Finlandia cerrará este sábado otra puerta en el muro que separa cada vez más a Rusia y la Unión Europea. El Gobierno del país nórdico ha anunciado el bloqueo de cuatro de sus nueve pasos fronterizos con su vecino del este, todos ellos en la zona sur, la región donde se concentra casi toda su población. Helsinki ha tomado esta medida tras acusar a Moscú de intentar provocar una crisis migratoria mediante el traslado de personas de otros países sin papeles a su territorio. Este cierre parcial de la frontera implica una dificultad más para el desplazamiento de rusos a la Unión Europea: el veto aéreo del bloque a Rusia por la invasión de Ucrania ha restringido los vuelos solo a quienes pueden permitirse pagar un oneroso billete a través de Turquía u Oriente Próximo.
Los puntos fronterizos dejarán de permitir el paso a partir de la medianoche del viernes al sábado hasta el 18 de febrero de 2024, aunque el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, ha advertido este jueves de que su Gobierno está preparado para adoptar aún más medidas que garanticen la seguridad de sus fronteras. Un día antes, el presidente del país, Sauli Niinistö, había acusado al Kremlin de permitir el paso de personas sin visados válidos: “No veo otra manera de acabar con este flujo en la frontera que con una acción por parte de Finlandia muy clara”, manifestó.
La portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, ha insinuado que la decisión finlandesa tendrá una respuesta del Kremlin y ha criticado que haya sido adoptada sin consultar a Moscú. “Son nuevas líneas divisorias en Europa, que no resuelven problemas y plantean cuestiones nuevas”, ha manifestado la representante del Gobierno ruso.
Orpo, del conservador Partido de Coalición Nacional, lidera un Gobierno en el que participan más formaciones, incluido el ultraderechista Partido de los Finlandeses, euroescéptico y antiinmigración. Según el primer ministro finlandés, desde el pasado fin de semana reciben cada día decenas de inmigrantes de otros países que solicitan asilo, cuando antes lo habitual era un caso diario. Según sus cifras, solo el pasado lunes aparecieron unos 60 solicitantes de asilo sin documentos de países como Siria, Somalia e Irak, frente a los 91 registrados entre el 1 de agosto y el 12 de noviembre. Desde septiembre, 280 solicitantes de asilo han cruzado la frontera, según las estadísticas de Helsinki.
“Está claro que esta gente está siendo ayudada, e incluso escoltada y transportada hasta la frontera, por los guardas fronterizos rusos”, denunció esta semana Orpo.
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No es la primera vez que la inmigración ilegal es utilizada como un arma política. Finlandia recuerda la crisis de finales de 2015, cuando llegaron cientos de solicitantes de asilo a sus dos puestos fronterizos más septentrionales. La entrada de sirios, afganos e iraquíes a la Laponia finlandesa se cortó de raíz en marzo del siguiente año tras el acuerdo en Moscú entre Niinistö y el presidente ruso, Vladímir Putin, por el que esos dos cruces fronterizos solo podrían ser utilizados durante seis meses por ciudadanos de Finlandia y Rusia.
Advertencia de Noruega
Finlandia se convirtió en el miembro número 31 de la Alianza Atlántica en abril de este año. Esta adhesión, a diferencia de lo que supondría la entrada de Ucrania en el club militar, no es vista por Putin como “una amenaza inmediata”, pese a su cercanía a la segunda mayor ciudad de Rusia, San Petersburgo, y el disputado Ártico. Noruega, otro miembro de la OTAN, también recuerda la explosión súbita en la llegada de inmigrantes sin papeles en 2015 a través del círculo polar, donde comparte frontera con Rusia. “Cerraremos la frontera si es necesario”, ha advertido ahora la ministra de Justicia noruega, Emilie Enger Mehl, en declaraciones a la agencia NTB.
La situación actual en la frontera finlandesa también guarda paralelismos con la crisis migratoria desatada por Bielorrusia en 2021, cuando el régimen de Aleksandr Lukashenko envió centenares de personas sin documentos traídas de Oriente Próximo a los bordes de Polonia y los países bálticos. Aquella acción obligó a estos miembros de la OTAN a reforzar sus fronteras con tropas, lo que derivó en una escalada militar con Minsk, mientras Rusia desplegaba sus propias fuerzas alrededor de Ucrania.
Tallin también contempla ahora seguir los pasos de Helsinki. Veiko Kommusaaare, jefe de la Guardia Fronteriza de Estonia, ha advertido de que su bloqueo “total o parcial” dependerá de cómo se redirija el flujo de inmigrantes hacia su territorio, según informa el diario local Postimees.
Los cuatro puntos cerrados por Finlandia son precisamente los más próximos a Helsinki y el sur habitado del país, el camino habitual con Rusia a lo largo de sus 1.340 kilómetros de frontera común. Se trata de los controles de Vaalimaa, Nuijamaa, Niirala e Imatra. A esto se suma que Finlandia prohibió el transporte ferroviario de pasajeros a finales de marzo de 2022, justo un mes después de que Rusia desatase su invasión a gran escala de Ucrania. El Allegro, la ambiciosa conexión de alta velocidad entre Helsinki y San Petersburgo, desaparecía una década después de su creación, como muchas otras aventuras conjuntas ruso-europeas.
Este nuevo bloqueo fronterizo supone una dificultad adicional para los ciudadanos que se mueven entre Rusia y la Unión Europea. Por este borde de Finlandia cruzan más de 3.000 personas a diario: rusos y finlandeses con negocios y familiares a ambos lados de la frontera, y ciudadanos de estos y otros países que utilizan uno de los últimos pasos que quedan hacia la Unión Europea.
Finlandia y los países bálticos han vetado el paso a los rusos con visados Schengen, salvo a aquellos que tienen permisos de residencia u otros visados de larga duración en la Unión Europea. La alternativa para los rusos para viajar a Europa como turista es volar a través de terceros países, especialmente Serbia, Turquía y Emiratos Árabes Unidos, aunque los billetes cuestan habitualmente entre 1.000 y 2.000 euros por el cuello de botella.
Uno de los destinos favoritos de los rusos dentro del bloque comunitario es España, país que se ha desmarcado del veto de otros países europeos a los turistas de esa nacionalidad. Solo en el primer año de la guerra, en 2022, España concedió una cuarta parte de la totalidad de los visados Schengen solicitados en el país eslavo, (154.450 de 603.955), según el portal SchengenVisaInfo.
Otra opción, empleada también por los ciudadanos europeos que viven en Rusia, es cruzar a través de Finlandia y Estonia en un viaje que implica llegar a San Petersburgo desde otras ciudades rusas y que puede tomar de 24 a 48 horas entre autobuses, trenes y aviones.
Las principales compañías de autobuses que operan con los países nórdicos y bálticos, Ecolines y LuxExpress, han suspendido la venta de billetes hasta nuevo aviso. “Estoy harto de todo, de todos”, resume a este periódico Jordi, un español residente en Rusia desde “hace años” que había planificado un viaje fuera de Europa la próxima semana a través de Helsinki. “Pagamos los de siempre, los ciudadanos. A los gobiernos les da igual, esto no les afecta”, añade con resignación.
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