El escritor y periodista Martín Caparrós (Buenos Aires, 66 años) acaba de publicar El mundo entonces. Una historia del presente (Ed. Random House), un libro tan interesante como inquietante sobre el presente narrado desde el siglo XXII — una “utopía inversa” como él lo califica en “la tradición de Montesquieu y Voltaire”— y escrito con la mirada de una historiadora —”Uno hace literatura para poder ser lo que no es”, se justifica—. Los capítulos se publicaron por entregas en este diario, del que es colaborador, aunque es una versión revisada y aumentada con breves perfiles al final de cada parte. La entrevista con Martín Caparrós, que desde hace unos meses está en silla de ruedas debido a una enfermedad neurológica y que ha recibido este año premios como el Ortega y Gasset o el Roger Callois al mejor libro latinoamericano por Ñamérica, tiene lugar en su casa de Torrelodones (Madrid).
Pregunta. El libro recoge lacras como el hambre, la desigualdad, la crisis climática y también la guerra. Incluye Ucrania, pero no el conflicto entre Israel y Hamás…
Respuesta. Ahora estamos impresionados por esas dos guerras, pero si se compara la intensidad y cantidad de víctimas y de países involucrados en el siglo XX, este asunto es menor. Es feo comparar en esos términos, pero imagínese que en todo el conflicto Israel-Palestina no ha llegado a haber 20.000 muertos y en cualquier jornada de las trincheras del Marne moría más gente. Es el éxito del efecto Oppenheimer: que unas armas tan brutales iban a ser de algún modo disuasorias y está sucediendo. Pese a lo que parece, estamos en uno de los momentos más pacíficos de la historia.
P. Siendo de origen judío, ¿cómo vive el conflicto?
R. Para la ley judía soy judío porque mi madre lo era. En mi familia nunca practicamos ninguna religión, mi padre era de origen católico, siempre fuimos perfectamente ateos y más comunistas que otra cosa, pero sí me identifico con una larga historia que incluye a mi bisabuela asesinada en el campo de exterminio de Treblinka. Lo que sí creo es que el hecho de ser judío nada tiene que ver con el hecho de ser proisraelí ni mucho menos pro un Gobierno de extrema derecha como el que ahora rige ese país. Me parece terrible lo que están haciendo y también que haya fundamentalistas islámicos que maten gente. Es una de esas guerras en las que no hay buenos. A veces pienso que la última guerra en la que hubo buenos fue la guerra civil española o Vietnam. El conflicto palestino-israelí es irresoluble: hay dos pueblos que quieren ocupar el mismo territorio. Ambos creen que el otro quiere acabar con ellos.
P. ¿Y cómo ve la victoria de Javier Milei en Argentina?
R. No ganó las elecciones por lo que realmente es. Ganó porque supo representar como nadie la rabia de millones de argentinos ante una situación que no para de degradarse desde hace 30 años. Que la respuesta al desastre argentino sea este loco con la motosierra es decepcionante.
P. Entre los grandes temas del libro, está la inteligencia artificial (IA).
R. No me asusta la inteligencia artificial. Está de moda asustarse de todo.
P. El miedo sobrevuela todo el libro. ¿Es esa la característica definitoria de nuestra sociedad?
R. Miedo al futuro, al deterioro ambiental, a los problemas políticos, a la demografía, al otro. Las sociedades tienen periodos en los que el futuro deja de ser promesa para convertirse en una amenaza. Hasta ahora se confiaba en las mejoras técnicas, pero con la IA también entró en la categoría de amenaza.
P. También apunta que los medios han dejado de tener el monopolio de la novedad.
R. Sí. Debemos centrarnos en contar mejor y pensar mejor porque son las dos cosas que las redes sociales no pueden hacer porque no están preparadas para ello y no les interesa. Es cierto que cada medio habla a su parroquia, pero creo que esto era más fuerte hace 50 años cuando en cada familia se compraba un periódico. En cambio, ahora uno puede ir comparando y escoger aunque me sorprende que no se haya encontrado una forma de sistematizar eso, una especie de Spotify de los medios.
P. La narradora sitúa el fin de la era occidental y el comienzo de la era oriental en nuestros días…
R. Se me ocurrió que una historiadora dentro de 100 años podía dar cuenta de que se había buscado una nueva forma de llamar a estos últimos tres siglos y me parece claro que es una era hegemonizada por Occidente. El mundo se ha convertido en una especie de réplica de Occidente en términos de organización política, de cultura, de técnica, de máquinas, de urbanismo. Incluso esos países que ahora surgen o resurgen como China o la India que también lo hacen con modos occidentales. En el libro digo que uno de los datos que se podrían usar para fechar el final de la era occidental es que el año pasado, por primera vez en la historia, el PIB de China fue mayor que el de EE UU. China y la India tienen más de un tercio de la población mundial y avanzan sobre el resto del mundo.
P. La conclusión de la historiadora no es pesimista. Su última frase es que el mundo es maravilloso.
R. Puedo ser todo lo pesimista que se quiera a cortísimo plazo. Puedo ser hipercrítico, pero en el medio plazo soy optimista, vivimos cada vez mejor. Tenemos las herramientas para vivir muchísimo mejor y no lo hacemos. Eso sí, es nuestra culpa y nuestra vergüenza. Pero es innegable que vivimos mejor que en cualquier momento de nuestra historia.
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