La versión alternativa de Estados Unidos se cuenta desde hace algunas décadas en las escuelas, un hecho que sigue causando polémica. Cientos de libros se han dedicado a revisar episodios fundacionales de esta potencia. El discurso político ha cambiado también para incorporar nuevos puntos de vista. Judy Baca eligió contar su versión de esta Historia no oficial al aire libre y a la vista de todos. La artista y activista chicana, una de las más importantes del movimiento, lo ha hecho desde 1976 en una obra que llega hasta nuestros días: El Gran Muro de Los Ángeles.
Con algo de suerte, cualquiera que visite estos días el pabellón Resnick del Museo del condado de Los Ángeles (LACMA), puede ver a Baca vestida con un mono salpicado de pintura trabajando en un nuevo fragmento de su gigantesco mural, ubicado en el Valle de San Fernando y considerado uno de los más grandes del mundo. En la escena destacan los líderes del movimiento agrícola que llamó a boicotear las uvas del centro de California para exigir mejores condiciones para los trabajadores, muchos de ellos inmigrantes. Aparece César Chávez sosteniendo una bandera, Dolores Huerta con un megáfono en mano y también personajes menos conocidos, como el líder filipino del movimiento, Larry Itliong.
“Es una historia de la evolución. Por más que he tratado de que sea sobre Los Ángeles es también una historia nacional”, asegura Baca, quien pinta sentada en un pequeño taburete el rostro del famoso líder de United Farm Workers. La artista de 77 años, nieta de mexicanos que migraron a Colorado, aprendió a pintar a escala en el taller del muralista David Alfaro Siqueiros. Acude dos o tres veces a la semana al museo para delinear con un grueso azul la escena, de 18 metros de largo. Ella comienza con este proceso y su equipo da después un lavado monocromático que añade dimensión y resalta los colores oscuros.
El resultado, de colores chillones y alto contraste, puede verse en la misma sala. Generation On Fire destaca a un grupo de jóvenes activistas formando una cadena humana en medio de un círculo de fuego. Es un guiño a los Freedom Riders, estudiantes que viajaron en autobús en 1961 desde Washington rumbo a los Estados del sur para desafiar las leyes locales de segregación.
Baca y su equipo producirán en el LACMA 42 metros del mural hasta junio de 2024. Esto se sumará a los 800 metros que ya existen en el río de Los Ángeles a la altura de Studio City, al norte de la ciudad. Aquel fragmento fue pintado a lo largo de siete veranos, desde 1976 y hasta 1983, con la ayuda de 400 jóvenes de bajos recursos, artistas e integrantes de la comunidad. La obra vive un segundo impulso desde el año 2021, pues la artista y su equipo recibió una beca de cinco millones de dólares de la Fundación de Andrew W. Mellon para expandir el proyecto. El mural tendrá 1.6 kilómetros de imágenes para 2028, cuando Los Ángeles albergue los Juegos olímpicos.
La presencia de Baca dentro del LACMA es una reivindicación a su carrera. La activista chicana, educada en un tiempo donde no se permitía hablar en español en su escuela, dijo hace décadas que no le interesaba que su obra figurara en los museos, pues estos menospreciaban su identidad. Los tiempos han cambiado. La institución le ha ofrecido su primera exposición en solitario y organizó una gala que tuvo al cineasta David Fincher como otro de los festejados.
“Judy creció con el movimiento chicano de la década de los sesenta, en un momento de la historia donde no se reconocía al muralismo o a los méxico-americanos en las instituciones. Ha sido una aventura ver cómo se ha desarrollado y el impacto que hoy tiene en diferentes comunidades. Su trabajo es ahora muy importante para curadores e historiadores”, asegura Delia Sofía Zacarías, la comisaria de la exposición, Painting in the River of Angels: Judy Baca and The Great Wall.
El Gran Muro comenzó siendo una obra comisionada por la Corporación de Ingenieros de la Armada, quienes construyeron un sistema para prevenir inundaciones en el río Los Ángeles. Baca propuso entonces utilizar las paredes de cemento para contar, inicialmente, la historia de California desde la prehistoria hasta 1940. El programa se convirtió en un éxito y fue aplaudido como una forma de integración comunitaria para cientos de jóvenes conflictivos sancionados por los tribunales por mala conducta. “El proyecto mostró que los jóvenes propensos a meterse en problemas son generalmente los más creativos”, aseguró Baca en una carta a la Alcaldía en los ochenta. El alcalde de Los Ángeles en aquella época, Tom Bradley, le encargó a la pintora y su equipo de artistas 47 murales para los Juegos de 1984.
Después de años de ser un proyecto en los márgenes del arte angelino, la gran obra de Baca vive su momento mainstream cerca de cumplir medio siglo. El archivo de la artista, que incluye los bocetos originales del mural, las fotografías, mapas y la correspondencia entre la pintora y su equipo, fue adquirido hace algunos años por George Lucas. El director y mecenas incorporará estos elementos a la colección del museo que está construyendo en el corazón de la ciudad, que dedicará al arte narrativo.
Aunque la gente puede ver durante los próximos meses cómo Baca avanza en el muro dentro del LACMA, la inabarcable obra también se desarrolla en otro punto de la ciudad. Ocurre dentro de lo que fue una prisión en el barrio de Venice. El edificio es la sede de Social and Public Art Resource Center, una organización más conocida por sus siglas, SPARC (chispa). Es el centro de operaciones y de activismo de Baca y sus artistas. En la parte trasera del edificio, un par de jóvenes revisa en enormes monitores fotografías antiguas y otras referencias visuales para asegurarse que los detalles que mostrarán en diseños futuros del mural son precisos. “Nuestro trabajo es importante porque es contar la historia de cosas que han sido olvidadas o activamente suprimidas. Es Historia que no está en los libros y debemos crear imágenes de eventos que a menudo no existen”, afirma Rachel, una de las encargadas de esta tarea.
En otra parte del edificio, Toria Maldonado revisa el color de otra escena. Unos cuervos sobrevuelan una hilera de casas. Las aves tienen entre las garras un letrero que dice: “Queremos inquilinos blancos en nuestra comunidad”. En la calle, un hombre sostiene el cartel con la leyenda “I Am a Man” (soy un hombre), una de las frases más famosas del movimiento de derechos civiles. La escena está delineada de azul eléctrico. Esto indica que la mano de Judy Baca ya pasó por ahí. Pronto la escena será enrollada en un pergamino, una tecnología creada por SPARC, y será trasladada al río. Allí contará una historia poco conocida al aire libre.
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