Edward Carey, el inesperado ‘best seller’ de corte gótico | Cultura

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El escritor inglés Edward Carey, en el Festival Internacional del Libro de Edimburgo en 2014.Colin McPherson (Corbis via Getty Images)

Al escritor le gustaría poder hablar con el tapón de su bañera. Y no únicamente con el de su bañera. Con el de todas las demás. En realidad, le gustaría poder hablar con cualquier objeto. Que le contase su historia. “¡La de cosas que podrían contarnos las cosas!”, se dice a sí mismo, divertido, en la pantalla de la videollamada, rodeado a su vez de cientos de cosas en su despacho de la universidad de Austin, en Texas (EE UU). El escritor es Edward Carey (North Walsham, Norfolk, Inglaterra, 53 años), autor de Los secretos de Heap House, el inesperado best seller de corte gótico recientemente publicado en español y catalán por Blackie Books, que tiene como protagonista a un personaje llamado Clod Iremonger y a un tapón de bañera que responde al nombre de James Henry Hayward.

“Cuando me puse a escribir Los secretos de Heap House pensé que quería hacerlo exactamente de la manera en que lo habían hecho aquellos narradores que me habían apasionado de pequeño. Quería volver a sentir esa pasión con la que vivíamos dentro de los libros cuando éramos niños, y transmitírsela al lector adulto. Y para conseguirlo iba a ser tan fantástico como necesitase. Los objetos iban a hablar, porque habría un niño que podría oírlos. Y a veces no serían únicamente objetos, o podrían amontonarse y comportarse como nosotros”, recuerda el autor.

Por entonces, llevaba 15 años intentando acabar Little (Blackie Books), la novela en la que reconstruía, con su peculiar y delicioso estilo que combina el gótico con una idea de la aventura por completo intelectual, la vida de Madame Tussaud, la mujer que hizo réplicas de sí misma en cera para ir consigo misma a todas partes y que luego fundó el museo londinense, en el que propio Carey acabaría trabajando. “Siempre he tenido todo tipo de empleos, y de todos han surgido ideas para novelas”, confiesa. Antes de convertirse en escritor, tuvo que esquivar a la Marina Real. Su padre y su abuelo habían servido en las Fuerzas Armadas Británicas y se suponía que él debía seguir sus pasos. Pero prefirió no hacerlo. “¿Por qué hay tantas normas en mis novelas? ¿El peso de la familia? Yo creo que tiene bastante que ver conmigo”, responde.

La idea para Los secretos de Heap House se le ocurrió en el Foundling Museum de Londres, que era antes un orfanato. Cuando las madres dejaban allí a sus hijos porque no podían cuidarlos, cuenta, los entregaban con un objeto, que a lo mejor era lo que llevaban encima en aquel momento. El niño nunca lo veía. Pero quedaba constancia de cuál era su objeto, y si la madre quería recuperarlo, no tenía más que volver y describir el objeto. A veces era la etiqueta de una botella de ginebra, o un dedal. Ahora mismo, dice, están todos expuestos. Sostiene que también en Florencia hay un lugar parecido en el que cortaban por la mitad el objeto en cuestión, la madre se llevaba una mitad y el hospicio se quedaba con la otra. Si algún día ella decidía dar con su hijo, primero el objeto debía completarse. En la novela, los Iremonger, la estratificada familia que habita una casa rodeada de montones de basura y de sirvientes, de exploradores de los cúmulos embarrados que separan el inacabable edificio —un edificio con su propia estación de tren— de la ciudad, tiene objetos de nacimiento.

El escritor británico Edward Carey en una fotografía cedida por la editorial Blackie Books.
El escritor británico Edward Carey en una fotografía cedida por la editorial Blackie Books.

“Las cosas hablan de vidas que ya no están”, dice Carey, y confiesa que acostumbra a ir con su mujer, cuando está en Londres, a cazar en las orillas “embarradas” del Támesis. “Ese río escupe auténticas reliquias dos veces al día”, dice. Allí encontró la vieja pipa de arcilla que muestra orgulloso a la cámara, y una moneda de la época de Isabel I, del siglo XVI. “Han pertenecido a alguien antes, ¿cuál es su historia? Me interesa el poder de esos objetos con los que convivimos a diario, no los grandes objetos que hay en los museos y con los que nos resulta imposible conectar”, añade.

Carey, que además es dramaturgo, pinta y esculpe, necesita que sus personajes sean de alguna forma también objetos, algo que existe fuera. “Ese de ahí es Clod”, dice, y señala un cuadro enorme, “y esta es Edith Holler”, dice mostrando un pequeño teatro con la figura de una mujer sobrevolándolo. Edith Holler es la protagonista de su última novela, llamada como ella, alguien atrapado en un teatro y condenado a vagar entre el público en silencio para siempre.

Me interesa el poder de esos objetos con los que convivimos a diario, no los grandes objetos que hay en los museos y con los que nos resulta imposible conectar

Edward Carey

Su obsesión por Pinocho (llevó a escena la escurridiza Pinocho en Venecia, de Robert Coover) la contuvo en otra novela, The Swallowed Man —El hombre engullido—, en la que se centró en la figura del padre, el olvidado Geppetto, y en su irrefrenable necesidad de crear, además del enfrentamiento con su obra, más que un muñeco sensible, una especie de monstruo rebelde. “Me pregunté por qué Geppetto seguía creando allí dentro, en la ballena, y me dije que porque eso era él, un creador”, dice.

Primera entrega de una trilogía

Los secretos de Heap House es el primer título de una futura trilogía protagonizada por la familia Iremonger. Dice que con ella pretende mostrar de qué manera, cruel y despiadada, se construye un imperio. “Gran Bretaña, desde el Brexit, está en un declive enorme. Me atormenta pensar en toda la gente que ha destruido, y para qué. ¿Por qué nadie piensa en ellos? Los estratos de la trilogía están pensados en ese sentido. El ser humano es tratado como un objeto, y a veces, se vuelve uno porque pierde toda idea de identidad”, asegura. Y curiosamente son los mismos objetos los que se la devuelven.

“Creo que me enamoré de los objetos a la vez que me enamoré de la lectura. Recuerdo leer en el colegio un libro del famoso escritor infantil Alan Garner, The Weirdstone of Brisingamen, y querer que fuese mío, de nadie más, ¡porque sentía que había sido escrito para mí! Fue la primera vez que me enamoré de un libro”, relata Carey. ¿Y no es un libro un objeto que, como los de su obra, tiene alma? “¡Claro! Luego crecemos y nuestra identidad empieza a ser atacada, y necesitamos una armadura y por eso nos rodeamos de cosas. Nos protegen contra todo ataque, ¡pensémoslo! Nuestra casa es un lugar seguro porque está llena de cosas que hemos elegido, y que de alguna forma nos representan. Antes, en la época victoriana a la que vuelvo cuando escribo, eras alguien en función de aquello que hacías, pero ¿eras solo eso? ¡No! ¿Y de qué forma podías demostrarlo?”, responde. Y antes de colgar, anticipa que el universo Iremonger se ampliará en las siguientes dos entregas: nuevos personajes, la ciudad al completo, y un centro de poder de dinámica también perversa, el Parlamento británico.

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