Fueron cuatro horas de conversación de una sentada y luego unas cuantas charlas más, tiempo después, en plena pandemia, al teléfono. De ahí sacó Kathryn Scanlan (Iowa, 43 años) las piezas para armar A toda brida (Errata Naturae), el escueto y conmovedor libro sobre Sonia, una indomable y curtida mujer cuya vida transcurre rodeada de caballos en el oscuro mundo de los hipódromos y las carreras. “Nací el 1 de octubre de 1962. Nací en Dixon City, Iowa. Nací con la cadera dislocada. El médico decía que nunca podría andar. Mi madre dijo, De eso nada, algo se podrá hacer”, arranca el libro, basado en una historia real.
Estructurado en 12 bloques y un epílogo, el texto más largo del libro apenas llega a las tres páginas y el más corto no pasa de las dos frases. Todos van encabezados con títulos como si fueran poemas en prosa (’Qué culpa tenía él’, ‘Pifia, pifia’, ‘Lo veía a diario’,…). En A toda brida la única voz que se escucha es la de Sonia, su historia no va vestida con otras descripciones, porque Scanlan no ha añadido nada, no hay más contexto que el que ofrece la misma protagonista. La autora ha recortado y ordenado los apuntes que conforman este libro, unos textos que por momentos hacen pensar en largos pies de fotos de un álbum inexistente que permiten a la protagonista revisitar escenas de su vida (”Aprendí a galopar por los maizales”, relata el capítulo ‘Hierro Corto’).
Humor y tragedia, crueldad y ternura se van sucediendo sin subrayados ni dramatismos. “Pensé que había que narrar su historia con este estilo, pero también la forma de este libro es la mía, algo a lo que he llegado después de pasar mucho tiempo sin escribir de manera tan comprimida”, explica en una videollamada desde Los Ángeles la escritora, una de las voces literarias más singulares del panorama estadounidense, que en su minimalismo sigue la estela de veteranas como Lydia Davis o Diane Williams, fans declaradas ellas también de Scanlan. “Me interesa la posibilidad que guarda cada palabra en cada frase para contener y ofrecer algo”.
La narradora de su nuevo libro, la indomable Sonia, y la escritora Scanlan nacieron en Iowa. Su paisaje infantil fue el mismo, pero su encuentro no fue fruto de la casualidad, lo propició la madre de la autora. “Mis padres se dedican a los mercadillos de antigüedades como ella y así la conocieron. Mi madre me insistía en que debía conocer a Sonia y escuchar las historias que le contaba”, recuerda. “Fui a verla sin ninguna expectativa, pero comprendí enseguida que aquello tenía un libro. El reto era darle forma”. La historia oral, esa disciplina que en Estados Unidos alcanzó el éxito editorial de la mano de Studs Terkel en el siglo XX y que ha mantenido su popularidad, impregna A toda brida. Ese tono conversacional se mantiene vivo en el minimalismo de Scanlan y propicia una absoluta falta de dramatismo, plasmada en la naturalidad con la que Sonia habla de violencia y amor, de accidentes, carreras, hombres, mujeres y animales físicamente destrozados entre los que hay camaradería y brutalidad. “Yo también crecí con caballos y tuve uno: la manera en que Sonia habla de ello, de ese vínculo, no tiene nada impostado”, apunta. A Scanlan le interesan las historias duras como la de Sonia, con una intensidad que se aleja de sensiblerías. “Si le das espacio y lo aíslas, cobra un nuevo sentido”, explica. “Esta historia sería totalmente diferente si el protagonista fuera un hombre. La experiencia femenina es fundamental”.
Objetos perdidos
Scanlan lleva tiempo transformando en literatura materiales encontrados casi al azar. En su anterior libro trabajó a partir del diario personal de una mujer de 86 años de Illinois que encontró. “Era divertido y conmovedor, hablaba del tiempo, de su familia y amigos, de la comida. Era enorme y pasé mucho tiempo tratando de destilar lo que me hacía sentir. Me ayudó a aprender a editar. Lo que me interesa es decir lo máximo posible con lo mínimo”. La crítica dice de ella que su trabajo se vuelca en gente corriente. ¿Qué opina ella? “Quizá lo que quieren decir es que las vidas en las que me he fijado son de gente de la clase trabajadora, algo que quizá ahora no sea tan común”, dice con irónica sonrisa, y confirma su gusto por los relatos de Raymond Carver, el maestro de la literatura estadounidense, que precisamente enseñó en la misma universidad de Iowa donde Scanlan hizo su licenciatura. Pero no se formó como escritora en el famoso taller de escritura de ese centro, de hecho ella estudió su posgrado en bellas artes en el Art Institute de Chicago. “Hoy es casi imposible vivir de la escritura exclusivamente y creo que esto influye en el tipo de libros que se escriben. También está la cuestión de los programas universitarios para escritores, que ponen una enorme presión”, reflexiona. En A toda brida también las referencias a la raza son casi inexistentes, los nativos que son vecinos de Sonia cuando es niña, y algún apunte más en la larga charla de Sonia.
Defiende Scanlan que A toda brida es ficción, aunque todo está sacado de su entrevista con la protagonista del libro. ¿Algo cercano a la poesía? “Sí, me gusta esa idea. Son bloques sueltos con sus palabras, viñetas que armé moviendo la información. Cuando los tuve todos los imprimí y coloqué en el suelo para buscar la afinidad entre ellos”. Como un collage, en el que al recortar la imagen real se crea algo nuevo. “En mi trabajo hay mucha yuxtaposición”, aclara. Y, sin embargo, no hay desorden en la historia de Sonia, tan contenida y emocionante como cruda. “Es alguien que se preocupa profundamente por los animales, pero aceptar las brutalidades que padecen en las competiciones sin poder impedirlo le causa un conflicto enorme. Todos los que están en ese negocio son cómplices de ese daño que se hace a los animales y a las personas”. Sonia dejó el circuito de competición y los caballos. Luego trabajó en prisiones y ahora en el mundo de las antigüedades. Lo cuenta con ese tono socarrón, despegado y crudo, casi de canción de country. Pero no cabe duda que lo suyo son los relinchos y los caballos: “Se dice que uno nunca se saca las carreras de dentro. Todavía sueño con ellas casi todas las noches”, dice cerca del final de su historia.
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