Aunque el cine, como cualquier arte, tiene una valoración que va más allá de lo económico, lo cierto es que para producir una cinta se necesita un presupuesto, por pequeño que sea. Dani Feixas, director, no contaba solo con sus ahorros. Llevaba meses buscando “una buena historia”, pero que fuese producible. Cuando leyó el guion de Nach Solís, sonrió. “Pensé: ‘Lo he encontrado’; eran pocos personajes, una única localización, una historia pequeñita pero que podía trabajar muy bien los personajes y, además, era fácil de producir”. De ese flechazo nació Paris 70, corto que este sábado se puede llevar el Goya a mejor cortometraje y sobre el que un grupo de suscriptores de EL PAÍS conversó, el miércoles, con su director y su protagonista, el actor Alain Hernández.
El alzhéimer es el tema central de la cinta: Jan cuida de su madre, interpretada por Luisa Gavasa, que padece la enfermedad; una mentira piadosa le hará revivir algunos de los momentos más felices de su vida. El reparto lo completa Neus Asensi. El corto acumula cerca de un centenar de reconocimientos de festivales grandes y pequeños. Aunque lo que más ha impresionado a los artífices de esta historia es la reacción de las personas que se han visto identificadas en la pantalla. Esos comentarios los recogieron también de los suscriptores durante el encuentro virtual, que forma parte del programa de experiencias de EL PAÍS+. Los lectores compartieron la “emoción” ―fue la palabra más repetida― de ver una historia tan sensible.
Hernández contó que, cuando le propusieron el personaje, hace más de dos años, pensó que el motivo era que su padre padecía la enfermedad. Entre la oferta y la salida del corto, su padre falleció. “Fue terapéutico”, reveló a los lectores sobre el proceso de rodaje. Le costó contener la emoción en algunos momentos porque su propia experiencia lo invadía, pero lo asumió como un homenaje a sus padres. “Quería trasladar el amor del cuidador hacia la madre”, compartió.
Feixas también sufrió la implicación personal: un familiar que considera como una abuela había padecido alzhéimer. Su madre fue la cuidadora. Quería tratar el tema con la medida justa: no caer en la dramatización extrema, tampoco en la frialdad, y por supuesto que no pudiera parecer una parodia o algo inverosímil. Por eso contactó con diferentes asociaciones implicadas en la investigación y divulgación de la enfermedad para presentar la historia antes de lanzarla. “La respuesta fue unánime, que era una maravilla, que adelante y que lo que estábamos a punto de hacer era totalmente posible”, recordó Feixas.
Esta aceptación unida a los silencios y lágrimas del equipo de rodaje durante los días de trabajo fueron un síntoma de que habían cuajado un buen corto. Pero han sido los reconocimientos posteriores los que han permitido que Paris 70 vaya a convertirse en un largometraje. Este sábado puede que, además, obtenga el broche de oro con un Goya.
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