Los géneros negro y romántico: del descrédito a las superventas | Cultura

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Basta con observar las listas de libros más vendidos de cualquier revista o suplemento para darse cuenta de que el amor y el crimen suelen ser los temas favoritos de los lectores. Es común encontrarse en los primeros puestos la última novela negra de Carmen Mola, Eva García Sáenz de Urturi, Juan Gómez-Jurado o Susana Martín Gijón, o la historia más reciente de amor de Alice Kellen, Blue Jeans o Andrea Longarela.

Es paradójico, porque han sido géneros usualmente maltratados por los críticos y la academia: Jorge Luis Borges apuntaba que a críticos y académicos no les gustaba lo policíaco porque no era lo suficientemente aburrido. La periodista y escritora Marta Robles ha decidido indagar en estas contradicciones y hermanar ambos estilos literarios en el festival Rosa & Negro, que comienza este martes 13 de febrero en Tres Cantos y se extenderá por seis días cargados de actividades con proyecciones, charlas, foros y entregas de premios.

“Pese a las cifras de venta, aún hoy siguen estando poco considerados. No creo que la literatura, por ser negra o rosa, sea buena o mala; se mide por sus valores literarios, como cualquier otro color”, argumenta Robles. El prejuicio hacia ambos géneros no es su único nexo, tal vez el más evidente es el de las pautas predefinidas en las que ambos se mueven. “La novela negra busca sorprender y la romántica emocionar; en ambos géneros hay que controlar bien los tiempos para mantener el ritmo. Tienes unos ingredientes con los que el lector está familiarizado de antemano y el reto es ser capaz de mezclarlos y que el resultado sea único y funcione”, sostiene la escritora de romance Alice Kellen, la más vendida en España en 2022 y autora de títulos como Donde todo brilla (2023) y El mapa de los anhelos (2022). “El factor suerte es determinante, estar en el lugar y en el momento adecuado”, responde modestamente sobre su éxito quien es también “madrina” del evento y propuso para el festival a Mónica Rouanet y Abril Camino, autoras de novela romántica.

Para Juan Díaz Canales, guionista de Blacksad (el cómic europeo de género negro por antonomasia), los códigos y estereotipos de los dos estilos son, a la vez, una bendición y una maldición. “Por un lado, tiene mucho de terreno ganado; está bien manejar los elementos característicos porque hace que tengas una gramática, un lenguaje común, el lector espera una serie de cosas, que los personajes se comporten de una determinada manera. Pero al mismo tiempo, puedes caer en la repetición; por eso es interesante buscar una mezcla de géneros”. El historietista, quien estará presente el sábado en una mesa redonda sobre tebeos noir, apunta como ejemplos de esa hibridación a Blade Runner, que mezcla ciencia ficción y género negro, o incluso con superhéroes como es la serie animada de los 90 del Batman, de Bruce Timm y Paul Dini.

La escritora y organizadora del festival Rosa & Negro, Marta Robles.Ayuntamiento de Tres Cantos

Otra prueba de la flexibilidad del género es la novela gráfica Contrapaso (2021), sobre dos investigadores en la época del franquismo de los 50 y donde confluyen los estilos detectivesco, suspense e histórico. Su autora, Teresa Valero, es otra de las invitadas al debate del sábado, junto a Díaz Canales, Carlos Portela y Antonio Altarriba. “Me interesa el género no tanto por el enigma a resolver, sino por la enjundia social y la construcción de personajes”, señala. La cualidad de adaptarse a otros tipos de historia también la posee el romance; se puede contar a través de una distopía, como la película La langosta (2015), o una historia gótica como el clásico literario Cumbres borrascosas (1847). “Es un tema inagotable y muy amplio, que encaja en casi cualquier otra situación y permite explorar los entresijos del ser humano o viajar a distintas épocas”, sostiene Kellen, quien moderará varios encuentros (el programa completo se puede ver aquí).

Al estigma literario y la flexibilidad de nadar en otros géneros, se le podría sumar otro punto en común al rosa y el negro: la larguísima tradición que ambos cargan en sus espaldas. Es difícil rastrear sus orígenes con precisión, pero el primero tuvo un inicial auge con el Romanticismo del siglo XIX, que vio autoras como Jane Austen y las hermanas Brontë; mientras que el segundo puede haber encontrado una génesis en los años veinte del pasado siglo con Raymond Chandler y Dashiell Hammett, una consolidación de su atmósfera con la llegada de los expresionistas alemanes a Hollywood (Fritz Lang, Robert Siodmak) y una diversificación en innumerables subgéneros en la actualidad.

Más allá de las tradiciones y normas, el objetivo de las etiquetas es orientar al lector sobre el tipo de historias que se va a encontrar y no cerrarse en un estilo. Apunta Kellen: “Están bien los géneros para que los libreros puedan colocar los libros de una forma ordenada, vamos a decirlo así, pero pienso que un lector, un buen lector, tiene que ir más allá. Leer debería abrirnos la mente y no al revés. Hay que liberarse un poco, ¿no? Entrar con calma en una librería, pasear sin fijarse tanto en los cartelitos, leer las primeras páginas…”.

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