Mientras Río de Janeiro ultimaba los detalles de la cena de Navidad, el hombre más buscado de la ciudad atravesó las calles vacías y tocó a las puertas de la sede de la Policía Federal acompañado de su abogada. Luis Antônio da Silva Braga, más conocido como Zinho, un temido miliciano que llevaba cinco meses siendo buscado por la justicia y acumulaba 12 órdenes de detención, se entregó en Nochebuena.
Su entorno llevaba negociando la rendición varios días, pero su aparición en la comisaría central de la Policía Federal, en pleno centro de Río, pilló a todos por sorpresa. Tras la burocracia de rigor, los agentes montaron rápidamente un dispositivo especial con 50 hombres que lo trasladaron 35 kilómetros al norte, a una cárcel de máxima seguridad en Bangu, en las afueras. Desde una celda de seis metros cuadrados y sin contacto con otros presos, Zinho afrontará en los próximos días unos interrogatorios que podrían ser decisivos para erosionar el poder de las milicias cariocas.
Las milicias son grupos mafiosos inicialmente formados por policías, militares o bomberos retirados que prometían seguridad y mano dura con los delincuentes a los vecinos de las barriadas de la periferia. A cambio, ejercían y ejercen todo tipo de extorsión, amenazas y cobros abusivos sobre servicios, desde el gas hasta la televisión por cable. Las investigaciones sobre Zinho apuntan que su milicia cobraba “tasas de seguridad” a todas las constructoras que quisieran colocar un ladrillo en los barrios de Campo Grande y Santa Cruz, los feudos de su grupo. Las obras públicas del Ayuntamiento no eran una excepción.
Con el tiempo, estas bandas parapoliciales han ido construyendo imperios locales a base de un férreo control social, sólidas redes de clientelismo y sangrientos ajustes de cuentas con los rivales. Zinho es el tercer líder de la familia en asumir el mando de esta milicia. El primero fue Carlinhos Tres Pontes, un exnarcotraficante asesinado en 2017 en una acción policial. El mando pasó entonces a otro hermano, Ecko, el artífice de la expansión de la milicia por la zona oeste de Río. En 2021, resultó herido al ser capturado, y cuando estaba siendo trasladado al hospital jugó su última carta: intentó robarle el arma a uno de los policías que lo custodiaba dentro de la furgoneta. Un colega reaccionó y le disparó en el pecho, según la versión policial. Ese día, Zinho estaba muy cerca de su hermano, escapó por los pelos. La última muerte de la Familia Braga se produjo en octubre de este año. Un sobrino conocido como Faustão, de 24 años y con 20 asesinatos a sus espaldas, fue abatido por la policía. Era la mano derecha de Zinho y su posible heredero. Como respuesta, Zinho mandó instaurar el caos. Ardieron 35 autobuses y un tren. Logró paralizar media ciudad, que sufrió durante horas con unos atascos monumentales.
Zinho tiene más de una decena de procesos pendientes, está acusado de delitos como homicidio, corrupción activa y pertenencia a organización criminal, que podrían culminar en más de 200 años de cárcel, según las cuentas de la prensa local. La Fiscalía cree que es él quien mandó matar a Jerominho, otro famoso miliciano (y exconcejal) que buscaba retomar el poder de la milicia que él fundó años atrás.
El mafioso más buscado de Río no se entregó a la policía en Nochebuena conmovido por el espíritu navideño. Estaba cada vez más acorralado y temía tanto a los mafiosos rivales como a la policía. De hecho, no se entregó a la Policía Militar ni a la Policía Civil (las dos corporaciones que suelen liderar las investigaciones en Río, en muchos casos con una violencia desmesurada, y donde él consideraba que podría haber milicianos rivales infiltrados). La Policía Federal, en cambio, tiene una mirada más externa y no está tan contaminada por las dinámicas locales.
Los agentes de esta corporación son los que dieron la puntilla al grupo de Zinho en las últimas semanas, atacando sobre todo su brazo político. Registraron el domicilio de la diputada regional Lúcia Helena Pinto de Barros, más conocida como Lucinha. A esta veterana de la política local (siempre una de las más votadas), los milicianos la llamaban “La Madrina”. Ella defendía sus intereses en la Asamblea Legislativa del Estado de Río y hacía de puente con el Ayuntamiento.
Ahora, se espera que con ella apartada del cargo y Zinho entre rejas, los investigadores puedan tirar del hilo. El secretario ejecutivo del Ministerio de Justicia, Ricardo Cappelli, confía en que el miliciano hable. “Una milicia como esa no se establece en Río de Janeiro, dominando casi un tercio del territorio de la ciudad, sin conexiones poderosas. Zinho tiene mucho que decir, esperamos que hable”, dijo a la cadena Globonews.
De cualquier manera, la entrada de Zinho en la cárcel no significa exactamente que las milicias estén siendo asfixiadas o que la zona oeste de Río, donde la milicia reina, pueda atisbar algo de normalidad. La expectativa ahora trata sobre cuán sangrienta será la batalla por ocupar su lugar. El imperio territorial que creó su hermano Ecko está cada vez más fragmentado, el Comando Vermelho (CV), la principal facción del narcotráfico, aprovechó esa debilidad para expandirse, y hay una larga lista de rivales con sed de venganza y de poder.