Pablo Bustelo perteneció a una de las primeras generaciones universitarias que en la investigación en economía (y en ciencias sociales, en general) se atrevió a trabajar sobre ámbitos internacionales. Me permito ilustrarlo con una anécdota familiar, porque Pablo era mi sobrino: cuando él estaba terminando su tesis doctoral, que leyó en 1989, sobre los entonces llamados NPIAs (Nuevos Países Industriales Asiáticos), su abuelo materno, mi padre, Emilio Gómez Orbaneja, un gran jurista y universitario, se preguntaba, entre orgulloso e inquieto, si se podía hacer una buena tesis doctoral en economía sin recurrir a grandes archivos nacionales, administrativos o empresariales; en otras palabras, si se podía hacer una gran tesis en economía que no fuera sobre España. Eso había sido lo propio de mi generación, poner al día la investigación histórica, económica, social, política, geográfica de nuestro país en los años finales de la dictadura sobre la base de sólidas e inexploradas fuentes documentales. Pero la universidad española estaba en el momento de la inflexión hacia una nueva modernidad, la de lanzarse a los estudios internacionales sin miedos ni complejos.
Fue una excelente tesis doctoral, y pionera, la de Pablo sobre esos pequeños países del sureste asiático, que crecían a tasas anuales del 7% y con industrialización. En la huella final de la posrevolución cultural china, se les llamó primeros “la banda de los cuatro”, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur, luego “los cuatro dragones asiáticos”. Pablo discutió con buena información, método y lucidez, si se trataba solo de un dinamismo dependiente, quizá de subproductos de empresas internacionales, o si el desarrollo de esos países trascendía la condición de dependencia para poder entenderlos como modelos singulares de desarrollo, y buscar interpretaciones más allá de las teorías neoclásica o dependentista.
Han pasado los años y las situaciones son otras, pero cuando vuelvo a ver estos días este primer libro de Pablo, Economía política de los nuevos países industriales asiáticos, que publicó Siglo XXI, hasta la portada me parece nueva y evocadora: un mapa, algo difuminado, de todo el sureste asiático, y superpuestos a más escala, definición y color, los países en cuestión, los “cuatro dragones” en el litoral oriental del gran gigante chino. En aquella época, Pablo viajó, dio conferencias, participó en seminarios y actualizó la docencia de estos y otros países en España.
No puedo evitar recordar otra cosa, por la reflexión que suscita cuánto ha cambiado internet nuestra forma de saber, de leer, de escribir, de investigar: Pablo era en los primeros años noventa del siglo pasado un cliente muy activo de Amazon, cuando era una simple librería online, cuando Jeff Bezos estaba todavía en el famoso garaje de Seattle. Yo le encargaba libros y él tenía una biblioteca muy actualizada.
Convertido en profesor titular de Economía aplicada en la Universidad Complutense de Madrid, Pablo fue extendiendo su área de trabajo a toda la de Asia Pacífico. Sin duda era un área difícil para investigar por la competencia global. Publicó muchos libros y más de un centenar de artículos en revistas nacionales e internacionales de prestigio, reflexionó sobre el desplazamiento del centro económico mundial a esa área a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, primero Japón, después los NPIAs, que llegó a China y finalmente la India ya en los primeros decenios de este siglo.
En 2002, Bustelo entró a formar parte como investigador principal responsable de Asia Pacífico del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, y allí, junto con su departamento universitario y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Complutense, encontró un marco idóneo para desarrollar su trabajo, coordinar redes y publicaciones y dirigir ocho tesis doctorales.
Como no soy economista, solo lectora y familiar próxima de Pablo, me limito a recordar ahora el interés que suscitó, hace unos años y a propósito de los dos gigantes demográficos asiáticos, China e India, su reflexión sobre si había que considerarlos en términos de complementariedad o de competencia, o las dos cosas; o un posible polo mundial Chindia, sobre todo en términos de política exterior y estratégicos en un mundo multipolar. Pablo es el primero al que yo le he oído hablar de que el talón de Aquiles de China iba a ser su política del único hijo (y, en este caso, en la práctica, hijo no era genérico, sino, en la medida de lo posible, solo masculino), por el envejecimiento de la población que a medio plazo iba a provocar. Chindia, Asia a la conquista del siglo XXI, que publicó el Elcano en Tecnos, en 2007, fue el libro de Pablo más conocido. Más tarde, su preocupación se extendió a los temas energéticos y de cambio climático de esos países y de esa área de estudio preferente.
Vuelvo al principio. Pablo ha sido un caso pionero de una universidad en plena inflexión, más internacional; su hija Leticia, en un nuevo cambio generacional, estudia ingeniería en París. A ella, a sus padres, a sus maestros y mentores (quiero citar muy especialmente a Carlos Berzosa), a todos sus compañeros de la universidad, vaya mi recuerdo emocionado de él y mi cariño.
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