Eme DJ: “Me sentía la puta ama, me decían que era la puta ama” | Cultura

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Eme DJ, pseudónimo de Marta Fierro (Lugo, 41 años), está a los platos profesionalmente desde 2008. Una carrera de luces y sombras, en la que ha vivido momentos de hype y de aterrizaje forzoso. Con ese bamboleo su cabeza se acabó resintiendo, por eso ha creado el proyecto Depresión en la cabina, que trata de visibilizar los problemas de salud mental y precariedad laboral de los dj. Un sector, el musical, que es tres veces más propenso que el resto. Su historia también se cuenta en el documental Miedo al miedo, dirigido por Menchu Esteban, y su arte en el libro Cómo ser DJ (Bala Perdida). Habla en el clásico bar El Rincón, en el madrileño barrio de Malasaña, donde se dice clase obrera de la música: “Soy una mercenaria. Algunos van muy de artistas. Yo voy a trabajar”.

Pregunta. ¿Qué le pasó en la cabeza?

Respuesta. Empecé a pinchar con 23 años, y fui de cero a cien. A mil revoluciones. Un día estaba en mi casa y al día siguiente en el festival de Benicàssim. Me sentía la puta ama, me decían que era la puta ama. Probé todas las drogas. Ligaba. Conocí a estrellas, como al tío de Placebo. Todo eso me sentó mal. Mis propios managers me estaban emborrachando con eso. Pero eso lo veo ahora.

P. El aterrizaje fue accidentado.

R. Sí. Me empezaron a programar en clubs de electrónica como el Low o el Coppelia, actuando con grandes nombres como Justice o DJ Hell, y yo pinchaba guitarras… pero no sabía mezclar. La gente de la electrónica empezó a abuchearme, a hacerme cortes de manga… ¡Hasta me llamaban gorda! Me afectó muchísimo.

P. ¿Cómo?

R. Ataques de pánico. Lo pasaba fatal: vómitos, diarrea, me cogía mucho al estómago. Yo ya sabía que si pinchaba no podía comer un par de días antes. Perdí siete u ocho kilos. Recuerdo ir a pinchar a Londres, con Maja Ivarsson, de The Sounds, un pibonazo increíble, y pasarlo fatal, llamando a una amiga que vivía allí para que viniese. No podía pasar sola por aquello. Todavía no iba al psicólogo.

Eme DJ, retratada en el madrileño barrio de Malasaña.Álvaro García

P. ¿Por qué no iba?

R. No entendía lo que me pasaba. No sabía lo que era la ansiedad. Pensaba que era algo del estómago, me hacía pruebas, gastroscopias. Tardé como cinco años en tratarme. Había ido al psicólogo antes: cuando pensaba que era heterosexual. Estaba con chicos y me ponía supertensa. Pero empecé con un nuevo psicólogo, con el que hice match, y me dijo: “Oye, esto no es de los tíos ni de los bolos, aquí hay mucho que rascar”. Traumas de la infancia, etcétera.

P. ¿Cómo se apañaba para lidiar con esos ataques de ansiedad?

R. Por lo general sucedían antes de la actuación. Una vez en escena se pasaban. Aunque no siempre. Recuerdo una vez que pinché con Love of Lesbian en Mallorca y después, en el hotel, pasarlo fatal. El rollo de la adrenalina: estar con todo el subidón, rodeada de gente, y luego sola en la habitación…. Un bajón tremendo. Pero mi miedo era sobre todo antes. Dos o tres veces llegué a cancelar, y eso era un descrédito para mí y para mi manager.

P. ¿Qué recepción está teniendo Depresión en la cabina?

R. Muy buena. La gente va a las charlas, se está formando un grupo de terapia en línea… Luego, dentro de la escena, hay gente que lo cuenta y gente que no lo cuenta, porque hay muchísimo ego. Y luego hay quien ni siquiera siente problemas. Hay mucha mentalidad de ganador, de pensar que ser dj es lo mejor del mundo y que no te puedes permitir estar mal. Hay quien no entiende este proyecto.

P. ¿Por qué los músicos y los dj son tres veces más propensos a caer en problemas de salud mental, según un estudio Universidad de Westminster y MusicTank?

R. Es lo que estamos tratando de investigar. Yo aventuro que es por el desorden vital. La falta de apoyo. Hay un ejemplo que pongo siempre: una vez me fui a pinchar en Nochevieja a Almería y me tomé las uvas sola. Me dio una llorera que flipas. A muchos compañeros les ha pasado. Nos perdemos cosas, hay vacío y soledad. Y si empiezas a decir que no, la industria te deja de llamar.

P. ¿Cómo fue el final de su etapa de gloria?

R. Yo fui de las primeras dj en tener contratos con marcas en España. Me iba muy bien. Pero explotó el boom. En 2016/2017 salen dj de debajo de las piedras, todo el mundo pincha, me dejan de llamar. Aparte de que yo me volví bastante arrogante en redes. Critiqué mucho a otros. Hacer eso me hizo daño. Igual que me criticaron a mí, yo lo hice con otros. El ego… Yo me había metido anteriormente en el budismo a saco, y todo lo que yo predicaba me lo pase por el forro. El ego me dominó.

Eme DJ, retratada en el bar El Rincón, en Malasaña.
Eme DJ, retratada en el bar El Rincón, en Malasaña.Álvaro García

P. Hablemos de música: ¿influye el cambio en los gustos de la juventud, los ritmos más urbanos?

R. A mí me gusta pinchar de todo, porque me gusta toda la música. Lo que viene, si suena bien, ¿por qué no integrarlo? Hay una evolución en los últimos cinco años, donde los ritmos son más lentos que en la electrónica. Ahora parece que va a volver a coger velocidad.

P. Todo cambia todo el rato.

R. Pero lo que me molesta, no sé si es por culpa de Spotity o de los dj, es que la gente ya no baila. Lo que quiere es cantar: estribillos y corear. No sé si es cosa del indie español o del reguetón. Como dj es frustrante, porque tú quieres ver a la gente moverse.

P. Usted tiene 41 años. ¿Cómo se adapta su generación al ocio nocturno?

R. No lo noto tanto. Ahora hay lo del tardeo, para gente de nuestra edad… Sin embargo, a mí sí me ponen pegas con la edad para pinchar, en algunos sitios buscan a dj más jóvenes, que atraiga a gente más joven. El indie de guitarras ya es otra generación. Pero todo vuelve.

P. A ustedes les debe pasar como a los profesores. Pasan las generaciones de alumnos, siempre son jóvenes, pero ellos van envejeciendo. Los dj igual.

R. Es cierto que muchos de mis amigos de mi edad ya no salen, y solo vienen a verme alguna vez, a un tardeo o a un vermut… Pero yo creo que me he sabido adaptar a las nuevas generaciones. Como te digo, hay sitios como el club Ocho y Medio de Madrid del que ya no me llaman, porque el público es muy joven.

La gente ya no baila. Lo que quiere es cantar: estribillos y corear”

P. ¿Qué se pincha ahora?

R. La música en streaming hace que todo el mundo escuche lo mismo. Antes tú grababas a alguien una cinta e iba de mano en mano… Ahora no es como antes. Había más curiosidad y cultura musical. Ahora todo el mundo escucha lo que manda el algoritmo. Lo que dice Spotify. Al final da igual el criterio del dj. Hay muchos dj, sobra música, todos pinchan lo mismo.

P. ¿Cómo se ve ahora mismo?

R. Después de todo este tiempo, creo que he encontrado un lugar donde estoy cómoda, respetándome y respetando a los demás. Y a lo mejor no tengo que ser cabeza de cartel, ni nada de eso. Pero al menos estoy disfrutando del proceso.

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