El aula está repleta, hay unos 50 alumnos. Escuchan atentos al profesor que habla de ataques aéreos en Ucrania y cuenta cómo un misil basta para destruir un bloque entero. En la diapositiva proyectada se ve un enorme cráter en la carretera. Una imagen real del campo de batalla. Prosigue hablando del material de defensa con el que cuenta Taiwán, de origen estadounidense. Señala con el puntero un lanzacohetes, muestra aviones de combate, submarinos, defensas antiaéreas. Luego pasa a otro de los puntos: la invasión, y sobre la pizarra proyecta un mapa con las “playas rojas”, posibles lugares de desembarco del Ejército Popular de Liberación (EPL, el ejército chino). Continúa con un fugaz repaso a la inteligencia militar. Hay distintos niveles. La accesible al común de los mortales es la de fuentes abiertas, OSINT en la jerga (del inglés open-source intelligence), cualquiera puede echar una mano en esto, puede ser un recurso “muy valioso”. Concluye con unos apuntes sobre la moral. “La voluntad de resistir es la piedra angular de la defensa”, se lee en una transparencia. Y así termina la primera clase de la mañana en Kuma Academy, una escuela de defensa civil ubicada en Taipéi que busca preparar a los taiwaneses ante un eventual conflicto con China.
Es domingo, jornada de resaca electoral en Taiwán. Lai Ching-te, el candidato que menos gusta en Pekín, del gobernante Partido Progresista Democrático, ha salido vencedor de las presidenciales en la isla autogobernada que la República Popular reclama como una parte irrenunciable de su territorio. Pero aquí todos han madrugado para asistir a este curso dominical, compuesto por cuatro módulos: tras esta primera introducción a la “guerra moderna”, tocan dos horas sobre “desinformación y operaciones cognitivas”, a las que seguirán unas prácticas de “primeros auxilios y homeostasis”, en las que aprenderán a vendar y aplicar torniquetes, y un taller de “planificación para la evacuación”.
Entre los alumnos, predominan los jóvenes, pero hay de todo. Los motivos para asistir al curso se parecen. “Siento que el Partido Comunista chino quiere usar la fuerza para unificar Taiwán”, explica Anita, de 23 años, estudiante de Sociología. Muchos prefieren no ser fotografiados ni dar su nombre. Es su caso. “Creo que [esta reunificación] es una amenaza potencial para mi modo de vida y mi familia”, añade. “No sé cuándo va a pasar, pero quiero tener la preparación adecuada para ese momento”.
Melissa Lyn, de 70 años, nacida en Taiwán, pero residente en Estados Unidos, ha regresado a la isla para votar en las elecciones, y se ha apuntado al curso porque está interesada en aprender sobre tecnología, le interesa comprender mejor a los jóvenes, a quienes considera vulnerables ante la desinformación. Alan, de 27 años, aporta: “Quiero aprender de profesionales cómo puedo protegerme a mí y a mi familia”. Hizo los cuatro meses del servicio militar obligatorio taiwanés (recientemente incrementado a un año), pero cree que esa formación “no es suficiente”.
Oso con chaleco antibalas y un fusil
Fundada en 2019, por la escuela Kuma ya han pasado unas 30.000 personas, según sus propios datos. La mayoría de alumnos tienen entre 30 y 35 años, y a ella asisten más mujeres (un 65%) que hombres. El logotipo de la academia —cuyo nombre en mandarín significa “oso negro”, una especie típica de Taiwán— es un oso con chaleco antibalas empuñando un fusil. Uno de los eslóganes es la conocida máxima latina: “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra).
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“Los taiwaneses realmente no se preocupan por la defensa civil. La mayoría no cree que la guerra vaya a suceder. Se puede sentir que la gente vive muy pacíficamente en Taiwán”, dice Puma Shen, de 41 años, uno de los fundadores de la academia. La idea, cuenta, es lograr que haya un 1% de habitantes que entiendan el riesgo y que sepan cómo protegerse a ellos y a su familia. “Eso ayudaría a nuestra nación. Porque si la guerra sucede, todo el mundo puede entrar un poco de pánico. Pero si tienes a alguien con conocimiento sobre qué hacer, aliviaría la ansiedad”.
Shen, profesor asociado de Criminología en la Universidad Nacional de Taipéi y especialista en desinformación, asegura que la forma más sencilla de que China “invada” Taiwán es que Pekín se asegure de que el 40% de los taiwaneses piensen que “está bien” formar parte de la República Popular. En caso de conflicto, continúa, una masa crítica se “rendiría” enseguida y “podría terminar la guerra en una semana”. El cofundador de la academia se toma estas cosas muy en serio. Está convencido de que ya hay una guerra en marcha. Lleva en su mochila un parche con una calavera, el emblema del Ejército Nacional de Salvación Anticomunista (un comando hoy desaparecido que estaba bajo las órdenes de Taipéi en su lucha frente a la República Popular), y preside también Doublethink Lab, organización especializada en los “ejércitos cibernéticos” chinos. Durante la campaña electoral, la desinformación ha sido un campo de batalla, ha denunciado el Gobierno de Taiwán.
Con el pelo revuelto, como si acabara de levantarse, Shen cuenta que han sido días agotadores. Se ha presentado a los comicios legislativos por el PPD (cuando concede la entrevista aún faltan un par de días para abrir las urnas; saldrá finalmente electo). Su tirón entre los jóvenes es innegable. Y su candidatura evidencia los lazos de la academia con el partido de Gobierno, que ha revalidado una victoria tras ocho años en el poder. Es la primera vez que una formación logra un tercer mandato consecutivo desde las primeras elecciones democráticas en 1996.
En 2022, además, la escuela recibió el apoyo de Robert Tsao, un acaudalado magnate del sector de los microchips, el recurso estratégico de la isla. Tsao aseguró que destinaría 1.000 millones de dólares taiwaneses (unos 29 millones de euros) a entrenar a tres millones de “guerreros del oso negro” en tácticas civiles en los siguientes tres años, y a unos 300.000 “tiradores”, según Taipei Times. Poco después anunció más donaciones para financiar el desarrollo de drones de uso militar.
En Kuma, solo forman en cuestiones civiles. No hacen prácticas de tiro de ningún tipo. De vez en cuando organizan macroejercicios en exteriores, con decenas de personas, en los que simulan un ataque con heridos que hay que evacuar. El próximo sábado tienen uno en el que prevén contar con un centenar de participantes. En eso consiste una “defensa civil”, explica Shen, en saber cómo salvarse a uno mismo, realizar una defensa psicológica, resistir, proteger a la comunidad. El fundador considera necesario “transmitir el mensaje de que China representa realmente una amenaza”. “Hablar de la posibilidad de la guerra, hablar de preparación, es la única manera de que la gente entienda nuestra situación”. “La mejor forma de proteger nuestro país es asegurarse de que la gente sepa que no debemos firmar un acuerdo de paz con China. Ese es el principal objetivo de nuestra organización”, añade.
El profesor del curso sobre guerra moderna considera importante enseñar “la posición global” de Taiwán, comprender las “capacidades” de la isla, quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos, y también asumir la creciente potencia de China. Hace años, dice este experto en estrategia militar que prefiere mantener oculta su identidad, las “amenazas” de Pekín eran “eslóganes vacíos”. Hoy, con el desarrollo de la República Popular, las tornas han cambiado. Es crucial comprender esto y a la vez la habilidad taiwanesa de defensa para “aumentar la confianza”. “Somos un país que ama la paz”, añade. “Lo hacemos para seguir viviendo una vida normal”.
“Nos gustaría proteger la democracia taiwanesa, y sentimos que hay mucha presión viniendo de China”, dice Kang Xue-er, una jubilada de 66 años, que trabajaba en unos grandes almacenes, y ha venido al curso con su hija. Cree que la República Popular “está lavando el cerebro” a los votantes del partido nacionalista Kuomintang, tradicionalmente más próximo a Pekín. Su candidato, Hou Yu-ih, ha quedado segundo en las presidenciales, pero el KMT ha ganado las legislativas. Su hija, Chen Han-ling, de 36 años, es artista y profesora de dibujo de mangas. Añade que los taiwaneses deben “estar preparados, tener conciencia” de un eventual conflicto. Impresiona verlas a ellas, personas corrientes con vidas normales, unos instantes después aprendiendo un domingo cualquiera que las hemorragias “en cantidades excesivas, provocan shock” y, si el sangrado es abundante, superior a 2.000 centímetros cúbicos, la frecuencia cardíaca y respiratoria aumentan, hay ansiedad, pérdida de conocimiento. La profesora enseña a cortarla presionando con fuerza con una venda sobre la herida imaginaria. A continuación, se preparan para aplicar un torniquete.
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