19 novelas negras para leer en el puente de diciembre y regalar en Navidad | Elemental | Cultura

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Con el frío definitivamente instalado en nuestras vidas es un buen momento para quedarse en casa y leer. Y nada mejor que un buen misterio para engancharse toda una tarde; también traemos varios clásicos de novela-enigma, un thriller judicial de altos vuelos y algunas de las mejores series de los últimos tiempos. Y otras sorpresas. Aquí hay de todo: de las editoriales más grandes y los autores más consagrados a los más pequeños y, quizás, desconocidos. Audiolibros, novelas gráficas… la lista es transversal. Todo eso y más, leído y analizado aquí para que elijan, compren y regalen bien, que la Navidad está ya a la vuelta de la esquina.

Pequeños e imprescindibles

El castillo de arena, Seicho Matsumoto (Libros del Asteroide, traducción de Marina Bornas). Hay que subrayar el gusto de esta editorial a la hora de rescatar este clásico de las letras japonesas y maestro del género policial. Es el cuarto libro que publican del autor de El expreso de Tokio y son todos una gozada para el amante de las historias reposadas, bien escritas, hiladas sin fallo y con una trama impecable. Ambiente y desarrollo clásico —con lo que Carlos Zanón llamaría en buen plan “parsimonia japonesa”— para esta historia en la que el entrañable y obsesivo policía Imanishi (también creador de haikus y coleccionista de bonsáis) se empeña en dar con el asesino de un hombre en una estación de de tren Tokio (siempre los trenes con Matsumoto) cuando ya todo el mundo se ha rendido. La presentación de las pruebas al lector, el ritmo, los diálogos… todo es delicioso en esta novela que tanto gustará, por ejemplo, a los fans de Jules Maigret (entre los que me incluyo). Su relación con un joven policía que lo admira y lo sigue aporta el toque necesario de emoción. El final no puede ser más clásico, con el bueno de Imanishi explicando todo el proceso criminal.

Llevar en la piel, Antonia Lassa (Nocturna). Esta novela no debería pasar desapercibida bajo ningún concepto, a pesar de todas las que hay en las librerías y de todas las que tenemos en este artículo. Una narración de estructura clásica (quién mató a la millonaria octogenaria que han encontrado con tremendos signos de violencia en un apartamento de Biarritz) sirve a la autora para presentar unos personajes peculiares (sin caer en el cliché estrambótico tan en boga) y muy sólidos. Ahí está ese comisario Cannone y, sobre todo, Albert Laren, un detective privado muy particular, expertos en vinos (como la autora), que trabaja en una caravana y lleva una vida llena de apuestas arriesgadas. Los personajes podrían parecer excesivos, pero están sostenidos con una prosa sólida y unos diálogos ágiles e inteligentes sin resultar pretenciosos. Es lo que ocurre un poco con toda la novela. Y se lee en una tarde, una maravillosa tarde.

Las cosas humanas, Karine Tuil (Adriana Hidalgo, traducción de Maya González). Atención a esta novela que ganó el Goncourt des Lycéens. Las primeras 80 páginas despistan y entretienen a partes iguales, con esa narración de cotilleo sofisticado que nos cuenta la historia de una familia (padre, madre e hijo) tan triunfadora como disfuncional. Entendemos esta inmersión en sus glorias y miserias en cuanto se desata el desastre. Había escrito en qué consiste, pero está demasiado avanzado en la novela como para que no sea un riesgo de destripe ponérselo aquí. Digamos que hay un hecho criminal y que eso pone patas arriba la vida del padre (el presentador de televisión más famoso de Francia) y la madre (una comprometida ensayista). La trama gira entonces hacia el drama judicial y los grandes temas de la época: el consentimiento, la mentira, el machismo, el racismo, el clasismo… Ya les aviso: nadie gana. Es bastante redonda.

Sin reproches, Daniel Woodrell (Sajalín, traducción de Ana Crespo). Si uno tiene una novela de Woodrell en la pila de libros pendientes, ha de ponerla bien arriba para leerla cuanto antes. Pero esta, además, es especial. En la página 30 descubro (yo, que no leo contraportadas) que se trata de otra aventura de René Shade, la que cierra la trilogía de los pantanos. Así que me siento y me olvido del mundo. ¿Por qué? Porque estamos ante el mejor ejemplo de country noir pero, también, ante muchas otras cosas: Shade y su familia disfuncional son personajes imposibles, a no ser que estén en manos de un maestro como Woodrell. El paisaje y el paisanaje de la zona son increíbles. El arranque, muy potente. La visión que da de la mafia rural y la white trash, descarnada y divertida. Podría seguir, pero pasemos a otro libro.

Palabras mayores: grandes nombres en plena forma

El camino de la resurrección, Michael Connelly (AdN, traducción de Javier Guerrero). Para los aficionados al maestro del policial contemporáneo, las novelas de Harry Bosch se dividen, por este orden de preferencia, en las del policía y gran personaje de su obra (qué potente inicio con Eco negro, seguida de la no menos buena Hielo Negro); las del policía con René Ballard (qué buenas son, qué gran personaje, qué emocionante es, por ejemplo, la última: Estrella del desierto) y las que Bosch comparte con Mickey Haller, su hermanastro, el abogado penalista y que tiene como oficina un Lincoln (sí, el de la serie de Netflix). A estas últimas novelas pertenece El camino de la resurrección, una piedra más en el impresionante trabajo que está haciendo Connelly para reflejar el siglo XXI en Los Ángeles a través de Bosch, el crimen y sus casos. Un aviso: si no han leído a este autor es probable que no sea la mejor para empezar, pero si quieren probar no hay problema, el maestro se apaña para que en todas las entregas tengas lo esencial de los personajes. En este caso, conecta directamente con la resolución del anterior libro y abre, a partir de eso, un abanico increíble de procedimental, novela negra pura, sociología del crimen y más. Haller le da algo más de espectacularidad a la trama mientras que Bosch aporta el punto de intensidad. Otra manera de ver al héroe, incluso como chófer de su hermanastro, mientras trata de hacer justicia con gente condenada injustamente y de no hacerse demasiado viejo demasiado pronto.

Holly, Stephen King (Plaza&Janés, traducción de Carlos Milla Soler). Razones para leer al maestro King hay muchas y no pocas coinciden con las esgrimidas en defensa de sus novelas negras. Me gustó mucho la trilogía protagonizada Bill Hodges (sobre todo en esa primera novela de la trilogía, Mr Mercedes, tan potente, tan malvada); pero ya veíamos ahí a Holly Gibney y King, que tanto sabe de literatura popular y lectores, también la estaba viendo. Hizo entonces que creciera dentro de la trilogía, que heredara Finders Keepers, la agencia de detectives fundada por Hodges, y que adquiriera su propio vuelo: primero, en La sangre manda (novela corta) y ahora en esta Holly que tiene todas las virtudes de las mejores obras del rey del terror: una estructura medida en la que nada es banal, grandes secundarios, dos o tres hilos narrativos paralelos a la trama principal que funcionan de maravilla y un personaje inmenso, esta Holly que ha vuelto a fumar, que sigue con su medicación y que trata de quitarse de encima la sombra de una madre terrible. Eso sí, sabe mirar al mundo de frente y le va a hacer falta porque está ante dos asesinos muy peculiares: dos ancianos de los que no diremos nada más. Si no han leído esta faceta negrocriminal de King, están de enhorabuena. Corran a por ella.

El problema final, Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara). Fiel a su estilo, Pérez- Reverte nos entrega una muestra de literatura popular que sabe leer el espíritu de los tiempos. Como fan de Sherlock Holmes, no me lo he podido pasar mejor. Pero esta novela con misterio de puerta cerrada en un hotel de una pequeña isla griega está muy lejos de ser un producto exclusivo para fans del personaje de Arthur Conan Doyle. El caso es sencillo: una joven se ha ahorcado en una estancia del hotel, pero nada, claro, es lo que parece. A partir de ahí, los diálogos entre Hopalong Basil (en realidad, el elegante y ya envejecido Basil Rathome, la imagen que la mayoría tenemos de Holmes gracias a su interpretación del detective en 15 películas) y un impagable Paco Foxá (un Watson de manual) escritor de novelas de quiosco (otro homenaje), mitómano, admirador y fiel escudero de Basil que no se puede creer que se encuentre metido en un misterio de verdad al lado de su ídolo son impagables; sirven, además, para sostener el ritmo y avanzar en la investigación. Las referencias (al género, a Holmes, a la historia del cine) que trufan todas las páginas son solo un placer más en un libro lleno de ellos.

John Banville
John Banville, en octubre en el centro de Madrid.Álvaro García

Las hermanas Jacobs, Benjamin Black (Alfaguara, traducción de Antonia Martín). Bueno, creo que es hora de decir basta a ese mantra que dice que “en las novelas de Black no pasa nada”. Bien es verdad que la acción en esta, la novena de la serie de nuestro amado patólogo Quirke, no empieza más o menos hasta la página 70, pero quien haya leído a Banville/Black sabe que por el camino y por el mismo precio se llevará un retrato impecable de la sociedad irlandesa de los cincuenta, varios personajes secundarios para la historia (Phoebe, la hija de Quirke, especialmente) y un invitado estelar, Stratford, un personaje nuevo con el que se cruza Quirke ante la decadencia de Hacket (su compañero más habitual en las anteriores) y que es una joya: abstemio, protestante, de clase alta. “Un imposible”, como me decía Banville hace unas semanas. Es una novela soberbia, qué les voy a contar a los que ya saben cómo se las gasta el caníbal de la literatura.

Dos italianos con mucha profundidad

Las bestias jóvenes, Davide Longo (Destino, traducción de Lara Cortés). Si con El caso Bramard (también en Destino) Longo se posicionó como uno de los grandes valores de la nueva novela negra italiana, con este título, el segundo de la serie, se ha consagrado. No hay nada que me disguste en este misterio tan bien dosificado, con un trasfondo político potente y una gran capacidad para mostrar, sin grandes discursos, las cloacas del Estado italiano. Si solo fuera eso… pero es que tenemos ante nosotros a Arcadipane, uno de los grandes personajes de la novela negra europea de los últimos años. Su protagonismo en Las bestias jóvenes ayuda a la novela a ser profunda y divertida a la vez. Bramard está retirado tras el caso de Otoñal, que casi lo destruye en la primera novela: es profesor, vive con la persona a la que ama, trata de olvidar. Longo es capaz de llevar de la mano al lector hasta la última página sin que este pestañee porque, además de todo lo dicho, la trama está cincelada, cada cosa está en su sitio, incluidas la emoción y la desilusión. Un policial de altura. Esperamos más.

Rencor, Gianrico Carofiglio (Duomo, traducción de Montse Triviño). Segunda entrega de la serie de Penélope Spada, antigua fiscal metida a peculiar detective, un personaje sin muchas estridencias pero del que el lector se enamora gracias a la capacidad del autor (también antiguo fiscal), para la ironía y la descripción del alma de sus personajes en tan solo unas cuantas frases. En esta novela Penélope acepta un caso que parece que no va a ninguna parte: la hija de un hombre poderoso, fallecido dos años antes, la contrata porque cree que su madrastra (una señora incluso más joven que ella) mató a su padre para quedarse con el dinero. Nada apunta a que haya ocurrido así, pero Penélope investiga, interroga (maravillosos diálogos) y va de un sitio a otro en un Milán retratado con cariño y sencillez. No hay nada extraordinario, tampoco acción, pero vemos cómo el personaje busca, se mete el caso en la piel, trata de comprender (y comprenderse) y nos quedamos en las páginas de esta novela hasta el final con gusto. Parece fácil, pero ya saben los buenos lectores del género que no lo es.

Dos regalos ilustrados

Blacksad, Todo cae (segunda parte), Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido (Norma). Vuelve la serie de cómic de género negro más premiada y reconocida de los últimos años y lo hace con un volumen que tiene todas virtudes de los anteriores: fuerza en el dibujo, tensión en el guion, frases memorables, imágenes para el recuerdo y un mundo antropomórfico basado en el Estados Unidos de los años cincuenta en el que, por un rato, nos olvidamos de todo. Hagamos de Díaz Canales y Guarnido lo que ya son en Francia: auténticas celebridades. ¿No lo han leído nunca? Hay un volumen integral con los cinco primeros libros perfecto para ponerse al día. ¿Lo han leído? No sé a qué esperan, corran, lo nuevo de John Blacksad les espera en su librería.

Combo de portadas de dos libros:
A la izquierda EL bar de Joe (Salamandra Graphic). Extraida de la página web de la editorial. A la derecha BLACKSAD 7. TODO CAE. SEGUNDA PARTE, sacada de amazon libros.

El bar de Joe, Carlos Sampayo y José Muñoz (Salamandra Graphic). Como ya ocurría con Alack Sinner —”que empezó siendo una obra de género para pasar a ocuparse del género humano”, en palabras de Muñoz— nos encontramos aquí con un álbum que va más allá de lo negro. Una obra oscurísima y no solo por el predominio casi aplastante del negro en el dibujo. Todas las historias tienen un trasfondo criminal —incluso aquellas como Wilkox y Conrad, por ejemplo, de las mejores y que solo al final se comprende— en un bar poblado de seres de ojos cansados (los mejores dibujos) e individuos de mala vida y peor destino. Todas corresponden al mismo hilo narrativo, incluso aparece por ahí el bueno de Sinner, o alguien que se le parece mucho. A veces, las narraciones son sincopadas, imagen a imagen, viñeta a viñeta. Otras, eso se acompañan de un nexo común que discurre por debajo. A pesar de todo lo que dicen y expresan, del barullo de algunos pasajes, Sampayo y Muñoz son unos maestros del silencio. Déjense llevar por su jazz turbulento.

Parejas, risas y espías

Teresa Cardona. Aquí vamos a hacer una pequeña excepción y a comentar los tres libros de la autora publicados en menos de dos años en España. En poco tiempo Cardona se ha hecho con un espacio dentro de la narrativa negrocriminal en nuestro país, si bien ya había publicado algunas novelas en Francia junto a Eric Damian. Su obra en español empezó con Los dos lados y Un bien relativo (las dos en 2022) y ahora llega la tercera entrega, La carne del cisne, todas ellas publicadas en Siruela. Están protagonizadas por la teniente de la Guardia Civil Karen Blecker y el brigada José Luis Cano y situadas en San Lorenzo de El Escorial y alrededores. Tienen un tono de novela negra clásica, sin violencia ni una acción excesivas, la parte procedimental está bien hecha y tienen una excelente ambientación. Hay, además, algún secundario delicioso (atención a ese Suárez). Esta entrega que ha llegado hace unas semanas como novedad a las librerías tiene todas esas virtudes ya citadas y da un giro acertado a la relación entre los dos guardias civiles protagonistas. La historia, centrada en temas muy actuales como la violencia contra las mujeres, funciona, pero a veces se atasca por el empeño de la autora en contarnos de forma directa demasiadas cosas de ciertos personajes a los que nos podríamos acercar, como ocurre con Bleker, de manera más orgánica. Si no les da la vida para meterse en tres libros, les digo que la segunda me parece la mejor, la más cerrada, en la que funciona de manera más eficaz esa estructura en dos tiempos que ahí adquiere en el final de su trama todo su sentido. Creo que la primera no está mal, pero queda anulada por su continuación, una historia situada antes en la cronología de la pareja protagonista y que funciona como verdadera primera novela en la que conocer a esta teniente Blecker, su vida en Centroeuropa, su relación con San Lorenzo de El Escorial y su pasado amoroso con Max y Philippe.

Combo libros

Las reglas de Londres, Mick Herron (Salamandra, traducción de Antonio Padilla). No nos cansamos aquí de recomendar a Herron y sus Caballos lentos (ese grupo de espías caídos en desgracia que trabajan en esa peculiar oficina que es “la casa de la ciénaga”) pero qué le vamos a hacer: sus novelas —esta es la quinta de la serie protagonizada por Jackson Lamb— tienen lo mejor del género de espías y un punto de vista irónico y lleno de humor difícil de igualar. En esta entrega nos metemos de lleno en una extraña conspiración con políticos populistas y el Brexit en medio. Vuelven a estar genial todos los personajes, pero sobre todo Lamb (¿quién no se imagina ahora a Gary Oldman, el protagonista de la serie de Apple Tv, cuando lo lee?) y la siempre elegante Diana Taverner. Parecía difícil superar la anterior, La calle de los espías, pero Herron lo ha vuelto a hacer. Sus protagonistas siguen perdiendo, incluso cuando ganan. Es impecable. En inglés ya van por la octava entrega, así que los fans de las novelas de espías estamos de fiesta.

Sobre la losa, Fred Vargas (Siruela, traducción de Anne-Hélène Suárez Girard). Como pasa con las series que me gustan y con los personajes con los que he ido conviviendo estos años, es abrir unas páginas de una novela de Adamsberg y estar como en casa. En esta novena entrega (más las tres historias cortas de Fluye el Sena) nos encontramos a Adamsberg investigando unas extrañas muertes ocurridas en un idílico pueblo de la Bretaña, cerca del castillo de Combourg, y con un descendiente de Chateaubriand (clavado al gran escritor) en medio de la trama. Del asesino pronto sabemos que tiene pulgas y que es un falso zurdo. Ahora bien, aviso a lectores desinformados: las apuestas de Vargas no son para cualquiera, hay que entrar en otro mundo, el suyo (con fantasmas, pisadores de sombras, fenómenos aparentemente sobrenaturales, sucesos en teoría inexplicables, citas cultas, referencias biológicas) hay que creer en la visión de Adamsberg, el policía que más veces ha dicho “no sé” en la historia de la literatura. En este caso, se entretiene demasiado en una trama criminal que lastra el desarrollo del misterio central, de la nota cálida de la investigación en el pueblo. Y casi no sale Danglard, el contrapunto perfecto de Adamsberg, que se queda en París. Esperamos ya la próxima historia a ver. Larga vida al comisario distraído.

Richard Osman, en el festival de Cheltenham en octubre de 2023.
Richard Osman, en el festival de Cheltenham en octubre de 2023.David Levenson (Getty Images)

El último en morir, Richard Osman (Espasa, traducción de Albert Fuentes). Reconozco que había dejado a los entrañables miembros del Club del crimen de los jueves precisamente en la novela que se titulaba así y que abrió una de las series más exitosas de los últimos años: más de diez millones de ejemplares vendidos. Vuelvo a ellos en el cuarto libro y me encuentro con que me siguen interesando, que me atrae la dureza de Elisabeth, antigua espía implacable, que me conmueve que su marido Steven tenga alzheimer y se dé cuenta y que su historia de amor vaya a terminar en el olvido. Esto último prueba uno de los aciertos de Osman: sabe meter algo de emoción en una novela que es pura diversión y lo mejor del cozy crime tan en boga. Los protagonistas, para quien no esté al tanto, son un grupo de jubilados que viven en un centro para mayores bastante apañado donde han montado un club que resuelve crímenes. En este caso, tenemos 100.000 libras en heroína que las mafias locales han perdido y quieren recuperar a toda costa y que ya ha costado la vida a un amigo suyo ¿Cómo se encuentran estos personajes con tantos crímenes como para no aburrirse? Bueno, hay que entrar en el juego de estas novelas, en eso y en alguna cosa más, pero si el lector lo consigue la diversión está garantizada. Además, el autor (de profesión, presentador de éxito en televisión) se apaña bastante bien con un juego múltiple de voces que dan dinamismo a la narración. Osman sabe cómo divertir al personal. La he escuchado en la versión audiolibro narrada por Marta Martín.

Un par de apuestas históricas

El infierno, Carmen Mola (Planeta). Los Mola se cambian a la novela histórica cuando salen de la serie de Elena Blanco, que les dio la fama y la gloria con el arranque de La novia gitana. Y aquí vuelven a hacerlo con una historia que también lo es de amor, pero que a la vez conserva parte de las virtudes de este trío: la trama está muy bien hilvanada, te quedas con los personajes (especialmente la lucha de Mauro y Leonor y la relación entre los dos) y está bien contextualizada en una Cuba convulsa, la de la década de los sesenta del siglo XIX, todavía con esclavitud y dependiente de la Corona española. Pero no estarían en este blog sino hubiera un componente criminal, y aquí son fieles a su periplo como trío literario: alguien (el demonio para los africanos, un antiesclavista para unos, un libertador para otros) está matando de manera brutal a ciertas personalidades de la isla, les abre el cráneo y, bueno, dejo los detalles escabrosos. (La próxima vez que hable con ellos, les pregunto por esta querencia por esa forma cruel de muerte, a la que no es la primera vez que recurren, con variantes) ¿Quién mata en La Habana y por qué? Esa es la pregunta que termina de rematar un conjunto narrativo que funciona. Es uno de los libros incluidos en este reportaje que me he escuchado, narrado por Alberto Mieza en Podium.

Les dejo aquí algunas de las claves de la novela con la que ganaron el Premio Planeta, que explican también por qué funciona esta.

La taberna de Silos, Lorenzo G. Acebedo (Tusquets). En un año con muchas novelas negras de calado histórico (¿demasiadas?) llega esta particularísima apuesta que se ha convertido en una de las sensaciones de la temporada, tanto para la crítica como para el público. No sabemos quién se esconde detrás del nombre que figura en la portada del libro, pero sí que se trata de alguien con estilo y voz, que convierte las andanzas de Gonzalo de Berceo (copista, experto en vinos) en un apasionante relato de misterio en la Castilla del siglo XII. Luchas entre las órdenes y el Vaticano, inestabilidad territorial, guerras, conspiraciones y venganzas dan un contexto turbulento a esta novela que sabe entrar en el género y utilizarlo. Berceo, enviado a copiar un manuscrito a Silos, se ve envuelto en una serie de asesinatos que ha de resolver si no quiere pagar con su propia vida. Le acompañan un extraño, borrachuzo y desafortunado peregrino (Lope) y una joven tabernera, dura, valiente, astuta (Leo, se llama, ¡qué personaje!). Enfrente, todo el poder de una iglesia en grado de corrupción progresiva y Aznaro, un clérigo armado, implacable y despiadado que completa el panorama. “He matado, he bebido, he mentido, me he equivocado tantas veces.. Y tengo miedo”, dice en un momento dado Berceo, ese clérigo, aventurero y protagonista que roza lo imposible. Lo que en otros es impostado fluye aquí de forma orgánica gracias al dominio del lenguaje del autor. Un gozo en muchos sentidos.

La paradoja islandesa

Ya se sabe que Islandia es uno de los países con la criminalidad más baja del mundo, lo que no quita para que hayan cultivado con pasión y acierto el género negro. Aquí dejamos la crítica del gran clásico del género, Arlandur Indridason. Había alguna más de esta nacionalidad por ahí, pero se me han quedado por el camino al leerlas.

Arnaldur Indridason, en Francia en 2015.
Arnaldur Indridason, en Francia en 2015.Sophie Bassouls (Sophie Bassouls)

Noches de Reikiavik, Arnaldur Indridason (RBA, traducción de Fabio Teixidó). Decimotercera entrega de la serie de Erlendur Svenson, una de las más interesantes que ha dado la prolífica literatura negra del norte de Europa. Es curioso cómo afrontó el autor el cierre de la serie: si en Naturaleza hostil nos llevaba a las vacaciones de Erlendur en la parte oriental de la isla para visitar a su familia, y en El duelo (todas en RBA) nos mostraba el trabajo de Marin Briem, guía policial de su antihéroe y protagonista, en esta entrega vuelve al pasado para enseñárnoslo como un policía inexperto casi siempre en el turno de noche. De esta manera, llena el último recoveco narrativo que podría quedarle para tener el dibujo completo (de hecho, Noches de Reikiavik es la última de la serie, publicada originalmente en 2012). ¿Qué nos encontramos aquí? Una novela muy bien armada, de ritmo tranquilo, en la que Erlendur va sacando adelante un caso que no le interesa a nadie gracias a su tesón y su humanidad. De fondo, uno de los grandes temas de la serie: las personas desaparecidas, asunto de vital importancia social en Islandia y, por razones que es mejor que el lector descubra, también para el protagonista. Se lee de maravilla en un rato agradable sobre todo para los amantes del policial nórdico.

Coda, un ‘true crime’ y otras recomendaciones

Muertes nada accidentales, Paz Velasco de la Fuente (Rosamerón). Criminóloga de gran prestigio gracias, entre otras aportaciones, a su Criminalmente (Ariel) un superventas del género, Velasco se pasa ahora a la narrativa, siempre dentro de la no ficción. 10 casos escogidos para analizarlos con rigor y pasión, para que el lector menos formado encuentre en los relatos perchas a las que agarrarse. De Alexander Pichushkin a la terrorífica historia de amor de Denise Labbé pasando por crímenes históricos y asesinatos perfectos completamente fallidos, el lector se encuentra ante un libro minucioso y apasionante, lleno de tablas, datos, fotos y esquemas sin que por ello la narración se resienta. Toda la sabiduría criminológica de Velasco está aquí puesta al servicio de la divulgación. Una excelente noticia en tiempos de análisis ligeros y sensacionalismo.

Y les recordamos que en Babelia siguen encontrando recomendaciones y análisis todas las semanas y que todos los artículos publicados a lo largo del año en Elemental siguen siendo tan válidos como en su día (siempre que consigan encontrar el libro, pero vayan a su librería y que el profesional les ayude). Como este artículo estaba muy pegado a la actualidad de los últimos meses, dejo aquí algunos de los anteriores. ¡Feliz lectura! ¡Vive le noir!

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