Pocas correspondencias tan maravillosas, conmovedoras y resplandecientes como la que cruzaron la actriz María Casares —exiliada en París, hija del político republicano Santiago Casares Quiroga— y el escritor Albert Camus, desde junio de 1944, cuando comenzaron su relación amorosa (¡justo el día del desembarco de Normandía!), hasta la muerte del célebre autor, premio Nobel de Literatura en 1957, en accidente de automóvil el 4 de enero de 1960. Al empezar ella tenía 21 años y él, casado, 30. Tras una ruptura en octubre de 1944, Casares y Camus se encontraron casualmente en 1948 caminando por el bulevar Saint-Germain de París y la relación continuó ya hasta fallecer el escritor: 12 años de correspondencia ininterrumpida y cartas en las que se manifestaban su amor con una sensibilidad y una pasión cautivadoras (“si estuvieras aquí, caería sobre tu cuerpo como una tempestad, arrancaría todas las pieles y las lanas que te visten y me ceñiría al tronco terso de tu cuerpo, entre la luz”, escribe él; “necesito tu cuerpo espigado, tus brazos flexibles, tu hermoso rostro, tu mirada clara que me trastorna, tu voz, tu sonrisa, tus manos, todo”, escribe ella; “querido amor mío”, encabezan frecuentemente los dos).
Las cartas, que reflejan de manera excepcional la época (algunas de él están escritas en papel del diario Combat, otra con el membrete de un hotel de Estocolmo en 1957; desfilan numerosísimos nombres famosos, Picasso, Sartre, Cocteau, René Char, Gérard Philippe), se leen con el interés por los personajes y su tiempo, pero también como verdadera literatura, con pasajes bellísimos: “Hace un rato la noche estaba llena de estrellas fugaces. Que caigan como una lluvia sobre tu hermoso rostro allá donde estés, a poco que alces la vista al cielo esta noche. Que te cuenten el fuego, el frío, las flechas, los terciopelos, que te cuenten el amor, para que te quedes erguida, inmóvil, petrificada hasta mi regreso, toda tú dormida, menos el corazón, y te despertaré una vez más” (Camus).
Una selección de esa correspondencia única, publicada en castellano por Debate (2023) en un monumental volumen de 1.230 páginas, es la base del espectáculo Casares-Camus: una historia d’amor que han orquestado Mario Gas (dirección), y los actores Rosa Renom (autora además de la traducción al catalán y la adaptación) y Jordi Boixaderas y que se estrena en Tamporada Alta (Teatre de Salt, sábado y domingo) para hacer temporada luego en el Teatre Lliure de Barcelona (2 al 21 de enero de 2024, Gràcia). Se da la circunstancia de que el espectáculo coincide en el festival (3 de diciembre, El Canal) con Sísif fa no fa, la nueva obra de Jordi Oriol con Indi Gest, un monólogo que interpreta Carles Pedragosa que aborda el mito de Sísifo y una de cuyas inspiraciones es el famoso ensayo de Camus y pilar del existencialismo.
Salvador Sunyer, director de Temporada Alta, se ha felicitado hoy en la presentación de ambas producciones por el hecho de que coincidan dos creaciones vinculadas a uno de los autores esenciales de nuestra cultura y nuestras vidas, “y un referente que viene de lejos”. Ha destacado que era de esperar que las cartas de Camus, un Nobel al cabo, fueran tan brillantes pero que sorprende la altura literaria de las de Casares. “Sabe mal que él se matara porque nos gustaría saber hasta dónde habría llegado esta correspondencia”, ha apuntado.
Rosa Renom ha dicho que quedó fascinada al leer las cartas, no sólo porque son cartas de amor sino porque constituyen el retrato de toda una época. Son, ha señalado, testimonio de una relación sentimental, humana, profesional, sexual, de dudas, de celos, que acreditan un ligamen muy profundo. Las cartas de dos personas que van creciendo juntas y a la vez separadas. Seleccionarlas no ha sido fácil —“todas son muy buenas” y hay 865—. Han procurado que haya variedad y se vea no sólo el amor, sino el posicionamiento de los dos con respecto a temas importantes.
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Boixaderas, que ha recalcado que no hacen físicamente de Casares y Camus, y no representan la relación, ha apuntado que hay otros materiales en el espectáculo aparte de las cartas, tomados de los Carnets de Camus y sus pensamientos y también de otros textos de ella. “Intentamos dar vida a todo eso, haciendo mucho más que una lectura”.
Mario Gas ha explicado cómo le llamó Renom “entusiasmada con las cartas” y le propuso montar un espectáculo. “Yo había leído algunas ya y me parecían fantásticas, no tanto para hacer una recreación historicista de los personajes sino para ir a la esencia, un corpus amoroso, intelectual y existencial testimonio de un tiempo convulso y estimulante, con muchas concomitancias con el nuestro. Casares y Camus son, por supuesto, mucho más que una pareja de amantes. Su correspondencia es la radiografía de una época y de todas las contradicciones y emociones de los seres humanos. Trasciende la historia personal”.
Ha indicado que el amor del escritor y la actriz tiene mucho de moderno, de amor políticamente no correcto, de poliamor incluso, pues ambos tuvieron otros amantes. Y ha destacado que, a través de ese amor, de esas dos almas que buscan la felicidad, “comprendemos mucho de corazón humano, y nos ayuda a entender más de nosotros mismos”. Para el director, las cartas son motivo de reflexión y muy aclaradoras sobre qué es el amor, cómo se produce y cómo se mantiene. Ha considerado Mario Gas que en las cartas, “ella aboca más cosas, él es más reservado, más discreto, aunque tiene cartas memorables”. Ha explicado que el proyecto ha acabado siendo un espectáculo por el que Renom/ Casares y Boixaderas/ Camus transitan. Se desarrolla en un desván de utilería teatral y los personajes salen de las sombras de la memoria y dialogan entre ellos.
Gas ha subrayado que “habría que leer mucho más a Camus hoy” y ha recordado que el autor de Calígula tiene una de las mejores producciones dramatúrgicas del siglo XX. De sus obras teatrales, algunas de las cuales las interpretó Casares (de hecho, en el inicio de su relación está que ella encarnaba a Martha en El malentendido), se habla prolijamente en las cartas. Ha recordado Mario Gas que a Casares (A Coruña, 1922-Aloue, Francia, 1996), “un mito de la interpretación”, la conoció y la vio en escena varias veces. En una ocasión, cuando la actriz estuvo en Barcelona con motivo de la Olimpiada Cultural, incluso fueron a cenar juntos a la Barceloneta con ella y el director Jorge Laveli, que fue su director fetiche. También Renom conoció a Casares, a la que en una ocasión, de jovencita, le hizo de actriz de luces.
“¿Por qué ha de ir a ver esta obra el público?”, se ha preguntado retóricamente Gas. “No se”, se respondió, “pero se van a encontrar un espectáculo en carne viva, maravillosamente servido”. ¿Se tocan Camus y Casares en la función, hay romance? “Habrá que ir a verla para saberlo”, ha bromeado el director.
En cuanto a Sísif fa no fa, Jordi Oriol ha querido llevar a hoy el mito clásico del personaje condenado a arrastrar incesantemente su piedra, convirtiéndolo también en una imagen del propio proceso de hacer teatro y sus dificultades (”en este caso, un castigo autoimpuesto”, ha apuntado). El montaje aprovecha la condición de músico del intérprete, Carles Pedragosa, tiene como centro un piano y desde el título propone un juego de palabras musical en referencia al tritono, “una disonancia prohibida mucho tiempo pues se creía que invocaba al demonio, lo que nos remite al infierno en el que está castigado Sísifo”. El espectáculo, que no utiliza texto de El mito de Sísifo de Camus, sí se relaciona con este al aludir al absurdo de la condición humana y su sufrimiento inútil, así como a la falta de sentido en última instancia de la propia creación artística. Para Oriol, la repetición que es la esencia del hecho teatral es una metáfora del castigo de Sísifo.
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