Muere a los 91 años Gabriel Ferraté, rector de la Universitat Politècnica de Catalunya y emprendedor | Cultura

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Gabriel Ferraté, en el año 2005.Montserrat T.Diez (EFE)

El doctor Gabriel Ferraté, fallecido el pasado domingo a los 91 años en Barcelona, pertenecía a una decisiva generación de rectores, cuyos mandatos durante la Transición y la consolidación democráticas supusieron la ampliación y la modernización de la red universitaria catalana y, por extensión, española. De lo primero fue ejemplo su gestión al frente de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) entre 1972 y 1976 y entre 1978 y 1994. La UPC había sido creada en 1971 como “de Barcelona” a partir de la unión de diferentes escuelas técnicas superiores, y rebautizada definitivamente en 1983, reconociendo así su despliegue territorial.

De lo segundo, fue testigo la creación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), donde ejerció de rector-fundador entre 1995 y 2005. Tras lograr manos libres de la Generalitat, imaginó un nuevo modelo pedagógico, con una estructura flexible y un proyecto original que pudo cristalizar gracias al entonces naciente internet. Surgía así la primera universidad online del mundo para, en palabras suyas, “romper las barreras del espacio y del tiempo a través de las nuevas tecnologías”, capaz desde Barcelona de abrirse al mundo.

Exponente del rico y culto humus de la burguesía industrial-comercial de Reus, donde nació en 1932 (sus primos hermanos eran el poeta homónimo Gabriel y el crítico Joan), se benefició de una formación ecléctica al escolarizarse en Francia durante la Guerra Civil, conocer Inglaterra como delegado del negocio familiar y obtener los títulos de ingeniero industrial y perito agrícola en Barcelona. Rápidamente, orientó su investigación y docencia hacia la automática y la robótica, siendo pionero en ambos campos. Así, como emprendedor, fundó una de las primeras empresas especializadas en sistemas automatizados de regulación de semáforos. Dado que estos eran prácticamente inexistentes en la España de entonces, se centró en el mercado internacional, con hitos tan curiosos como la instalación del primer semáforo en la Plaza Roja de Moscú. Además, en 1968 ganó la primera cátedra de Automática del país en la entonces Escuela Técnica de Ingenieros Industriales de Barcelona, de cuyo centro fue director entre 1969 y 1972, y desde donde impulsó los primeros estudios de ingeniería de telecomunicaciones.

Durante su breve paréntesis fuera de la UPC, aceptó en enero de 1976 la Dirección General de Universidades y Política Científica del primer Gobierno tras la muerte del dictador y, poco después, se integró también en la —finalmente fracasada— Comisión para el estudio de un régimen especial de las cuatro provincias catalanas. Su paso por las estructuras de poder posfranquista no fue fácil, como le recordó la visita inicial de un comisario, advirtiéndole: “Mire usted, aquí no ha cambiado nada porque si hubiera cambiado algo, me habrían cambiado a mí”. Tres meses más tarde, Ferraté aprovechaba la división de sus competencias en dos nuevos organismos para quedarse con la Dirección General de Política Científica. Víctima de una conflictividad al alza y de un gobierno poco comprometido con los cambios, a finales de año abandonaba toda responsabilidad para volver a su universidad. Más allá de buenas palabras y algún proyecto posteriormente descartado, sí que pudo lograr el reconocimiento oficial del Institut d’Estudis Catalans.

Dotado excepcionalmente para la creatividad, el pensamiento original y la desobediencia respecto del camino dado o las limitaciones objetivas, combinó su obsesión, desde la infancia, por la tecnología con una gran multiplicidad de intereses. En su domicilio particular, el visitante quedaba sobrepasado por colecciones de autómatas, de piezas arqueológicas, de bombas (desactivadas) de la Guerra Civil, de muestras de papelería de los diversos cargos ejercidos o de películas de todos los tiempos. Algunos de estos conjuntos lo vinculaban a sus universidades, como el multitudinario repertorio de ranas —por la supuesta homofonía de su cantar con el acrónimo UOC— o su impresionante colección de poesía cedida a la biblioteca del Campus Nord de la UPC, que lleva su nombre. Desde enero de 2023, su documentación personal e institucional se conserva en el archivo histórico de la UOC.

Casado desde 1966 y padre de tres hijos, fue también presidente del Institut Cerdà y de Caixa Tarragona (1995-2010), entre otros muchos cargos. Además, acumuló diversos premios y honores nacionales e internacionales en el ámbito de la ciencia y del conocimiento. Como ha declarado su sucesora, la rectora Àngels Fitó, Ferraté “deja un legado que constituye —especialmente para la comunidad UOC— un acicate precioso, vivo, retador”.

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