En la última línea de los créditos de agradecimiento del primer disco de Chanel, Agua, se lee: “Y a los que me pusieron piedras en el camino, GRACIAS”. Esta última palabra así, en mayúsculas.
Chanel Terrero (La Habana, 32 años) mueve con una cucharilla un té que le acaban de servir en una cafetería de un hotel en el centro de Madrid. Se toma unos segundos para responder a la pregunta de por qué ese mensaje para los que se las hicieron pasar canutas: “Es algo con lo que estoy trabajando en terapia: abrazar también lo malo. La vida nos pone a veces en ese camino…”.
La cantante lleva un año acudiendo a una psicóloga que le está ayudando a gestionar las turbulencias emocionales provocadas por un linchamiento digital inédito en España en una persona que lo único que hizo fue ejecutar bien su trabajo. Recordemos, por si alguien se ha tomado eso de aislarse del mundo al pie de la letra: Chanel venció en Benidorm Fest 2022 con SloMo gracias al voto del jurado por encima de Rigoberta Bandini y Tanxugueiras, las preferidas de la audiencia. Un aluvión de indignación e insultos cayó sobre la cantante. Lloró, apretó los dientes y se preparó para saltar como una fiera al escenario de Eurovisión (el premio por ganar Benidorm Fest). Su actuación fue memorable. Quedó la tercera (mejor puesto de España en 27 años) y revirtió la situación de la opinión pública de forma radical.
“Lo mío fue: mucho odio, luego mucho amor y ahora atención”, dice, y desliza con una mueca de alarma: “Atención…, para lo bueno y para lo malo”. Es la tensión que siente ante el lanzamiento de su primer disco, Agua, compuesto por 12 canciones y que se publica este viernes. Chanel se muestra casi siempre entusiasta durante las dos horas de encuentro con este periódico. Posa para las fotos con expresiones de alegría a pesar del frío tiritón que reina en la planta ocho de un edificio de Madrid casi a bajo cero, y se ríe durante la entrevista cuando toca. Adula al entrevistador buscando la empatía con frases como: “Ay, qué pregunta más interesante, de verdad. Gracias”.
Y también emerge valiente y peleona cuando afronta lo que le pasó durante unas semanas infernales justo después de que su SloMo ganase en Benidorm: “Recibí insultos racistas y machistas espantosos. También de gente famosa. Obviamente tengo una lista negra, que no te la voy a compartir. Pero esa gente me hizo mucho daño, y a mi familia y amigos. Con esas personas no quiero coincidir y mi saludo está retirado. Es una cuestión de honor”. Le leemos un tuit del músico Rodrigo Cuevas, reciente premio Nacional de Músicas Actuales, que escribió la noche de la final de Benidorm Fest: “Pues nada, en vez de lenguas minorizadas, espanglish. En vez de algo genuino, radiofórmula. En vez de profundidad, superficialidad. Bien cantado y bien bailado, eso sí. Bueno, sentiros aliviadas Tanxugueiras y Rigoberta Bandini, esto [Eurovision] no es para vosotras. Sigue como siempre”. Chanel dice que no conocía el mensaje y también ignoraba que Cuevas pertenezca a su misma discográfica, Sony Music. “Pienso que para gustos, los colores. Ese tuit está escrito desde una opinión y no desde un ataque. Y yo respeto esa opinión, pero no estoy de acuerdo. Era una elección: o una canción u otra. No había una mejor y otra peor. Otro asunto es que no te guste. Hubo comentarios hirientes y muy desafortunados que se unieron a la ola del hate. De hecho, yo me sigo recuperando de esto”.
Chanel nació en La Habana y a los cuatro años aterrizó en Barcelona con su familia. Dotada para el canto y el baile, desde los 18 años participó en espectáculos musicales de éxito: Mamma Mia, El Rey León, Flashdance… Hoy, vive en Madrid. Asegura que nunca ha dejado de sufrir racismo. En el colegio la llamaban “negra”. Cuenta un episodio que le ocurrió en Madrid un mes antes de participar en Benidorm Fest, en 2022: “Fui a una sucursal de correos para enviar un paquete a mi padre. Estaba en la fila y tuve que comprar en la ventanilla un cartón para envolverlo, así que me aparté un poco de la fila. La señora que había detrás me dijo: ‘Esta niña… Si es que en tu país no te dan ni cartón’. Le contesté, claro: ‘Señora, necesita viajar. Mi país es este’. Fue horrible. Así que sí, sigo recibiendo racismo”.
Después de su tercer puesto en Eurovisión llegó el contrato con una multinacional culminando una carrera peculiar. Se trata de una artista ya hecha (mucho trabajo y 32 años), que edita su primer trabajo a una edad madura y que llega a un mundo para ella desconocido (el de las divas del pop) con muchas expectativas y presiones sobre su obra. “Todo el rato me he sentido rodeada de tiburones. Pero me pasa desde que empecé a trabajar. El mundo de la farándula no es fácil. La verdad es que no soy muy consciente todavía de que genere dinero. Estoy en ello con mi psicóloga. Me tengo que dar cuenta de que muchas veces esto es un business. Me tengo que poner la chaqueta de business woman. Me cuesta, pero estoy trabajando en ello. De momento, no me siento como un producto, pero igual hablamos dentro de dos meses y le tengo que decir otra cosa. O lo he asimilado”.
Se adelanta con naturalidad a una cuestión que le van a preguntar mucho estos días: por qué ha tardado dos años en editar su primer álbum. “Vivimos en una sociedad en la que todo pasa muy rápido: las dinámicas de Instagram, TikTok… No me parece mal, pero creo que está mal desmerecer lo que no es rápido, lo que necesita de pausa. Yo vengo del ballet, del teatro, donde las cosas se cocinan a fuego lento. Estoy acostumbrada a eso: al ensayo, al análisis, a la repetición. A pesar de la demanda de inmediatez quería tomarme mi tiempo para construir algo sólido de lo que sentirme orgullosa”, explica.
En esta mejor versión de Chanel que es Agua, la artista va a poner de los nervios a los defensores de la mojigatería. Once de las 12 canciones tratan de encuentros sexuales: en Vuelta y vuelta relata una fogosa relación lésbica donde “hasta el techo me gotea si tú me gateas”; en P.M. describe un encuentro heterosexual: “Bebé, solo tú me entiendes, también me enciendes sin un mechero. / En la cama siempre es duro, pero en la calle es un caballero”. Chanel lo argumenta: “He escrito 100 canciones y hablo en ellas de muchas cosas, pero el proceso en el que estoy ahora es este: desde la fuerza femenina, desde lo sexi, desde la voz y desde la cadera. Me siento así”. Musicalmente el álbum se mueve por lo que asoma en las listas de los más escuchados en las plataformas: pop latino, bachatas, algo de reguetón, baladas… Eso sí, sin autotune.
En el último tema, el 12, se sale de esa tórrida narrativa. Se llama Agua, como el disco, y empieza así: “A veces asfixiada, por culpa del estrés, del interés y de la fama”. “Es una canción en la que pensé: necesito desahogarme. Eso es por todo el hate que recibí”.
―¿Hubo algún momento en este proceso en el que pensara en tirar la toalla?
―Déjeme pensar… He tenido momentos muy malos, de llorar y llorar, de ansiedad, de no poder respirar, de llamar a mis amigos a las tantas de la madrugada para decirles: “Por favor, venid, os necesito”. Pero la frase “tirar la toalla” nunca ha salido de mi boca. Esto lo he hablado con mi psicóloga: soy una guerrera por naturaleza, me fui de mi país natal con cuatro años. Vamos: que venga lo próximo que podré con ello. Lo recibiré con una sonrisa de extremo a extremo, y con la mayor luz que pueda tener.
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