Guionistas: El último mono de la fiesta | Televisión

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Eché de menos en los Forqué a un personaje del gremio audiovisual. A uno que ni grita ni aparece por las reuniones (ni por las sociales ni por las de trabajo). Una persona encorvada, quejica, que rara vez viste a la moda. Tiene problemas de salud relacionados, casi siempre, con el tránsito intestinal. Es el primero en llegar a un proyecto, pero es el que más papeletas tiene de irse sin cobrar. Cuando arranca el proyecto, acude a alguna reunión. Pero después desaparece de los despachos salvo para recibir interminables peticiones de trabajo no remunerado, porque eso que hace lo puede hacer cualquiera y además se cambia en dos patadas.

Cuando la cosa arranca, si es que arranca, el director cambia eso de “nuestra historia” por “mi película”. Ahí es cuando nuestro amigo se da cuenta de que se está volviendo invisible. Los actores no saben cómo se llama, y tampoco les importa mucho. Llega el dinero para todo lo que hay que hacer y él sigue esperando a cobrar, aunque ya terminó de trabajar (empleado más de un año en hacer lo suyo). Aún le queda esperar. Termina el rodaje y, ya sí, le pagan lo suyo. Llega el estreno y no le invitan al pase, ni a la fiesta. Ni a ningún otro sitio. Si un actor gana un premio, mencionará a todo el mundo menos a nuestro personaje. Si la película es un fracaso, todo el mundo le menta, pero siempre sin nombre propio, sólo refiriéndose a su puesto de trabajo. Pero si la película es un éxito, no le verás ni en los premios ni en el photocall.

Este es el destino y la realidad de los guionistas que, una vez más, no han estado ni los aplausos ni en las alfombras rojas.

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