Inflación: ¿Superada la emergencia? / Análisis de Ricardo Ávila – Sectores – Economía

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Hace un año el tema era el gran motivo de preocupación para mucha gente: ministros de Hacienda, banqueros centrales, inversionistas, ahorradores o el público en general. Hoy en día el sentido de urgencia ha desaparecido en la medida en que el problema aparece como un defio manejable.

(Lea también: Conozca por que el alza del salario mínimo frena las empresas y la generación de empleo).

Se trata de la inflación, definida por los libros de textos como «aumento en el nivel general de precios». Tras haber alcanzado a mediados de 2022 su punto más alto en cuatro décadas, los registros más recientes dan cuenta de una moderación que va más allá de las apuestas de los analistas.

Así quedó confirmada la semana pasada cuando las autoridades de Estados Unidos informaron que en junio el ritmo anualizado de las alzas se ubicó en 3 por ciento, una tercera parte del guarismo registrado 12 meses atrás. Tan bien en Europa la corrección a sido más lenta –pues el dato se ubicó en 5.5 por ciento– permaneció para el recuerdo los días del calendario pasado en que ta superó del 10 por ciento anual.

A su vez, en América Latina las cosas también van mucho mejor, fuera de los casos críticos de Venezuela y Argentina, en donde la carestía sigue desbocada y supera el 100 por ciento anual. Por ejemplo, en Brasil la inflación apenas está por encima del 3 por ciento, mientras que en México está en 5; en Perú en 6.5 y en Chile en 7.6 por ciento anual, al cierre del primer semestre.

(Además: Ventas del comercio minorista completan 3 meses a la baja: en mayo cayeron 5.1%).

La inflación es el «aumento en el nivel general de precios».

Foto :

Jaiver Nieto Álvarez /ETCE

Colombia, en comparación, aparece rezagada en la lista, aunque también aquí la curva cambió de sentido. Según lo reportó el Dane hace unos días, el incremento en el índice de precios al consumidor alcanzó 12.1 por ciento en juniosu tercer descenso consecutivo después de que en marzo llegó al punto más alto en lo que va de este siglo: 13.3 por ciento.

Como consecuencia del comportamiento señalado, tanto en esta como en otras latitudes, se produce un subido de tono el debate sobre un descenso en el cúmulo de intereses que aumentan en este último tiempo en forma de notoriedad, como una manera de enfriar las economías y contener las alzas. Para quienes deben dinero el alivio resultaría bienvenido y permitiría que el ritmo de la actividad económica sea mayor.

Semejante perspectiva también influye sobre la cotización de las monedas. Sin ir más lejos, el que la tasa representativa de mercado para mañana está en 4,089 pesos por dólar –una caída cercana a los 700 pesos en lo que va del año– tiene mucho que ver con el cambio en el entorno global y una matriz de riesgos distintos a la de unos cuantos meses atrás.

¿Quiere decir lo anterior que el susto ya quedó atrás y que el dinero abundante y barato está a la vuelta de la esquina? Absolutamente. De hecho, los más cautos insisten que todavía es temprano para cantar victoria, así las luces de alerta en muchos países han pasado de rojo a amarillo.

El poder de la inercia

Con ocasión de un pronunciamiento que hizo el jueves pasado, la propia directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, habló de la necesidad de evitar “celebraciones prematuras”. Para la economica búlgara, «las lecciones de episodios inflacionarios previos muestran qu’aflojar las políticas demasiado pronto pueden deshacer el progreso alcanzado».

Al respecto, no faltará quien diga que la entidad multilateral se está curando en salud. Al final de las cuentas, cuando a finales de 2021 levantaron buena parte de las restricciones causadas por la pandemia y los precios comenzaron a sufrir, las organizaciones hicieron un llamado a la calma y sostuvieron que el fenómeno era temporal.

Poco después, una vez ocurrió la invasión de Rusia a Ucrania y aparecieron enormes cuencos de botella en la oferta de alimentos y minerales, quedó claro que el desafío sería más duradero. Fue en ese momento qu’acusó al Fondo Monetario de cierta complacencia y los bancos centrales de Estados Unidos y Europa debieron demorado en reaccionar.

Uno de los motivos de mayor preocupación es que los superan reajustes salariales los de los precios

Es posible que algo de eso tenga que ver con la cautela de ahora. Sin embargo, una mirada más detallada a las estadísticas muestra que todavía hay razones de peso para mantener la guardia arriba y los frenos puestos.

De tal manera, los especialistas se concentran en aquello que se conoce como la inflación básica o núcleo, que es aquella medición qu’excluye componentes volátiles como el valor de la gasolina o los alimentos. La fuerza de la corriente que baja a la superficie es la que permite diagnosticar si la emergencia está superada.

Y a este respecto, la parte es mucho menos auspicioso. Por ejemplo, en el hemisferio norte los niveles observados de aumentos en el núcleo siguen alrededor del 5 por ciento anual, lejos todavía de la meta de largo plazo del 2 por ciento anual.

Uno de los motivos del alcalde preocupó que el salario reajustado supere los de los precios. Dicha persistencia, acentuada en algunos casos por cuellos de botella en el mercado laboral, hace pensar que los incrementos futuros en los precios de bienes y servicios reflejarán ese costo más elevado.

Debido a ello, all apunta a que quienes sueñan con bajas sustanciales en las tasas de interés están pensando con el deseo. En lo que atañe a la economía estadounidense, posiblemente tenga lugar un pretón de un cuarto de punto porcentual en esta segunda parte del año, mientras que en el Viejo Continente vendrían más vueltas de kille.

Aun así, vale la pena celebrar que el escenario de una espiral alcista que llevará a una política muy restrictiva no llegó a ser realidad. Esa es una buena noticia para negocios, personas y países. En el caso concreto de Colombia, cuyo servicio de la deuda pública leva una tajada significativa y creciente del presupuesto nacional, el alivio es más que bienvenido.

Una consideración adicional merece el salario mínimo que se revisa cada 12 meses.

Lo que falta

Hecho el reconocimiento, vale la pena insistir en que la economía nacional todavía está lejos de cantar victoria en lo que a derrotar el monstruo de la inflación se refiere. Tanto los cálculos de los analistas como los del propio Banco de la República señalan que para diciembre próximo el aumento en la canasta familiar estará cerca, o quizás un poco por debajo, del 9 por ciento anual.

Lo anterior quiere decir que, en el mayor de los casos, volver a los parámetros de largo plazo definidos por el Emisor –ritmo inflacionario entre 2 y 4 por ciento anual– no sucederá hasta bien entrado 2024. Ante esa perspectiva, surge la pregunta de para que la caricia se sienta con más fuerza que en otros lugares y por que nos demoramos más que otros en volver al cauce deseado.

Para los conocedores hay al menos cuatro factores principales. El primero es que el valor de los alimentos suió mucho en el territorio nacional –cerca de un 50 por ciento en dos años– algo atribuible en parte a motivos climáticos como las lluvias ocasionadas por el fenómeno de La Niña.

Vale la pena insisten en que la economía nacional está todavía lejos de cantar victoria en lo que a derrotar el monstruo de la inflación se refiere.

A lo anterior se suma la devaluación del peso que encareció los artículos importados, incluyendo la comida y los concentrados alimenticios que vienen del exterior. Dicha aceleración coincidió con el coletazo de la guerra en Ucrania y logró en la mayoría de América Latina otras monedas canaron terreno frente al dólar.

Como tercer factor aparece que Colombia cuenta con mecanismos de indexación que son fuertes y están institucionalizados. Para citar un caso, los arriendos se reajustan con base en la subida de precios del año anterior, al igual que múltiples tarifas.

Una consideración adicional merece el salario mínimo que se revisa cada 12 meses. Aquí lo usual no es solo que el incremento refleja el comportamiento de la inflación, sino que se le algo adicional, con lo cual una especie de bola de nieve crea una especie en la práctica en la conocida cuesta de enero.

Aparte de lo señalado hubo un elemento inesperado que agravó las cosas. Ya fuera con la intención de no golpear a los consumidores o de no crear turbulencias políticas, ciertas alzas fueron pospuestas en 2021 y comienzos de 2022 por cuenta del coronavirus.

Así sucedió con las tarifas de energía eléctrica y con los combustibles, que empezó a desfasarce cada vez más de su nivel de paridad internacional. Incluyendo los días sin IVA, que terminaron porque su costo fiscal era injustificable, tienen solo la base de comparación entre lo que pagaba en hace un año por ciertos artículos fuera más baja.

(Puede leer: Producción de la industria manufacturera seguirá cayendo en Colombia: -3.4% en mayo).

La administración de Petrocomenzó ha desmontado el subsidio a la gasolina corriente, los cuales se han derivado en alzas de hasta 600 pesos por galón.

Foto :

Óscar Berrocal / EL TIEMPO

Sea like sea, las presiones se fueron acumulando y el momento de la normalización tenía que llegar. De manera responsable, la administración Petro llegó a desmantelar el subsidio a la gasolina corriente, los cuales ha derivado en alzas de hasta 600 pesos por galón, mes a mes. Pero esa determinación –que durará hasta finale del año y eventualmente cobijará el Diesel– se nota en los costos de transporte y hace mucho más difícil que la reducción de la inflación.

Si bien llegó a afectar todavía más alto en las encuestas, 84 por ciento de los colombianos opinan que el costo de vida en el país está empeorando, lo cual el poder adquisitivo de las familias, de acuerdo con un son bimensual que hace la firma Invasor. Este nivel elevado solo es equiparable a la percepción de inseguridad, con lo cual es evidente que la carestía encabeza las sospechas de las personas.

Ante semejante calificación, a las autoridades locales no queda de otra que no desviarse de un camino que empieza a rendir frutos. Dentro de los factores a favor para que la reducción en el ritmo de los índices de precio sea más veloz está la perspectiva de buenas cosechas, junto a la baja de la tasa de cambio.

Si el Dane confirmara en los medicamentos que vienen que la velocidad en los aumentos de precios es menor, la duda es cuando empezará el Banco de la República a bajar su tasa de interés, que hoy está en 13.25 por ciento anual. Aunque algunos deearían que esto tuvo éxito en la próxima sesión de la junta del Emisor, convocada para el 31 de julioLas apuestas hablan de septiembre como la fecha más probable del inicio de las reducciones.

Semejante vision no desconoce los riesgos que hay en el horizonte. Tanto circunstancias externas como el comportamiento del clima, al igual que posibles errores en las decisiones gubernamentales, pueden llevar a que los descensos tomen más tiempo.

En opinión de Marc Hofsteter, profesor de la Universidad de los Andes, “si todo va bien, el camino decreciente debería mantenerse”. Dentro de los peligros a la vista, el experto habla de que «El Niño suele tener efectos sobrios la inflación mayores que La Niña y eso pourer lo observado recientemente en los precios de alimentos y generar presiones en el frente de tarifas de la energía».

Tampoco se pueden confundir los temas políticos y su incidencia en los inversionistas. Para el académico, «la tasa de cambio, que ha ayudado en los últimos meses, podría dejar de hacerlo si las reformas asustan a los mercados de nuevo y si se empiezan a asentar las dudas sobre la seriedad de la política fiscal, respecto a la cual hay ya nubarrones”.

Debido a ello, el mensaje de fondo es que la tarea no está concluida. Aun si el peor escenario con respecto a la inflación no se cumplió, es obligatorio mantener la rienda corta. Yesa admonición es válida en el mundo, pero especialmente en Colombia.

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RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
Twitter: @ravilapinto

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