y en el que se van configurando polos que no parecen alterables por la muerte de un heroico opositor.

Los regímenes autoritarios como China, Rusia, Irán y Corea del Norte cierran filas. Los occidentales y las democracias de Asia-Pacífico, también, entre ellas, pero no logran estrechar lazos con el resto del mundo. Los países del sur global, un conjunto heterogéneo que incluye regímenes de varios tipos, rechaza sustancialmente alinearse, tomar posiciones, centrados en defender ciertos intereses, como obtener una justa compensación por los daños medioambientales causados por otros.

No mucho después del célebre discurso de Putin, en 2008, Occidente sufrió la terrible crisis financiera, con sus consecuencias en los años posteriores de descontento popular, auge de propuestas populistas, disfunción o directamente parálisis de los sistemas políticos, incluido el más representativo de entre ellos, Estados Unidos. En ese contexto, los grandes regímenes autoritarios se sintieron envalentonados en echar el pulso; otros, más motivados en guardar una equidistancia.

Esa es la platea a la que se dirigió Yulia Navalnaya, una en la que la fuerza tractora de la idea de democracia es menguante. Rusia encarna el desafío más directo y brutal a esa idea. En el mismo escenario, Putin avisó de que quería cambiar el orden mundial y, años después, firmaría declaraciones conjuntas con Xi Jinping afirmando que democracia y derechos humanos son conceptos relativos, que pueden declinarse de distinta manera según la historia y la cultura de cada nación.

¿Se alinearán más países con lo que representa el discurso de Navalnaya en Múnich en 2024? ¿O con lo que representa el discurso de Putin en Múnich en 2007? La respuesta definirá la suerte del siglo XXI.

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