Curro Romero cumple 90 años | Cultura

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Francisco Romero López, Curro Romero en los carteles, cumple 90 años hoy, viernes, convertido en un mito vivo del toreo y en una figura inconfundible del paisaje de la tauromaquia contemporánea.

Nacido el 1 de diciembre de 1933 en la localidad sevillana de Camas, se retiró en silencio de los ruedos tras torear un festival benéfico en La Algaba (Sevilla), un mano a mano con Morante de la Puebla, el 22 de octubre de 2000. Cerraba así una singular trayectoria que se había iniciado el 25 de julio de 1954, día de su debut en la plaza de La Pañoleta.

Romero, que había trabajado como peón en una finca del franquista Gonzalo Queipo de Llano y de mancebo en una botica de su pueblo natal, había aprendido a torear en el campo de fútbol de su localidad, aleccionado por un torero gitano, Salomón Vargas.

Pero su leyenda comenzó a gestarse desde el mismo día de su presentación en la plaza de la Maestranza, sustituyendo a Mondeño, el 26 de mayo de 1957.

Dos años más tarde, el 18 de marzo de 1959, tomó la alternativa en Valencia con Gregorio Sánchez como padrino y en presencia de Jaime Ostos, pero ese mismo año ya se anunció en la Feria de Abril de Sevilla, e inició un vínculo ininterrumpido con la plaza y con el empresario de entonces, Diodoro Canorea, hasta la temporada de su adiós.

Era el comienzo de una relación de amor y enfado, de cimas y simas que viajó entre el tormento y el éxtasis.

Cinco salidas a hombros por la Puerta del Príncipe figuran en su hoja de servicios. En 1960 la abrió por primera vez después de cortar dos orejas a un sobrero de Tassara, pero el nacimiento del ‘currismo’ se produjo el 19 de mayo de 1966, día de la Ascensión, en la que Romero se encerró con seis toros de Urquijo que despachó en hora y tres cuartos antes de ser paseado a hombros por el Paseo de Colón.

Los 60 serían los años de plenitud -no exentos de broncas puntuales-frente a la aridez de los 70 y 80 que alumbran la imagen del Curro de los almohadillazos y los escándalos que alternaba con triunfos tan aislados como resonantes que acabaron de dar forma al mito.

Traspasó la Puerta del Príncipe otras cuatro tardes más a lo largo de su trayectoria, y en siete ocasiones salió a hombros en Madrid. Fueron 42 temporadas entre la genialidad y el ostracismo; entre la gloria y las espantadas hasta firmar su epílogo taurino en 1999, cuando cortó las dos últimas orejas en su plaza de La Maestranza.

Desde su retirada de los ruedos, no ha vuelto a vestirse de luces. Acude con frecuencia a La Maestranza y se deja ver en numerosos actos culturales, siempre en compañía de su esposa, Carmen Tello.

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