Hay pocos mandatarios judíos en el mundo más allá de Israel. Uno de ellos es Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. No es practicante e incluso en una entrevista en 2019, poco antes de ser elegido para el cargo, afirmó: “El hecho de que sea judío está en la posición 20 de la lista de mis rasgos”. Pero Zelenski sí ha hecho bandera de su “sangre judía” como ejemplo de la diversidad ucrania. Pese a ello, su relación con el Gobierno israelí ha ido de mal en peor, marcada por la ambivalencia del primer ministro, Benjamín Netanyahu, frente a la invasión rusa. Kiev cree que los ataques terroristas de Hamás en Israel pueden revertir la situación y permitir ganarse un poderoso aliado.
Zelenski se ha prodigado en mensajes de apoyo incondicional a Israel, también a su reacción militar, que considera en legítima defensa. En una comparecencia del día 11 en la sede de la OTAN, el presidente ucranio defendió que las democracias occidentales deben secundar la respuesta militar israelí en Gaza y no abogar por salidas negociadas. “A veces pensamos en cómo resistir o en cómo detener la guerra, cómo conseguir el diálogo con Irán o con Rusia, pero pienso que tenemos que hacer lo contrario”, dijo Zelenski, “no tenemos que dar ni siquiera la posibilidad al agresor de pensar en una tercera guerra mundial, en una nueva ola de agresiones, en una nueva tragedia”.
En su última intervención pública sobre el conflicto en Oriente Próximo, el jueves, Zelenski ya introdujo matices en su discurso. Sus palabras fueron pronunciadas pocas horas después de entrevistarse telefónicamente con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden: “Ucranios y americanos simpatizamos con todas las víctimas de estos trágicos acontecimientos. Ucrania está lista para colaborar con Estados Unidos y todos los socios para estabilizar la situación y salvar cuantas más vidas, mejor”.
Oleksii Melnik, codirector del Centro Razumkov, institución ucrania de investigación en política internacional y de seguridad, opina en una conversación telefónica con EL PAÍS que todavía es pronto para hablar de una estrategia de Zelenski, sobre todo porque la posición de los aliados occidentales de Israel puede cambiar ante el elevado número de víctimas civiles en Gaza. “Lo que sí es seguro”, apunta Melnik, “es que hay una voluntad de aprovechar la situación para dar la vuelta a unas relaciones bilaterales que hasta el 7 de octubre [cuando Hamás perpetró sus ataques terroristas] eran tensas y llenas de malentendidos”.
Hay múltiples cuestiones que han separado a Ucrania e Israel, pero la principal es la voluntad del Estado judío de ser conciliador con el poder ruso. Israel ha condenado la invasión de Ucrania, pero se ha negado a secundar las sanciones occidentales contra Rusia y no ha aportado a Kiev ningún tipo de armamento. Hay dos razones de peso que justifican la posición del Gobierno de Netanyahu: por un lado, está el gran peso demográfico que tienen los israelíes de origen ruso —es el principal grupo de inmigración actual, alcanzando el 30%, según la Oficina de Estadística de Israel—; por otro, está el control que mantiene Moscú del espacio aéreo sirio desde su intervención a favor del dictador Bachar el Asad en la guerra civil que ha dividido el país. El dominio militar ruso en la mayoría de Siria ha permitido hasta ahora a Israel bombardear posiciones militares sirias o de grupos afines a Irán. Y ello a pesar de que Irán, que a su vez apoya a Siria, es uno de los principales respaldos internacionales de Rusia.
Los malentendidos entre ambos gobiernos han sido constantes. El ministro de Exteriores israelí, Eli Cohen, visitó Kiev en febrero y causó polémica porque se negó expresamente, al ser preguntado por ello, a mencionar a las tropas rusas como autoras de crímenes de guerra en el norte de la capital ucrania. Medios de comunicación israelíes y estadounidenses informaron esta pasada semana de que Zelenski solicitó visitar Israel para solidarizarse con Netanyahu, pero el Gobierno israelí lo rechazó, alegando que “no es el momento”.
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Los conflictos diplomáticos bilaterales se han producido en otros ámbitos. Ucrania ha protestado por las deportaciones de ucranios refugiados en Israel, a los que no se les concede visado especial. Kiev llegó a amenazar con vetar el acceso a Ucrania a miles de peregrinos judíos que visitan anualmente las tumbas de los maestros del hasidismo, como el rabino Najman de Breslev. El recuerdo habitual como héroes nacionales de los líderes de la extrema derecha antisemita ucrania de la II Guerra Mundial también es fuente recurrente de protestas israelíes. De hecho, en los tenderetes de los puntos turísticos más transitados de Kiev es fácil encontrar distintivos nacionalistas con parafernalia fascista e incluso nazi.
Rusia, enemigo común
Kiev está centrando sus mensajes dirigidos a Israel en subrayar que detrás de Hamás no solo está Irán, también está Rusia. Irán ha facilitado a Moscú componentes para su industria armamentística y, sobre todo, los drones bomba Shahed, con los que ataca a diario objetivos militares y ciudades ucranias. Kirilo Budanov, jefe de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio, afirmó el día 12 en el diario Pravda que tenía pruebas de que Moscú había enviado a Hamás armamento capturado a Ucrania. Mijaílo Podoliak, asesor de Zelenski, ha acusado a Rusia de “patrocinador del terrorismo global”; Oleksii Danilov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional, afirmó en un artículo publicado en Pravda el día 9 que Rusia lidera “un eje global del mal”: “Rusia, debido a su inherente oscuridad y salvajismo, se ha convertido en el referente de los países comprometidos con una reacción autoritaria, por eso debe sufrir un castigo ejemplar y debe ser derrotada de una manera que disuada a otros que quieren retar a la democracia”.
Rusia se ha significado por sus duras críticas a los bombardeos israelíes en Gaza. También ha acusado a Israel de “vulnerar el derecho internacional” con los bombardeos del día 12 contra los aeropuertos sirios de Damasco y Alepo. “Lo sucedido demuestra que todos los intentos de Netanyahu de entenderse con Rusia han sido inútiles”, indica Melnik.
Hay una razón más para que Ucrania dé apoyo a una resolución rápida del conflicto abierto en Gaza: el temor a que una escalada bélica prolongada fuerce a Estados Unidos a destinar armamento a Israel que podría ser transferido a Ucrania para combatir la invasión rusa. Biden ha llevado al Congreso un presupuesto inaudito para armar a Ucrania y a Israel, pero la industria militar estadounidense produce al máximo ritmo y, pese a ello, no cubre el consumo de proyectiles que se utilizan a diario en el frente de guerra ucranio. Si la Casa Blanca decide priorizar el apoyo a Israel, Ucrania perderá peso y con ello, sus opciones de recuperar territorio en manos rusas antes del invierno.
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