Coque Malla (Madrid, 54 años) recibe hoy el premio Ondas a la trayectoria musical, un galardón que antes se concedió a Luz Casal, Mike Erentxun, Camilo Sesto o Manolo García. Un premio que se suma al Goya que ganó en 2018 por la canción Este es el momento, que compuso para la película Campeones, de Javier Fesser. Cuando se sienta en el sofá de la oficina de Warner Music, además, llega con un nuevo disco bajo el brazo, Aunque estemos muertos. Trae una sonrisa de oreja a oreja.
Pregunta. ¿Qué le hizo más ilusión, el Ondas o el Goya?
Respuesta. Los premios Goya son más faranduleros, mediáticos y glamourosos. Son un subidón. Pero creo que los Ondas quizá tengan más prestigio en el terreno de la música. Otro componente importante es que no hay nominación y, por tanto, no hay sufrimiento.
P. El Ondas es por una trayectoria. ¿Se siente mayor?
R. No hace falta el galardón para que me sienta mayor. Llevo un tiempo viendo mis achaques [risas]. Bromas aparte, hago una lectura muy positiva porque mucha gente me ha dicho que soy jovencísimo para un premio a la trayectoria. Supongo que mi trayectoria es lo suficientemente potente para que no importe que sea joven.
P. ¿Qué es lo mejor de su trayectoria?
R. Que siempre he hecho lo que me ha dado la gana y espero que una parte de este premio es que han reconocido mi libertad creativa. Además, creo que sería muy positivo. Si valoramos y aplaudimos continuamente la libertad creativa, tendremos una industria cultural más rica. Como hacen los anglosajones que suelen premiar más el riesgo y tienen, por eso, una industria más fuerte.
P. Hablábamos de sentirse mayor y su nuevo disco se titula Aunque estemos muertos. ¿También piensa en morirse?
R. La idea última del disco está en la muerte de las cosas. No solo la muerte de la vida ni la muerte corpórea. Aparece muchas veces la palabra muerte como metáfora de más cosas: la amistad, el amor en una pareja, la juventud, la niñez de tus hijos y que temes como padre… Tomar conciencia de la muerte de una manera muy cruda es positivo. Como los animales que instintivamente se rebelan contra ello. Hay una liberación de energía muy potente. Pensar en el fin te hace aprovechar la existencia a tope. La exprimes y piensas en ella de forma más inteligente.
P. Sus padres murieron en el proceso de creación de este disco. ¿Impulsó esta obra?
R. No solo eso. Fue una consecución de circunstancias en los últimos años. Que desaparezcan tus padres y tú seas progenitor te coloca en otro lado porque dejas de ser hijo. Otra circunstancia fue la edad y darte cuenta de que ya no queda tanto. Y la pandemia también influyó. Nos colocamos todos en una nueva fragilidad. A fin de cuentas, me di cuenta en este disco del paso del tiempo de una manera más real y profunda.
P. La muerte de su madre, Amparo Valle, trascendió al ser una celebridad en el teatro y la televisión. ¿Cómo se lleva el duelo ante tantos focos?
R. Bueno, no creo que hubiese tanto ni lo viví así. No soy un personaje público al que se le complique esta situación. Los fotógrafos no me persiguieron cuando murieron mis padres. Lo pude vivir bastante privadamente. De hecho, hubo momentos en los que estaba en el foco más que cuando murieron mis padres. Entonces, no podía casi andar por la calle… Eso sí, no había nadie luego en los conciertos. Ahora es al revés: nadie apenas me para en la calle y los teatros están llenos. Es maravilloso. Y, con respecto a mis padres, pues no sé si como ser humano todavía he pasado el duelo…
P. ¿Qué es lo que más echa de menos de sus padres?
R. Uff… Muchas cosas [se queda pensativo]. Fíjate, ahora me llega un ritual a la cabeza que no me había parado a pensarlo. Se trata de un ritual que, en realidad, lo echo de menos desde hace mucho porque, al hacerse mayores, dejaron de venir a los conciertos. El ritual es que siempre me llamaban después del concierto. Siempre venían a verme a Madrid, que es donde sucede el gran concierto. Me llamaban al día siguiente y me analizaban cómo me habían visto. Con su maestría, me hablaban de mi interpretación. Ese ritual lo echo de menos. La última vez que sucedió fue en el concierto en el WiZink Center, donde vi a mi padre en primera fila. Yo estaba tocando y, de repente, le vi y le saludé. Al día siguiente, me llamó y hablamos largo rato.
P. En la canción que da título al disco, canta: “Huye de los días sin sentido”. ¿Qué no tiene sentido para Coque Malla?
R. Todo lo que no te haga sentir vivo. Todo lo que no te haga tener un motivo para levantarte todos los días. Hay veces que puedes pasar un día entero con el sentimiento de haber perdido el día y eso no tiene sentido.
P. En la misma canción habla de huir. ¿Adónde huye Coque Malla?
R. A Menorca, sin duda (risas).
P. En la canción Bla, bla, bla, canta: “Y morirán la poesía, la ciencia ficción y brillarán los policías”. Estos días se han visto muchos policías en las calles de Madrid. Parece una premonición…
R. Ya [risas].
P. ¿Ha muerto la poesía?
R. A mí me preocupa la persecución moral al arte. Seguramente, la hubo siempre, aunque ahora se hace más visible y posible por las redes sociales. No hay cosa que me indigne más, me cabree más y me parezca más estúpidamente medieval que entrar en la ficción, en lo abstracto. El arte es, por definición, no concreto. Es subjetivo. No podemos usar los términos morales y éticos con los que nos regimos en la vida real en el arte. Censurar el arte es de retrasado mental. Hay que combatirlo. Que haya gente en los juzgados por escribir determinadas canciones, películas y libros me parece medieval. La canción nace de este sentimiento que me pone de tan mala hostia. Y me preocupa además que haya artistas cayendo en la trampa. No voy a dar nombres, pero el otro día leí a alguien que reconocía que había hecho una versión de una copla y había cambiado la letra porque ahora eso no se puede cantar.
P. ¿Le preocupa la autocensura?
R. Si abrimos una grietita en la convicción absoluta de que el arte es libre, estamos perdidos. El arte es caótico, salvaje y nace del subconsciente. En el subconsciente hay cosas malas, contradicción, oscuridad, luz… El arte puede querer ser político, social, aleccionador… aunque no tiene que serlo. Ken Loach puede serlo, pero no está obligado. Estupendo que lo sea con sus películas sociales porque es su elección, pero no obliguemos al arte a ser profesor de ética y moral. No es su cometido. Para eso están los parlamentos y jueces e incluso los curas por si hay alguien religioso.
P. El disco cierra con una nana, Como la mañana. Ya lo hizo con Duerme en El último hombre en la tierra. ¿Sus padres le cantaban nanas?
R. Sí. Mi madre me cantaba una que me daba una mezcla de miedo y paz. Se llamaba Ahí viene la mora de los ojos verdes. Yo me acojonaba mucho. A mi padre no lo recuerdo, pero a mi madre sí.
P. ¿Y usted se las canta a sus hijos?
R. Alguna he cantado, pero he leído más cuentos. Mi hijo Oliver exige que te inventes los cuentos. Yo soy un desastre y lo tiene que hacer su madre que es guionista.
P. Y en esa nana canta al final para cerrar el disco: “Soy el que siempre quise ser”. ¿Quién es hoy Coque Malla?
R. Un artesano de las canciones que está muy tranquilo porque siente reconocido su trabajo a un nivel bastante aceptable. Podríamos ir en avión privado, pero puedo pasar sin él (risas).
P. Y luego canta: “Jamás me olvidarán”. ¿Por qué merece la pena ser recordado?
R. (Se queda pensativo). Nadie te va a recordar [risas]. La vida sigue para adelante sin ti, así que lo mejor es asumir que no merece la pena pensar en ser recordado.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete
Babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_