Arjona, un siglo de instantáneas taurinas | El toro, por los cuernos | Cultura

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Aroma de Romero es el título del libro de gran formato que acaba de editar Arjona como homenaje al maestro Curro Romero con motivo de su 90º cumpleaños.

Arjona es la marca de cuatro generaciones de fotógrafos taurinos, cuyo archivo reúne millones de instantáneas, historia gráfica de la tauromaquia desde el primer tercio del siglo XX hasta hoy.

Un manojo de 150 fotos compone esta nueva publicación que recorre la trayectoria del Faraón de Camas y pretende ser un gesto de admiración, amistad y respeto a un torero intensamente ligado a la familia.

Así lo explican Agustín y Joaquín, tío y sobrino, herederos de Pepe Arjona, padre y abuelo, respectivamente, y creador fundamental de esta saga sevillana que lleva más de cien años viendo toros por el objetivo de una cámara.

“El objetivo de una cámara capta detalles que no suele apreciar la atención humana”, Agustín y Joaquín Arjona

El libro es, además, una confirmación del cambio impuesto por el paso del tiempo, una forma de adaptación a los nuevos gustos del consumidor de la fotografía taurina.

Todo empezó con Agustín González Arjona, nacido en 1888, dibujante, retratista y aficionado a los toros, que inmortalizó en placas de cristal a los toreros de los primeros años del siglo pasado, y transmitió a su hijo Pepe la emoción del toro en la plaza. Tanto es así que este quiso ser torero, y trató de combinar la fotografía con la espada y la muleta. Pero ni su padre le ofreció facilidades, -más de una vez se vio obligado a anunciarse en los carteles con nombre falso para sortear la negativa paterna-, ni su corazón le permitía heroicidades, de modo que optó por la fotografía. Pepe Arjona fue una primera figura de la imagen, y su nombre está unido de la historia de la tauromaquia hasta los años 90, cuando cedió el testigo a su hijo Agustín.

Pepe es el tronco básico de esta saga, el autor de instantáneas icónicas de todas las figuras de la segunda mitad del siglo pasado, el padre de un archivo que hoy custodian Agustín y Joaquín.

Ellos se ha visto obligados a cambiar el negocio familiar; la tienda de fotografía ha perdido su sentido, los toreros ya no encargan fotos para repartirlas entre sus admiradores, y el mundo digital ha suplantado al papel. De ahí que ambos centren su trabajo actual en el servicio a empresas taurinas, páginas web de toreros y los libros.

Pepe Arjona, cámara al hombro, junto a Antonio Ordóñez y Antonio Bienvenida, en una imagen fechada en Ronda el 9 de septiembre de 1958.

En 2015 salió a la luz el primero, Arjona, un siglo de instantes taurinos; en 2022, José Tomás, la tauromaquia de un mito; en 2023, el dedicado a Curro, y cuatro anuarios sobre las temporadas de 2017, 2018, 2019 y 2020-22 con los hitos más destacados de esos años.

Pero la herencia imprime carácter. Ambos, Agustín y Joaquín, no recuerdan más allá de tres o cuatro tardes en las que hayan acudido a una plaza sin su cámara de fotos, y los dos coinciden en que la mayor parte del festejo la ven por el objetivo.

“Así se captan detalles que no suele apreciar la atención humana”, afirman. Y aseveran: “Hay que ser buen aficionado para llegar a ser un buen fotógrafo taurino, aunque hay compañeros jóvenes extraordinarios”. Ambos han llegado al mundo de la fotografía por su amor al toreo. Y Agustín, emulando a su padre, ha participado en algunos festivales, y tiene en sus carnes las señales de un serio revolcón a manos de un toro de Cuadri.

“Ojalá me hubiera atropellado el toro toreando con la mano izquierda”, explica; “pero, no; estaba fotografiando una corrida en el campo, cometí el error de bajar del remolque, y un animal hizo por mí, me lanzó a varios metros y sufrí una fractura del hombro y cuatro costillas. De todos modos, yo no he llegado ni a aficionado práctico”.

“Nuestro concepto de la fotografía taurina se acerca más a la vertiente artística que a la periodística; nos interesa más la estética que la pura realidad”

Pero, al igual que su progenitor, ha triunfado detrás de la cámara; ha continuado la obra de sus predecesores y ha conseguido que Arjona siga siendo una marca histórica y de alto prestigio en la imagen taurina.

Pregunta. ¿Pero no creen ustedes que la fotografía taurina es engañosa, porque capta un instante que, quizá, no responde al sentimiento que toro y torero producen en el espectador?

Respuesta. En parte, quizá sea así, pero una foto pretende destacar lo mejor de una actuación, no el conjunto de una tarde; y no es engañosa porque ha sucedido. Nosotros buscamos el sentimiento y trascender del mero nivel periodístico.

P. Ustedes se sienten más artistas que reporteros…

R. Creemos que lo acertado es una fusión de ambos conceptos, aunque reconocemos que nuestro corazón se acerca más a la vertiente artística que a la periodística. Es decir, nos interesa más la estética que la pura realidad.

Ninguno de los dos se atreve a elegir la foto más icónica del inmenso archivo del que son custodios. Pero hay una que se ha convertido en monumento. El autor es Agustín Arjona, y el protagonista, Curro Romero, en un desplante ante el toro Flautino, de la ganadería de Gabriel Rojas, hecho acaecido el 30 de abril de 1984 en La Maestranza. Esa imagen está cincelada en bronce junto a la Puerta del Príncipe.

“El libro dedicado a Curro, en el que figura esa foto, el de José Tomás, el de los instantes o los anuarios compendian nuestra manera de prestigiar la tauromaquia”, concluyen; “tenemos el deber de divulgarla desde nuestra parcela como fotógrafos. Tenemos la obligación de seguir luchando por el toreo, a pesar de las dificultades del presente, porque la tauromaquia forma parte de nuestra cultura, y porque a ella le debemos todo lo que somos”.

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