Nueva York celebra este martes unas elecciones parciales que servirán como termómetro político de cara a noviembre. La votación para elegir al sustituto del republicano George Santos, expulsado de la Cámara de Representantes por una veintena de delitos, entre ellos fraude, falsedad y suplantación de identidad, es a cara o cruz, entre un demócrata del establishment, Tom Suozzi, y una republicana de nuevo cuño, aún registrada como demócrata, la veterana del Ejército israelí Mazi Pilip. Cualquiera que sea el resultado, influirá en el precario equilibrio de fuerzas en la Cámara, donde los republicanos aventajan hoy a los demócratas por siete escaños de diferencia (219 a 212). Empatados en las encuestas, la gran nevada que este martes ha caído sobre Nueva York, la más copiosa en dos años, tendrá también consecuencias en la asistencia a las urnas.
La victoria del fabulador Santos en las elecciones de medio mandato contribuyó a quebrar la hegemonía demócrata de Nueva York y, por ende, a conceder a su partido el control de la Cámara. Nueva York siempre había sido un estado azul, el color con el que se identifica a los demócratas, hasta que un rediseño del mapa electoral ordenado por un juez y la labor de zapa de los republicanos en los suburbios hizo peligrar ese dominio. El escaño que Suozzi y Pilip se disputan corresponde al condado de Nassau y a una parte de Queens, donde el alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, ha instalado un macroalbergue para inmigrantes. La crisis migratoria que vive la ciudad ha dado alas al discurso republicano.
Suozzi es un demócrata moderado, bien conocido en Washington: ha sido congresista durante tres legislaturas. Pilip, en cambio, es casi desconocida para el votante medio. Nació en Etiopía y sirvió en las Fuerzas de Defensa israelíes (IDF, en sus siglas inglesas) antes de emigrar a EE UU. Judía falasha, madre de siete hijos, antiabortista, defensora reciente de Trump, la candidata ha hecho de la cuestión migratoria su principal caballo de batalla, exagerando la supuesta inseguridad ciudadana que los republicanos -y algunos demócratas- vinculan a la presencia de extranjeros en la Gran Manzana.
Ambos partidos están muy pendientes de la contienda para saber qué temas y qué mensajes tienen más tirón para encarar noviembre. Hasta el momento, sobre todo en lo relativo a la cuestión migratoria, los republicanos están arrastrando a los demócratas en su discurso catastrofista: los votantes de Queens dicen sentir la presión de la llegada de extranjeros. El alcalde Adams, además, no para de quejarse y culpar al presidente Joe Biden, lo que según los expertos puede dañar a ambos, y la semana pasada el máximo responsable del Departamento de Policía afirmó que una “ola de delincuencia migrante” había “arrasado” la ciudad. Los republicanos se han gastado millones de dólares en anuncios para culpar del desorden al presidente Joe Biden y a Suozzi, uno de sus leales.
Suozzi, un moderado proclive al consenso, y Pilip, que el sábado se saltó un mitin que supuestamente protagonizaba por observar el Sabbat, chocan en todo: en la cuestión migratoria, en el aborto (el demócrata ha dicho que luchará por volver a consagrar el aborto como un derecho federal tras la revocación por el Supremo de la doctrina Roe vs Wade, mientras que la republicana se ha pronunciado ambiguamente), en el derecho a portar armas (el demócrata apoya la prohibición de las armas de asalto, su rival se pone de perfil). A una escala reducida a la circunscripción que les elige, su contienda plantea el debate existencial que subyace a las elecciones de noviembre: dos visiones antagónicas de EE UU. La defensa que Pilip hace de los intentos de Trump de revertir el resultado de las elecciones de 2020 fija la línea divisoria entre ambas visiones: afirma que no cometió ningún delito cuando intentó anular las elecciones que dieron la victoria al demócrata Biden.
La novata Pilip apoyó con entusiasmo al falaz Santos cuando este se presentó en 2022, aunque luego tomó distancia a medida que se revelaban todas sus trolas. Ahora pretende, ha explicado, “restaurar la integridad del distrito” que aspira a representar. Ni siquiera el bochorno político derivado del caso Santos ha desanimado a los republicanos, que después de décadas en declive recuperan tracción en Long Island, un suburbio prototípico que prueba la importancia demográfica y electoral del llamado conurbano en EE UU. Y lo hacen resucitando su maquinaria de la vieja escuela (buzoneo, campaña puerta a puerta) y a la par con nuevas herramientas, como la desinformación. Prueba de esto último fue el bochornoso espectáculo que dio hace una semana en Times Square, el kilómetro cero de la ciudad, el populista Curtis Sliwa, atizando la “amenaza migratoria” al inculpar sin pruebas a un transeúnte con rasgos latinos que pasó por detrás de él mientras era entrevistado en directo por la Fox. El transeúnte era un neoyorquino del Bronx, pero Sliwa, un republicano residual que en su día creo una patrulla de vigilancia urbana, en plan justicia callejera, llamada Guardian Angels, le llamó inmigrante y ratero. Ninguna de las cosas era cierta, pero el señalado fue agredido por esbirros de Sliwa ante las cámaras de la televisión, en un incidente que se volvió viral.
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Sliwa no compite ahora (sí lo hizo como candidato a la alcaldía de Nueva York en 2021, sin suerte) pero con sus actos de propaganda alimenta la candidatura de Pilip, la cara visible de la reconquista republicana de los suburbios -no sólo en Nueva York, sino en todo el país. El partido republicano controla ya las tres ciudades del condado de Nassau, la oficina del ejecutivo del condado y, hasta la expulsión de Santos, los cuatro escaños de la región en la Cámara de Representantes. Los mismos que ayudaron a dar la estrecha mayoría a los republicanos. El baldón del mentiroso en serie Santos, que afronta 23 cargos penales, apenas es ya un mal recuerdo.
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