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Viktor Orbán está viviendo algunas de las semanas más turbulentas de los 14 años que lleva al frente de Hungría. El escándalo que ha generado el indulto a un hombre condenado por encubrir a un pederasta no se ha extinguido, pese a las dimisiones el pasado sábado de la presidenta, Katalin Novák, y de la antigua ministra de Justicia y futura cabeza de lista de Fidesz, el partido en el Gobierno, para las elecciones europeas, Judit Varga. La falta de explicaciones sobre el motivo del perdón y los ataques del exmarido de Varga contra personas cercanas al primer ministro mantiene abierta una de las mayores crisis a las que se ha enfrentado el dirigente ultraconservador y nacionalista. Este viernes, ha presentado su renuncia también el líder de la Iglesia calvinista, el obispo Zoltán Balog, que intercedió ante la presidenta en favor del indultado. Decenas de miles de personas se han concentrado en Budapest en una manifestación en defensa de las víctimas, en una de las protestas más multitudinarias que se recuerdan en los últimos años.
Orbán se encuentra en uno de los momentos “más peligrosos” para su Gobierno, según explica al teléfono desde Budapest András Bíró-Nagy, director del think tank Policy Solutions. El escándalo golpea en “el centro de la política de Viktor Orbán y la narrativa que ha tratado de construir en los últimos años, sobre los valores familiares conservadores y la defensa de los niños”. Novák, que fue ministra de Familias antes que presidenta, encarnaba esa fijación del Ejecutivo húngaro por promover la natalidad y señalar al colectivo LGTBI como una amenaza, especialmente para los niños. Para un Gobierno que ha defendido como medida estrella una ley homófoba que supuestamente protegía a la infancia y que vinculaba la homosexualidad con la pedofilia —causante de uno de sus más sonados choques con Bruselas—, el caso es particularmente dañino.
La profunda falta de transparencia en Hungría alcanza a los indultos, que no son públicos. El que ha causado la crisis data de abril de 2023, cuando coincidiendo con la visita del Papa a Budapest, la presidenta indultó a un grupo de presos. Como desveló el 2 de febrero el portal de noticias 444, entre ellos se encontraba Endre Konya, condenado a tres años y cuatro meses por encubrir a su jefe. Ambos trabajaban en un orfanato en Bicske, a media hora de Budapest. El director abusó sexualmente de algunos internos —uno de los cuales se suicidó— y el subordinado intentó tapar el caso y presionó a algunas víctimas para que retirasen sus denuncias.
El escándalo traspasó la espesa barrera de la propaganda de los medios afines al Gobierno y alcanzó a sus propios simpatizantes. “Este es el tipo de contenido que se extiende como un incendio forestal; la gente hablaba sobre el tema en la calle, en el transporte público, en redes sociales”, explica Bíró-Nagy. Márton Tompos, vicepresidente de Momentum, un partido liberal de centro en la oposición, subraya también que “el Gobierno perdió el control de la agenda mediática diaria”. Según Tompos, el Ejecutivo ultraconservador trató de manejar la situación con distintas tácticas como minimizar el caso, desviar la atención, lanzar distintas teorías a la vez para despistar o culpar a la oposición, y finalmente, “sacrificaron a dos figuras importantes, la presidenta y la exministra”. Las dos únicas mujeres con cargos relevantes en el heteropatriarcal poder político del país.
Como subraya la politóloga húngara Krisztina Arató, investigadora en el European University Institute de Florencia, la incertidumbre marca los próximos episodios de esta crisis, que todavía podría escalar porque quedan muchas preguntas abiertas, como el porqué del indulto y quién lo promovió. “La comunicación del Gobierno ha tratado de mantener a Orbán por encima del escándalo”, señala. El primer ministro anunció el jueves pasado una reforma constitucional para prohibir la medida de gracia en cualquier tipo de delito relacionado con los niños. Desde entonces, ha permanecido inusualmente alejado de los focos hasta este miércoles, cuando ha roto su silencio con un breve mensaje en Facebook que acompañaba unas imágenes del Consejo de Ministros: “El Gobierno en acción”, ha dicho. Este sábado está previsto que dé su discurso anual sobre el estado del país, una alocución que no hace ante el Parlamento, sino entre seguidores de Fidesz, y donde están vetados medios independientes húngaros y extranjeros.
Manifestación en Budapest
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Este viernes, Gergely Gulyás, ministro responsable de la oficina de Orbán, ha querido zanjar el caso anunciando un endurecimiento de la ley de protección a la infancia y asegurando que el primer ministro se enteró del indulto por la prensa. Horas después, al menos 50.000 personas, según los organizadores, se manifestaron en la plaza de los Héroes de Budapest —y hasta 30.000 se conectaron simultáneamente online—convocados por nueve influencers y famosos a través de redes sociales para mostrar su apoyo a las víctimas y pedir una reforma del sistema de protección a la infancia. Los convocantes —entre ellos el youtuber Zsolt Osváth, que creció también en un orfanato o el cantante Azahriah—, denunciaron un sistema que no protege a los más débiles y prometieron mantener el caso en la agenda pública. “Hay monstruos ahí fuera, y el Estado es el mayor monstruo. Pero una sociedad que lo tolera en silencio no es mejor que ellos”, dijo la comediante Edina Pottyondy ante una multitud sin banderas políticas, como se les había pedido.
Pese a los intentos de alejar al primer ministro del tumulto, los medios independientes buscan conexiones, como que el abogado del director pederasta es el mismo que lleva los asuntos de la familia Orbán. Y que el indultado está vinculado con la Iglesia reformada, la misma a la que pertenece Orbán y que lidera Balog. El obispo, que presentó su dimisión este viernes después de varios días resistiendo presiones desde dentro y fuera de la iglesia, fue ministro de Recursos Humanos entre 2012 y 2018, y ha sido líder espiritual del primer ministro. Balog reconoció que se equivocó al defender el indulto ante Novák, de quien fue jefe y después consejero, pero rechaza disculparse.
La caída de exministro, que renuncia a ser presidente del Sínodo, pero seguirá siendo obispo, es una muestra más de los intentos de contención de daños del Gobierno. Pero sigue habiendo un elemento peligroso cuyo control por ahora se le escapa. Se trata de Péter Magyar, exesposo de la antigua ministra Varga, que desde que las dimisiones del sábado pasado está ventilando detalles sobre la corrupción, el nepotismo y los métodos de presión del sistema.
En varias publicaciones en Facebook y una entrevista en Partizán, un canal independiente de YouTube; Magyar ha evitado hablar del primer ministro, pero ha apuntado a su entorno. La expareja de la antigua ministra dimitió también de sus cargos en varias empresas estatales y exigió lo mismo a una de las personas más poderosas del Gobierno: Antal Rogán, jefe de Gabinete de Orbán, responsable de comunicación y de los servicios secretos. También denunció que “la mitad del país está en manos de unas pocas familias” y señaló al yerno del primer ministro, István Tiborcz, convertido en uno de los 50 hombres más ricos de Hungría.
El exesposo de Varga amenaza con nuevas revelaciones. Lo que cuenta es lo que llevan denunciando durante más de una década la oposición y la sociedad civil. “No es sorprendente lo que ha dicho, sino quién lo ha dicho: alguien de dentro del sistema”, explica Bíró-Nagy, de Policy Solutions.
Con las elecciones europeas y municipales previstas para el 9 de junio, la oposición, que lleva cuatro mandatos buscando cómo desalojar a Orbán del poder, tiene con este caso “una bola alta a la que solo necesita darle”, afirma la politóloga Arató. Los seis principales partidos ―que en las elecciones de 2022 fracasaron en su apuesta de concurrir unidos frente a Fidesz, el partido del primer ministro― están, sin embargo, más concentrados en repartirse las candidaturas que en seguir el escándalo. “El más activo es Momentum, que ha organizado varias protestas”, añade la experta, que opina que será interesante observar si la participación cae en los comicios. El apoyo al partido del primer ministro por ahora se mantiene en las encuestas, añade Bíró-Nagy.
El vicepresidente de Momentum asegura que la formación continuará exigiendo explicaciones: “El sentimiento de que si perteneces al sistema y tienes buenas conexiones te puedes librar de cualquier cosa es terrorífico”, dice Tompos. El partido no tiene intención de dejar que la crisis se extinga: “Tenemos seis o siete pistas de las que seguir tirando”.
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